Division de opiniones sobre limpiar una mezquita

Por En Clave De África

(JCR)
En el quinto distrito de Bangui no queda un solo musulmán. Los echaron a todos a principios de 2014, cuando las milicias anti-balaka desataron una oleada de odio y venganza que ha dejado un rastro visible de casas, comercios y mezquitas destruidas en la capital centroafricana. Antes de la crisis era una de las zonas más vibrantes y cosmopolitas. Hoy, con la situación más tranquila, sus antiguos vecinos seguidores del Islam quieren volver.

Este sábado (18 de febrero) tocaba limpiar la mezquita del barrio de Mali-Maka. Que, donde has ido a barrer hoy?, me ha preguntado mi mujer cuando me ha llamado. Ella ya sabe que los sábados solemos ir a acompañar a la gente que corta hierba, recoge basura y limpiar zonas donde los desplazados internos están volviendo a sus casas. En el quinto distrito, desde hace varias semanas, los consejeros municipales, jefes de barrios y líderes de asociaciones de jóvenes y de mujeres, se han reunido en numerosas ocasiones y han decidido que es hora de que vuelvan sus antiguos vecinos musulmanes, la mayor parte de los cuales viven en el vecino Kilometro Cinco en casas de sus familiares. Muchos de ellos siguen teniendo miedo a adentrarse en el quinto distrito, donde numerosas personas siguen albergando sentimientos de hostilidad contra los musulmanes, a los que asocian con los antiguos milicianos de la Seleka, que durante la mayor parte de 2013 domino Centroáfrica a sangre y fuego y fue culpable de numerosos abusos.

Teníamos previsto limpiar dos mezquitas: la de Mali Maka y la de Mustapha. Lo de mezquitas es mucho decir, porque en 2014 la gente del quinto las destruyeron a conciencia y solo dejaron el pavimento. Nos presentamos en Mali Maka a las seis y media de la mañana y ya había allí un buen grupo de personas, cristianos del quinto distrito, con sus rastrillos y sus palas quitando de en medio montañas de basura y hierbajos. A la media hora llego un grupito de unos diez musulmanes que vinieron del Kilometro Cinco. Hubo escenas emocionantes cuando gente de los dos barrios, antiguos vecinos que llevaban tres anos sin verse, se saludaron por primera vez en ese tiempo y se abrazaron.

Pero las cosas pintaron muy distintas en la mezquita de Mustapha. Al llegar allí, unos cien jóvenes muy exaltados, empezaron a gritar y a decirnos que no dejarían que nadie pusiera el pie en el pavimento de la mezquita. Fue una suerte que no hubiera nada con armas de fuego, porque entonces podía haber sido una mañana trágica.

-Los musulmanes mataron a mi marido –grito una señora de mediana edad- No voy a dejar que vuelvan aquí.
-Los musulmanes degollaron a mi hermano –corroboro un joven de algo más de 20 años- Si vienen aquí yo también les cortare el cuello.

Mis compañeros Abdou (senegalés) y Fatou (de Mali) empezaron, como buenos africanos, dirigiéndose a ellos llamándoles “hermanos míos”.

-Yo no soy hermano tuyo. Naciones Unidas está del lado de los musulmanes.

Si no hubiera sido por lo tenso de la situación, me habría echado a reír. Hace dos días, en otra reunión en el barrio musulmán, la gente nos decía que Naciones Unidas es parcial por supuestamente estar del lado de los cristianos.

-Marchaos de aquí. Si veo a un musulmán delante de mí, le mato ahora mismo.

Abdou y Fatou son musulmanes. Me pareció verlos tragando saliva. No creo que los chicos que gritaban se dieran cuenta de ello. Por si acaso, nos dimos media vuelta y regresamos a Mali Mala, a apenas unos cien metros de distancia.

Mientras tanto, el gentío que llego con palas y rastrillos para limpiar la mezquita siguió aumentando. Algunos de los chicos anti-musulmanes nos siguieron y se quedaron a distancia observándonos con cara de pocos amigos. Despacio, me acerque a uno de los grupos.

-Limpiar la mezquita es una locura.
-Amigo, lo que creo que es una locura es seguir viviendo separados y con odio
–le respondí.
-Y por qué no limpian los musulmanes una iglesia?
-Hace pocos meses limpiaron una iglesia evangélica cerca de aquí. Yo estuve con ellos –seguí.
-Yo soy cristiano. Si veo a un musulmán, me vengare.
-Yo también soy cristiano. Me puedes decir en qué lugar del Evangelio Jesús nos manda vengarnos?
-Está muy claro. La Biblia dice “ojo por ojo y diente por diente”.

Creo que estoy enfrente de un pentecostal fundamentalista. Sus pastores eligen versos de la Biblia al buen tuntún y los dejan caer como les da la gana. Pero otra mujer me dice que es católica y que ella tampoco quiere a los musulmanes.

-Señora, pues cuando el Papa Francisco estuvo aquí a finales de 2015 nos dijo que cristianos y musulmanes tenemos que tratarnos como hermanos.

Pero lo que me impresiono más fue ver a dos soldados ruandeses, creo entender que uno era hutu y el otro tutsi, acercarse a los jóvenes sonriendo y empezar a contarlos que en su país fue peor que en Centroáfrica pero que se han reconciliado y ahora viven en paz.

Y, para rematar el día, antes de volver a sus casas, un antiguo comandante de los antibalaka cogio el megáfono, y con todo el valor del mundo, dijo que el tiempo de la guerra ha pasado y que todos los centroaficanos tienen que perdonarse y vivir en paz.

Por si las moscas, dijimos a los musulmanes que montaran en nuestros coches y les llevamos de vuelta a su barrio. Cuando nos despedimos, no dejaban de estrecharnos la mano una y otra vez y darnos mil veces las gracias.

En una breve reunión con los líderes del quinto distrito, acordamos dedicar más tiempo a sensibilizar a los jóvenes y a los que están en contra del regreso de los musulmanes. La próxima vez iremos a limpiar una de las iglesias destruidas, y tal vez cuando vean a decenas de musulmanes trabajando, conseguiremos que los escépticos se convenzan.