Duda de una lectora a Beatriz Blanca, licenciada en Psicología y Máster en Investigaciones y Avances en Psicología de la Salud por la Universidad de Granada. Gestiona Hazteconellos.com, servicio de Psicología destinado a asesorar a familias y profesionales de la educación en la mejora del comportamiento infantil y juvenil, en casa y en la escuela.
Hola Beatriz. Tengo un hijo de 8 años que desde hace un par de meses (tuvo una indigestión que necesitó atención médica y creo que esto le pudo influir) se pasa el día diciendo que no se quiere morir, se observa mucho el cuerpo y pregunta si le va a pasar algo. Yo le explico que no le va a pasar nada, que se tranquilice, pero no lo consigo. Cada vez tiene más preocupaciones y miedos, y quiere hacer menos cosas por sí mismo. No sé qué hacer. Gracias por su tiempo.Entre los 6 y los 12 años puede ser habitual observar en nuestros hijos e hijas preocupaciones o miedos. Entre los más alarmantes para padres, madres y educadores están aquellos con forma de verbalizaciones repetitivas sobre la muerte ("yo no me quiero morir"), la salud ("¿qué tengo aquí?", "¿si como mucho me pondré malo?", "el corazón me late muy deprisa"), o llevar a cabo las rutinas diarias sin la presencia de un adulto ("no puedo dormir, tengo miedo", "acompáñame al baño, no quiero ir solo").
¿Qué puede estar manteniendo este miedo o inseguridad?
Si padres, madres u otros familiares que se encarguen de su educación observan su comportamiento como adultos, quizás puedan encontrar uno o más de los siguientes:
1. Explicamos al niño/a, utilizando en cada ocasión argumentos más elaborados y originales, que sus preocupaciones no tienen justificación, que no hay nada que temer, que se tranquilice. En ocasiones, incluso les contamos a otros adultos nuestra propia preocupación por su malestar delante de ellos. Dedicamos a estas conversaciones más de 5 minutos de media cada día.
2. Evitamos las situaciones de malestar o preocupación prestándoles ayudas en rutinas que podría llevar a cabo por él/ella misma dada su edad y habilidades, esto es, le acompañamos para dormir, le acompañamos al baño, les insistimos para que coma o le damos de comer,...
3. Perdemos la paciencia llegado un momento, y mostramos enfado ante las demandas e insistencia relacionadas con sus preocupaciones.
En conclusión, las ayudas y atención que prestamos ante estas dificultades (incluido el enfado de papá o mamá como forma de atención), junto con la evitación de las situaciones que le suponen mayor dificultad, pueden estar manteniendo esa "inseguridad". ¿Cómo conseguir disminuir o eliminar esas dificultades?
Para disminuir o eliminar las preocupaciones y miedos infantiles, recomiendo seguir estos tres pasos:
Respuesta consistente. Una vez descartado que existan causas físicas para la preocupación del niño/a, los adultos deben acordar entre ellos la respuesta que darán ante las verbalizaciones, por ejemplo, "¿no me digas?" o "¿sí?". Debemos responder de la misma forma en todas las situaciones siempre que no exista peligro para él o para otras personas.
Listado de conversaciones adecuadas. Para disminuir preocupaciones y miedos infantiles debemos eliminar totalmente las explicaciones sobre ellas y los intentos por tranquilizarles. En su lugar, lo más aconsejable es utilizar una lista de temas preparada de antemano sobre los temas de los que nos gustaría que hablasen, temas "propios" de su edad como quién le cae mejor de su clase, qué es lo que más le gusta hacer por las tardes, qué le gustaría hacer el fin de semana o cuál es el reto más difícil que ha superado ese día.
Reconocimiento verbal y programa de puntos. Para ganar la batalla a las preocupaciones o miedos, es esencial prestarles toda nuestra atención en cada momento en que no los presentan. Algunos de los comportamientos que es imprescindible reconocer mediante elogios son hablar sobre temas propios de su edad y hacer comentarios sobre su buen estado físico. Mediante puntos podemos reconocer que realicen las rutinas por sí mismos, sin la presencia de un adulto.
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