Divagando sobre Thaïs

Publicado el 26 marzo 2012 por Maac @Elblogdemaac

Sybil Sanderson y Charles Delmas en la primera producción de Thaïs

Thaïs es una mujer pecadora y arrepentida que necesitará redención, una Eva, y su salvador va a ser Athanaël, y esto, como veremos, no deja de ser paradójico. Si hay una idea o una interpretación de Thaïs con la que me quedo, sea más o menos fiel a las respectivas voluntades de A. France, Galle y Massenet, es la de que sólo pueden ser redimidos aquellos que aceptan el pecado y el deseo como algo consustancial a la naturaleza humana, ellos, que no viven en la hipocresía, que no se autoengañan, pueden ser salvados; por el contrario, todo aquel que es hipócrita, que no acepta sus impulsos, que es incapaz de superarlos y utiliza el artificio del autoengaño, el fingimiento, la beatería, está condenado irremisiblemente y para él no hay redención posible. Esta es la lectura que yo hago del libreto de Thaïs y supongo que no todos los lectores del blog estaréis de acuerdo pero es la que a mí me gusta. Y ahora vamos a divagar un poco más analizando por separado a los dos personajes centrales de la ópera, Athanaël y Thaïs.
Athanaël, que conoció a Thaïs en Alejandría de joven pero que marchó al desierto incorporándose a una comunidad monástica siguiento el mensaje divino, es un personaje que se me hace sumamente odioso. Porque es un sádico, así se muestra no sólo cuando saca el cilio ante Thaïs amenazadoramente sino también cuando la hace caminar por el desierto sin descanso hasta que de los pies de la muchacha brota sangre, y entonces los besa; es un embaucador, Thaïs en sus manos es un pobre animal engañado, sometido a su merced, Athanaël engaña a todos, a su comunidad religiosa al hacerle creer que es un elegido de Dios para salvar a la sensual cortesana, a Thaïs disfrazando sus celos (destruye la estatua de eros, lo único que quería salvar Thaïs, alegando que Nicias la tocó) y su afán de posesión bajo un amor que dice ser religioso, engaña también a Nicias, su amigo, a quien desprecia y a quien utiliza instrumentalmente para acercarse a Thaïs, y por lo tanto, en la medida en que vive entre esos engaños, se engaña también a sí mismo ¡Cuánto me cuesta encontrar alguna virtud en este personaje! Es el perfecto hipócrita. Por eso, cuando al final de la ópera soy testigo de su castigo me quedo reconfortado. En la novela de Anatole France parece ser que el final aún es más duro, la congregación de Albina se le echa encima acusándolo de vampiro y diciendo que se ha vuelto tan repugnante que al pasar la mano por su rostro ha sentido su propia fealdad: indignidad, vergüenza, monstruosidad.
Thaïs, una joven bella y sensual, seductora, a diferencia de Athanaël, sí tiene valores morales, conoce la virtud, es inocente. Es un ser que piensa por sí mismo, que duda de la vida entregada al puro placer, que sabe que la belleza es efímera y que su alma necesita creer en algo más consistente o pronto su vida no tendrá sentido (de ahí las dudas ante el espejo). En su espiritualidad, que despertará Athanaël pero que ya estaba en germen, encontrará su salvación. Claro que eso no quiere decir que sea perfecta, Thaïs, una víctima, se confunde con Athanaël  y si no lo hiciera no tendríamos ópera, buscaría marido y junto con él tendría unos cuantos hijos. Su muerte, su redención, a primera vista pudiera parecernos justa pero en el fondo no es más que el resultado de una gran manipulación, no encuentro por ninguna parte el mensaje cristiano de amor al prójimo, Thaïs está encerrada en sí misma. De ahí que la Iglesia se escandalizara en el momento de su estreno, sobre todo porque el final, en la ópera, es bastante ambiguo, no sabemos qué pasara con Athanaël, si continuará con su perversión en la fe o si abrazará el lado opuesto buscando a Nicias .
Y para terminar os dejo la entrada de Thaïs (Renée Fleming) y su dúo con Nicias (Michel Schade),  en el primer acto de la ópera: