Máxima latina, que podemos encontrar en las palabras de Julio César, que no es más que un resumen de toda una filosofía política de uno de los imperios más importantes de la historia.
Roma estableció una política militar exitosa consistente en la concentración de fuerzas militares en un único foco. Así Roma en lugar de tratar de anexionar el conjunto de pueblos y ciudades limítrofes de un plumazo, decidió incluir las culturas y costumbres de estos lugares en unos casos, y en otros tratar de proceder a la conquista paso a paso. A la hora de enfrentarse al enemigo en batalla, esta estrategia también se hizo patente, donde las legiones romanas dividían los objetivos militares en unos cuantos e iban concentrándose en uno solo antes de proceder al siguiente objetivo. Asimismo, cuando el imperio entró en decadencia, el emperador Diocleciano lo dividió en dos: el Imperio romano de Occidente y el de Oriente, logrando que el imperio pudiese permanecer vivo unos siglos más.
Resulta que si levantamos la vista y miramos al horizonte de la historia columbramos que ésta máxima -aunque en principio atribuible al Imperio Romano- puede ayudarnos a entender no pocos acontecimientos en la historia de la humanidad.
Para empezar todos los grandes emperadores han fracasado en el intento de conseguir reunir bajo su mando el conjunto de las tierras que conforman nuestro mundo, desde el ya citado Julio César, Alejandro Magno, Napoleón, las dinastías chinas más importantes (Yuan y Qing), los Omeyas, el imperio ruso que llegó a ocupar un 15% del territorio mundial o el III Reich alemán. Muy probablemente este fracaso venga explicado fundamentalmente en “divide et impera”: cuanto mayor es la concentración de poder más difícil se torna manejarlo y dirigirlo. No en vano, el mayor imperio -si bien colonial- de la humanidad fue uno de los que logró hacer gala del principio que nos ocupa, llegando a alcanzar el 22% de la Tierra: el Imperio Británico. Su política colonizadora era inclusiva, tratando de adaptar los usos y costumbres populares y dando cierta independencia a las colonias de la metrópoli, cuyo ejemplo más paradigmático podemos encontrarlo en la India Británica.
Y es que resulta que en el mundo de los seres humanos la división es un principio irrenunciable donde se encuentra el punto de inflexión en una miríada de acontecimientos sociales. Descartes ya trató el mismo en su método, afirmando que la ciencia ante cualquier problema primero debía abordarlo dividiendo el problema en otros más pequeños (análisis) para luego volver a recomponerlo al tiempo que se encuentra una solución (síntesis). Todos los seres humanos básicamente compartimos la misma estructura cerebral y hay cosas inmutables ante la historia, diferentes formas de proceder o ramas del saber.
Así, renombrados economistas como Adam Smith y David Ricardo enunciaron teorías como la división del trabajo y la división (especialización) del comercio internacional, asegurando que si unas personas se encargan de hacer un único tipo de trabajo y otros otro único tipo de trabajo diferente al anterior, al final los resultados serán mejores que si uno se lo hace todo y no intercambia con nadie (como proponía el francés Thoreau). La división, pues, lleva a la especialización, obteniendo un mayor rendimiento de las tareas llevadas a cabo. Es por eso por lo que el proteccionismo, la disminución del comercio y las políticas militares avariciosas con numerosos frentes abiertos fracasan de igual manera: divide et impera.
El pueblo romano, que dejó un impagable legado con su derecho, incluyó este principio al otorgar ciertas ventajas a la “propiedad plural” considerando que era más beneficioso que la propiedad estuviese repartida en muchas manos en lugar de que estuviese concentrada en tan sólo unas pocas, siendo éste uno de los principios básicos del liberalismo que rechaza la concentración de la propiedad en manos del Estado, gestionado además por políticos bajo una estructura e incentivos adversa.
La externalización de servicios, cuando una empresa contrata a otra para que gestione parte de sus funciones, tampoco podría ser explicada si éste principio. Cuando una empresa alcanza determinada dimensión, el control se convierte en más arduo que antes y recibe menos rédito que antes, siendo más rentable externalizar una parte de la empresa a otra.
Es éste pues un principio importante, donde el poder es sostenible siempre y cuando esté dividido en concentraciones más pequeñas, que conviene tener muy en cuenta una gran variedad de situaciones (ámbito familiar, empresarial, estratégico, militar, etc.) y la historia y la psicología dan prueba de ello: divide et impera.