Aunque aquí ya hablamos en su día sobre el más que evidente lado oscuro de Disney, es evidente que sus personajes han sido tradicionalmente el símbolo inequívoco de la exacta diferencia entre el bien y el mal, en el que los buenos eran arquetipos hermosos y sin fisuras y los malos eran todo lo que podían uno esperar de ellos. Son muchos los que han acuñado, a modo de frase peyorativa, aquello que representa vivir en un mundo ideal, cursi e inocente, queriendo decir en resumidas cuentas que se tiene un desconocimiento absoluto de la realidad. El concepto de vida que representa entrar en el mundo del creador del ratón Mickey se identifica con la ingenuidad y con la división perfecta, acomodaticia si se prefiere, que representa estar a un lado u otro de cierta moral establecida. Quizás sea por eso que muchos les ha resultado provocador distorsionar esa identificación y han elegido sus iconos más sagrados para reinterpretarlos o para usarlos con alguna finalidad, sin duda, muy distinta de su original propuesta.
Y para termina este pequeño repaso, un divertimento ciertamente ingenioso, cómo sería las películas de la factoría Disney si las hubiera dirigido Woody Allen.