Alba Ballesta
A todo esto, no hay que leer Distinta Clara(ni Rari nantes) buscando «verosimilitud» o «realismo». No es creíble que Laia consiga esos contactos con tanta facilidad, ni que todos accedan a compartir recuerdos tan íntimos con una joven desconocida. Tampoco que tengan tan presente a la desaparecida Clara, hasta el punto de recitar poemas de memoria. Pero nada de eso importa, porque, de algún modo, la autora hace un pacto con el lector: aceptamos esas licencias, o, más bien, aceptamos esas reglas del juego, porque lo que obtenemos a cambio es un festín literario. No siempre se busca, al leer, un análisis de la sociedad; en ocasiones la fascinación está en el gusto mismo de contar historias, como en los cuentos tradicionales, el gusto de dejarse llevar, de disfrutar de los guiños. Alba Ballesta tiene esa capacidad de absorberal lector, con independencia de lo que narre. Un potencial enorme.