Distopía, un nuevo capítulo

Publicado el 20 mayo 2014 por Kaplan

No voy a echar mano del popular "Me llena de orgullo y satisfacción...", pero ahí anda la cosa. El nuevo capítulo del asunto "distopía" es netamente favorable para la causa. Hace casi un año comencé a llamar la atención sobre el mal uso que algunas editoriales y autores hacen de la etiqueta distopía. Durante muchos meses he seguido atacando esa maniobra editorial con una actitud poco menos que quijotesca, en facebook, en foros digitales y por supuesto en este mismo blog. El resultado, más allá del apoyo de algún buen amigo, fue ninguno. O eso creía. Julián Díez, uno de los mayores expertos en ciencia ficción de este país, acaba de publicar en C, la web de crítica literaria, un artículo titulado El fraude en el etiquetado de la distopía, y el seguimiento, según me indican, está siendo considerable. Lo más positivo, sin duda, es el hecho de que escritores como el propio Ismael Martínez Biurrun y algún responsable editorial como Ricard Ruíz parecen estar conformes con su contenido. Si bien elogio la aparición de este último en los comentarios al artículo, no logro quitarme de encima la sensación de que está ahí más para promocionar la antología distópica que pronto publicará su sello que para reconocer errores. Él mismo, gran conocedor de la ciencia ficción, sabe exactamente qué es una distopía, y sin embargo confiesa que en la antología figurará algún cuento que no lo es. Por qué, es lo que como aficionado me pregunto. En todo caso, creo que el resultado de la publicación de este artículo está siendo muy positivo, y que quizás sirva para que algunos editores rectifiquen en su ninguneo a una denominación cuya base teórica se ha ido construyendo lentamente a lo largo de un siglo. El artículo entra también en un segundo debate. En el prólogo del libro Tiempo profundo, una colección de relatos transhumanistas, el editor Luis G. Prado hace una defensa de la cf situada en futuros lejanos, y lo hace denostando la de futuro cercano, y más concretamente, la prospectiva. La maniobra es obligada, puesto que este libro (que como devoto de ese tipo de cf estoy deseando tener en mis manos) juega en estos momentos a la contra, ya que la mayoría de la cf actual muestra más preocupación por pasado mañana que por los futuros distantes. El prólogo contiene un par de afirmaciones sorprendentes. Una de ellas, cuyo análisis pospongo, ésta: "Opino que lo que distingue a la narración de cf trans de la space opera son esencialmente dos características: la posibilidad o no de superar la velocidad de la luz, y la presencia o no de Dios". La otra: "Su pertinencia (la de la cf trans) es máxima para nosotros, los habitantes del futurista siglo XXI, ya que no sólo no finge que conocemos todos los problemas que nos atañen, sino que promete que cada día habrá nuevos peligros". Prado, con esta y otras frases, vende el tipo de cf hiperdistante como más cercana a nuestros problemas actuales que la situada en futuros cercanos, y por ende, que la prospectiva. La respuesta de Díez, como acuñador de esa etiqueta, es contundente. A mí, una vez más, me arroja en brazos de la casualidad. Dice Prado que el manifiesto fundacional del subgénero transhumanista es la novela Cismatrix, de Bruce Sterling. Pues bien, leyendo las noticias cercanas a la ciencia ficción de estos últimos días, me encuentro con unas palabras que el propio Bruce Sterling ha dicho en una conferencia dada en el HEAD de Genova este mismo fin de semana:
The best jump into the future for a Science Fiction writer is a 7 years prediction. If you do a 10 years prediction, people don’t know what you are talking about. If you do a 5 years prediction, people think that you are just exaggerating. Therefore, the best possible future time a Science Fiction writer should explore is, 7 years ahead of now.

"El mejor futuro posible que un escritor de ciencia ficción debería explorar está a siete años del presente", dice el padre de la cf transhumanista. Paradójico, ¿verdad? Lo cierto es que a mí me da igual. Como ya saben ustedes, la predicción es la parte que, con mucho, menos me interesa de este género. Me interesan bastante más otros aspectos, como su capacidad literaria e intelectual; su poder alegórico, metafórico o simbólico; su utilidad como abrementes progresista e incluso el placer que proporciona desde el puro escapismo. Más que su capacidad visionaria, algo que me divierte tanto como cuando lo veo en manos de los timadores de la televisión nocturna. Es por eso que la distancia temporal me parece irrelevante fuera de lo que afecte al propio argumento. Cuando lea esos relatos, me resultará igual que estén situados en el año 1 billón (de los nuestros y de momento) que, como apunta Stross en Accelerando, Singularidad mediante, dentro de apenas cien años. Lo único que espero de ese futuro es que, si la palabra distopía significa otra cosa, se haya debido a un proceso de evolución natural y no a viles intereses económicos.