Neil Burger supo alcanzar el pico de su línea filmográfica con la brillante obra protagonizada por Edward Norton, El Ilusionista. En aquella oportunidad su narración guardaba lugar en el 1900, con un drama de época que intercalaba magia con intriga. Aquí, en Divergente, la historia se sitúa en un tiempo mucho más adelantado, en otro de los tantos futuros post apocalípticos que nos suelen enseñar en diversas películas, principalmente en aquellas enmarcadas dentro del género de ciencia ficción. Un relato intermitente, con altibajos, en el que se expone una crítica hacia la amplia brecha que separa a quienes se encuentran en una posición de poder vigorosa de quienes ocupan estatus más débiles. Los que ejercen autoritariamente dominio y los sometidos. A partir de allí, como punto de inflexión entra en juego la rebeldía como elemento movilizador.Basado en la novela que lleva el mismo título que la proyección, el film nos interioriza en un mundo distópico, en el que los seres humanos están categorizados según su personalidad y su elección dentro de distintos frentes: Abnegación, Osadía, Cordialidad, Verdad y Erudición. Nuestra protagonista, Beatrice (o Tris, como se hace llamar), bajo la interpretación de Shailene Woodley (de aceptable labor aunque dé continuamente la sensación de no portar la presencia y la expresión necesaria para el papel), es Divergente, y esto supone una amenaza para los mandamás del sistema, dado su variabilidad a la hora de obrar y pensar.
LO MEJOR:una buena manera de empezar el relato. Bien filmada, entretenida esencialmente hasta la mitad.LO PEOR:muy predecible. No innova demasiado. Más de dos horas de duración resulta extenso para lo que hay por contar.
PUNTAJE:5