Distintas formas de mirar el agua - Julio Llamazares

Publicado el 27 noviembre 2015 por Elpajaroverde
Siempre me ha encantado y he suscrito esta frase cuya autoría desconozco: "Hay dos regalos que debemos ofrecer a nuestros hijos: uno son raíces y el otro son alas." Raíces y alas, ahí es nada. Lo primero parece más fácil de conseguir (salvo algunos casos que no vienen a cuento) pues diríase que nos vienen dadas por ese árbol genealógico del que procedemos. En lo segundo pienso que muchos padres fallan, con la mejor de sus intenciones, no lo dudo, pero fallan. En todo caso, vamos a necesitar de ambos no solo de niños sino también e incluso mucho más de adultos. Por eso es necesario disponer de las dos en su justa medida. Las alas sin raíces solo nos lanzan a una caída libre sin red, pero si nuestras raíces son demasiado fuertes y están demasiado intrincadas y ancladas a tierra, por muy poderosas que sean nuestras alas no conseguiremos jamás despegar el vuelo. ¿Qué ocurriría  por contra si nuestras raíces fueran arrancadas de golpe, si fuesen despojadas de la tierra que las engendró y las alimenta y sostiene, si quedaran mutiladas e incapaces por tanto de enraizar en un nuevo terreno? Sería de esperar que esas raíces quedaran inservibles y en cierto modo así es, pero a veces, contra todo pronóstico, esas raíces se engrosan más que cuando vivían en su hábitat natural. Existen hilos imaginarios más poderosos e incorruptibles que los tangibles, y así, esas raíces pueden seguir cumpliendo su función, aunque en este caso alimentarán al tronco y a sus ramas con una savia con regusto ponzoñoso, savia que proviene de esa tierra que ya no existe y es por tanto estéril, no alcanzando pues a hacer florecer los brotes que se convertirían en alas sino tan solo a petrificarlos. Es la savia de la melancolía. Es la amarga y paralizante savia del desarraigo.

Portada de Distintas formas de mirar el agua

Domingo y Virginia sufrieron el corte de cuajo de sus raíces allá por los años cincuenta, aquellos años en los que una España de posguerra entraba con pasos tibios en una recién estrenada modernidad. Su pueblo, Ferreras, como otros tantos pueblos de la misma zona de León, se ha visto abocado a la inundación para construir un embalse. Domingo y Virginia a sus cuarenta años inician el exilio junto con sus cuatro hijos a otra inhóspita tierra en la que siempre se sentirán extranjeros. Casi medio siglo después Domingo vuelve a la tierra que lo vio nacer y lo acompaña toda su familia. Vuelve tal y como él ha querido y de la única manera en la que ha podido hacerlo, en forma de las cenizas resultantes de la cremación de su cuerpo. "Distintas formas de mirar el agua" narra el regreso de Domingo a un Ferreras sumergido, y lo hace a través de las voces de su mujer, sus hijos y nietos; las voces de  aquellos que comparten con él raíces encharcadas y obsoletas.
"Durante todo ese tiempo su cuerpo se ha acostado cada noche junto al mío, sus ojos se han abierto y se han cerrado prácticamente a la vez que los míos, sus sueños se han confundido con los que yo soñaba. Tras tantos años durmiendo juntos (y aunque hace muchos ya que no teníamos relaciones) su cuerpo y el mío se acostumbraron el uno al otro y ahora al mío le va a costar aprender a dormirse solo. Y a caminar. Y a vivir. Y hasta a reconocer esa habitación que compartiré con otra persona cuyo cuerpo  será desconocido para el mío igual que el mío para él."
Las páginas de Julio Llamazares rezuman nostalgia. Añoranza por esa tierra que ya no existe. Y es precisamente esa no existencia lo que más les duele a Virginia y a Domingo, pues es el suyo un exilio del que saben de antemano que nunca habrá retorno. Se vuelve aún más intenso y más doloroso su desarraigo si tenemos en cuenta que pertenecen a una generación que no ha conocido más que su pueblo, los pueblos vecinos, el valle que habitan y las montañas que lo rodean. Esa tierra que lloran silenciosamente era además su modo de vida. Domingo era campesino, como lo fue su padre y lo fue su abuelo, y aunque en su nuevo hogar seguirá dejando su sudor sobre la tierra, no podrá evitar el sentimiento de no pertenecer a ella. Ese sentimiento, al igual que esas raíces que aunque ya solo imaginarias lo siguen sujetando a Ferreras, es el que él y su mujer transmitirán aun sin proponérselo a sus hijos y en menor medida a sus nietos.
Son estos los que construyen capítulo a capítulo esta novela. Virginia abuela, sus cuatro hijos y sus respectivos cónyuges, y los hijos de estos. Demasiadas voces, podría pensarse a priori, y no lo serían si consiguieran entre todas hacer honor al título de este libro. Distintas formas de mirar ese agua que sepultó sus raíces tienen, especialmente y como es lógico los nietos, eso no lo puedo negar, lo que me ha faltado tal vez es que me contaran cada uno de ellos diferentes cosas. Y aunque es cierto que algunos apuntan a ciertas reflexiones que contraponen ese mundo ancestral al imparable y a veces también aunque no siempre despiadado progreso, la mayoría de ellos no hacen más que remover ese agua de ese pantano que por más que agiten es un agua estanco incapaz de renovarse.
"Mi abuela, en cambio, como mi madre, como la mayoría de las mujeres a las que conozco, con excepción de algunas de mis amigas, lloran siempre por sus hijos, por sus padres, por sus hermanos, siempre por otras personas, nunca por ellas. Mi abuela, por ejemplo, lleva llorando dos días por su marido (y mi madre por su padre igual), pero ninguna de las dos llora por ellas, cuando deberían hacerlo, pues son las que se quedan huérfanas."

Reto abuelos y nietos - Trabajo enriquecedor. Fotografía de Eve G D

Julio Llamazares convierte sin querer su novela en una metáfora de ese embalse que anegó las casas y el mundo de tantas familias. Y al ser esta una metáfora de un compartimento estanco hace que carezca de un sentido de progresión. Le quedaba solo libre el movimiento de inmersión y profundización bajo ese volumen inmenso de agua llegando a las ruinas de ese pueblo fantasma, pero lo hace solo a medias. Los nombres propios que encabezan cada capítulo podrían sustituirse perfectamente por el parentesco que los une a Domingo, pues al final la función de los personajes de este libro es poner la atención en la generación que representan y no en la persona individual que son. Creo firmemente que esta era la intención de su autor pues su novela es un claro homenaje a una generación que está a punto de extinguirse. En ese sentido funciona y me ha gustado pero me da cierta pena que no se haya aprovechado todo el potencial que cada uno de sus personajes ofrecía.
Esto es lo que es esta novela, no le pidáis más u os quedaréis como yo, con una sensación de miel en los labios. "Distintas formas de mirar el agua" es un canto de despedida a la generación de nuestros abuelos. Una generación sin alas pero con unas raíces tan profundas que cuando se vieron privadas de ellas se encontraron en un mundo hostil como niños impotentes e indefensos. Una generación que le dio a sus hijos lo único que poseía: sus raíces y su profundo arraigo a su tierra. Las generaciones posteriores vamos recogiendo lo que va quedando de esas raíces cada vez más debilitadas. Tenemos a cambio unas alas cada vez más grandes aunque algunos no sepamos muy bien qué hacer con ellas. Pero la vida en el mundo actual, al contrario de lo que pudiera pensarse, en algunos aspectos continúa siendo tan dura como lo era para nuestros abuelos. El progreso avanza ahora tan rápido que por muy alto que nos permitan volar nuestras alas pareciera que nunca llegáramos a alcanzarlo. Corremos el riesgo de quedarnos fuera, perdidos, sin raíces y esta vez también sin alas. Y en esa tierra de nadie uno no puede evitar preguntarse, como hace uno de los personajes de este libro, si acaso es necesario volar tan alto para descubrir lo que nuestros abuelos ya sabían sin haber abandonado nunca el lugar que los vio nacer.  Se necesita tan poco para ser feliz... Pero ese tan poco supone tanto...
"Al final va a ser verdad que todo se reduce a unas imágenes, a unos paisajes que nos marcaron, a unas personas que nos acompañarán por siempre incluso cuando ya no estemos en este mundo para recordarlas. Eso es la vida, dice papá."

Embalse del Porma, 2012. Fotografía de Víctor Fernández Salinas

Ficha del libro:
Título: Distintas formas de mirar el agua
Autor: Julio Llamazares
Editorial: Alfaguara
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 192
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