"Dispara, yo ya estoy muerto": una reflexión sobre lo que separan dos simples pronombres

Publicado el 05 febrero 2014 por Lidiacasado

Ficha técnica:

Título: Dispara, yo ya estoy muerto    Autora: Julia Navarro Editorial: Círculo de lectores  Género: novela histórica         Páginas: 920 Publicación:  Agosto 2013   ISBN: 978-84-672-5711-3

Sinopsis (editorial):

 «Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse uno mismo es muriendo o matando.» Así arranca esta historia. Estamos a finales del siglo XIX, en los albores de la Rusia zarista, cuando Samuel Zucker se ve obligado a abandonar el país, huyendo del terror y la destrucción. Recién llegado a la Tierra Prometida, Samuel compra las tierras de los Ziad, una familia árabe encabezada por Ahmed. Pronto surgirá entre ambos una sólida amistad que no se romperá ante las adversidades políticas y religiosas.  En un contexto histórico complejo y único, la epopeya de las dos familias conforma un mosaico de traiciones y sufrimientos, de amores imposibles y sueños rotos que nos lleva de San Petersburgo a Jerusalén y de Varsovia a París...  Una saga familiar que te llegará al corazón. Emoción y aventuras en la novela más ambiciosa de Julia Navarro.  «Los personajes de esta novela viven conmigo, me han enseñado mucho, forman parte ya de mi historia personal.»
 Dos simples pronombres pueden iniciar una guerra, romper amistades de esas que son más importante que la propia familia, dividir un país, quebrar una vida: nosotros, vosotros. Y un muro en medio. Dos pronombres que separan, dividen, generan rechazo e inician el inexorable camino hacia el odio y el enfrentamiento. Dos pronombres que nos sitúan dentro de un grupo o del otro y que, aunque no queremos, nos obligan a romper lazos con los del otro.   Creo que esa es la gran reflexión de Julia Navarro en esta novela: la indagación en los sentimientos de pertenencia a un grupo o a un país o a un territorio o a una religión y lo que en muchos casos conlleva, el rechazo al diferente, al ajeno. Siempre me ha parecido fascinante el espíritu gregario de los humanos, la necesidad de sentir que somos una pieza de un puzle que nos supera, más grande que nosotros, ya sea la tierra, la raza, la religión o cualquier otro motivo el pegamento que mantiene unidas a esas piezas, así que me ha gustado de modo especial todo ese trasfondo que plantea Navarro; un trasfondo llevado a su expresión más radical: al odio, al enfrentamiento, a la guerra.   La autora enfrenta aquí dos modos de entender la vida, dos culturas distintas (judíos y árabes) y profundiza en esas diferencias. De forma sutil, va presentado los puntos que los separan, incidiendo en el peso de la tradición de cada uno de ellos y en cómo adaptan (o no) esa tradición a medida que pasa el tiempo y el mundo evoluciona. En este sentido, uno de los aspectos que me ha resultado más interesante es la oposición entre el sentido de deber y del honor de los árabes y el sentimiento de libertad y de elecciones múltiples de los judíos, temas a los que hace alusión en varios momentos.    Siempre me ha interesado el conflicto de Palestina aunque confieso que nunca he profundizado en la raíz del problema, más allá de la creación del estado de Israel tras la II Guerra Mundial. Por eso, he echado de menos un poco más de información sobre la fase más antigua del conflicto: en un momento dado se dice algo así como que el territorio ha sido colonizado por diferentes grupos o países a lo largo de los siglos pero no me quedó claro del todo. Como tampoco acabo de entender el porqué del rechazo y la persecución a los judíos desde hace siglos en puntos muy distantes del mundo, más allá de la condena por haber sido quienes mataron a Jesucristo (cosa que tampoco acabo de entender: Jesucristo tenía que morir para salvar a los cristianos, ¿no? Luego si no hubieran sido ellos, habrían sido otros, ¿no? Lo fundamental era su muerte redentora. Desde mi punto de vista, hasta tendrían que estar agradecidos por haber cumplido con la parte más sucia del mandato divino, ¿no? Claro que yo no soy muy ortodoxa en esto de la religión...).   La novela se centra en sucesos que tienen lugar entre finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, años clave para un conflicto sobre el que nunca he tenido una opinión clara: no sé quiénes son "los buenos" ni quiénes son "los malos" y, después de leer la novela de Navarro, lo tengo aún menos claro y confirmo mis primeras impresiones: esta vez más que nunca no hay buenos ni malos. Todos tienen sus razones, todos han cometido sus errores, todos han creído que un trozo de tierra vale más que una vida humana y todos han sentido que los otros les humillaban o les robaban lo que era suyo.   Y no solo en este aspecto ahonda la novela sino en el que, para mí, es una de las mayores tragedias de este conflicto: la ruptura total entre los grupos, la imposibilidad de mantener amistades con los del grupo de al lado, la brecha infinita e insalvable que se produce entre el nosotros y el vosotros, por mucho que sentimientos tan nobles como el amor, la amistad, la fraternidad, el apoyo mutuo, la colaboración, la confianza y el trabajo común hayan unido a miembros de ambos grupos, tal y como les ocurre a los judíos y los árabes que protagonizan la novela. 
   El argumento y las reflexiones que suscita se visten de gala con la prosa cuidada y aparentemente sencilla de Julia Navarro. Y digo aparentemente porque aunque nunca abusa de artificios ni retórica el trabajo que conlleva hilar tan bien una obra tan extensa sin que decaiga el ritmo ni se haga farragosa ni aburrida en determinados pasajes tiene que ser impresionante.
    Los capítulos están narrados en tercera persona aunque, alternativamente, Ezequiel y Marian, los dos personajes que se encuentran en el presente y que van reconstruyendo la historia de estas dos familias, van tomando el turno de palabra para ir contando al otro partes de esas vidas que desconocen. En este sentido, cabe destacar un cambio que se produce ya bien avanzando el libro: Ezequiel habla en tercer persona hasta capítulo 13 (y, de hecho, Marian se lo hace notar) pero, a partir de ahí, cambia a primera. La explicación que se me ocurre, a tenor de cómo se van sucediendo los acontecimientos y las narraciones alternativas, es que, quizá, al principio quiere o necesita distanciarse de la historia y de la Historia, aunque su propia familia sea la protagonista, pero, a medida que van progresando los encuentros y lo que en ellos ocurre, cada vez está más implicado, tal y como también parece ocurrirle a una Marian que se ve atrapada por ese intercambio. Pero también es verdad que el cambio en la voz narrativa se produce en un momento de clima argumental, justo cuando Ezequiel toma las riendas de su padre y decide no ir a París con su padre y quedarse en Palestina con su madre. Quizá coger las riendas del relato también es una manera de enfatizar el valor de sus propias decisiones y de asumir las consecuencias de estas.
   Sea como fuere, el resultado final es una novela con mucha sustancia y que crea poso en el lector. Una novela para disfrutar y para aprender algo más sobre uno de los conflictos más omnipresentes en la actualidad pero que, quizá, no siempre recibe ni el enfoque ni la importancia que merece.   Nos seguimos leyendo.

   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  • Reto Genérico: 1 (histórico reciente)/40
  • Reto100 libros: 3/100
  • Reto Novela Histórica: 1/15