Dismorfia: no eres perfecta, ¿y qué?

Por El Rincón De Ika @rincondeika

by El Rincón de Ika · Published noviembre 3, 2017 · Updated octubre 22, 2017

Hoy en día es difícil encontrar una persona que esté totalmente satisfecha y feliz con su apariencia física. Es mucho más común que la mayoría de las personas se sienta inconforme con alguna parte de su cuerpo, pero… ¿qué pasa cuando esto se convierte en obsesión y comienza a condicionar nuestra vida o actividad social?

Actualmente, la sociedad da más prioridad a la estética y al exterior que al interior personal o la inteligencia, sin tener en cuenta los problemas que esto puede causar en el individuo que, por desgracia, ni es ni será jamás perfecto.

La dismorfia es un trastorno cada día más común del que creo que debemos reservar espacio especial dentro de esta web porque es un problema real que produce una fobia (recordemos, miedo ilógico) a padecer cualquier defecto relativo a la apariencia estética. ¿Sabías que incluso Kim Kardashian la padece? Al menos así ha saltado a los medios de comunicación a raíz de las fotografías en las que aparecía con celulitis en la playa.

Podemos pensar que se trata de trastornos de personas sometidas a una gran presión social o mediática respecto a su físico como es el caso anterior, pero la realidad es que esta enfermedad consistente en una preocupación exagerada por la imagen y que acaba por traducir una percepción propia errónea y casi obsesiva, se calcula que es padecida por una de cada cincuenta personas y no especialmente mujeres, es una enfermedad mental que afecta a ambos géneros por igual, aunque cada sexo lo lleva de una forma diferente. ¿Pero qué os pasa chicas? ¿Qué pasó con aquello de la naturalidad y con lo de aceptarse tal y como somos?

El caso de Kim Kardashian empezó más o menos en 2013, cuando comenzó a someterse a una serie de cambios realmente bruscos mediante cirugía y otros tratamientos estéticos que, a priori, encajaban perfectamente en su estilo de vida: mujer de imagen y de bandera hasta lo obsesivo.

Muchos pensamos que se le había ido de las manos y nos daban pena el resto de miembros de la familia en los que hemos podido apreciar esa misma obsesión por la naturalidad falsa. Resulta que sí era obsesión, pero no por frikismo, sino por enfermedad: continuos retoques para intentar volver a ganar la confianza en sí misma, mermadas por las críticas a su apariencia. Mi pregunta es… ¿hasta donde dejar que te domine?

Es normal que tengamos inseguridades por nuestro físico debido al mundo en el que estamos inmersos, pero una cosa es preocuparse por la imagen y otra muy distinta no saber apreciar aquellos defectos que te hacen humana o aquellos signos de la edad que si bien nos avisan de que el tiempo pasa, también son indicios de las magníficas experiencias vividas.

Si tanto te preocupa que tu aspecto físico pueda tener defectos piensa que con el paso del tiempo tu imagen también irá cambiando y, a excepción de estas increíbles personas a las que la edad les sienta de maravilla, lo normal es que la vejez desvirtúe nuestra belleza. Ojo, no el estilo, tu fuerza, tu luz o personalidad; de hecho, ¿qué pasa si nutrimos estos otros campos en lugar de intentar cambiarnos?

¿Qué pasa si en lugar de pasar media hora frente al espejo lo dedicamos a nutrir nuestra mente, a ganar experiencias de vida o a encontrarnos a nosotros mismos?

Precisamente este es uno de los signos más comunes entre las personas que padecen esta enfermedad: mirarse compulsivamente en el espejo.

No en vano, según un estudio de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (SECPRE), en Europa y América está aumentado el número de personas que padecen dismorfia corporal ya que sus síntomas socialmente se consideran “normales” y no son reconocidos como patológicos, evitando así el comienzo temprano del tratamiento.

Permíteme que te lo diga: de normal no tiene nada, no te dejes llevar por las enfermedades del siglo XXI. Hay que tener especial cuidado con las nuevas generaciones, ya que son las más vulnerables de incluir estos trastornos en su formación como adultos.

Es más, la adolescencia es la edad media de primeros síntomas fuertes del trastorno, así que si tienes a alguna persona cerca que pueda padecer eta enfermedad no le trates por loco y párate a mirar si realmente necesita ayuda, puede que esté reprimiendo algo más grave por absurdo que parezca a priori.

Al final, lo que recogen los datos ofiiales es que entre el 1% y 2% de la población mundial padecen actualmente este Trastorno Dismórfico Corporal, llegando en torno a un 80% de los casos a pensar en el suicidio como forma de escapar (cuidado, pensar en hacerlo no es lo mismo que ejecutarlo, pero os dejo el dato para que os hagáis una idea de la importancia de tratar a tiempo este problema mental).

Hay tres síntomas principales para detectar esta enfermedad:

  • Evitar asistir a actos sociales con muchas personas porque se siente inseguridad y ansiedad a la hora de elegir qué look seleccionar. En general, conductas de inseguridad orientadas al cuerpo que llegan a limitar la vida.
  • Obsesión por corregir esos supuestos defectos estéticos, llegando a autolesiones para justificar las operaciones.
  • Dedicación obsesiva al cuerpo, un auténtico culto, sobre todo, dedicando especial frustración donde se cree tener un problema sin solución. Da lugar a rituales constantes para intentar disimular esos defectos en lugar de centrarse en destacar los puntos fuertes.

Si crees que alguien en tu entorno puede sufrir este mal es hora de sentarte a hablar con él e ir a buscar ayuda. En el mejor de los casos no será nada, pero está enfermedad está estrechamente relacionada con otras que también podrían requerir tratamiento como trastorno obsesivo-compulsivo, traumas por maltrato psicológico, etc.