Hace un par de días que he visto Django desencadenado (Django Unchained), la última obra de Tarantino. Pero antes de meterme a desmenuzarla de cabo a rabo, permitidme aclarar que si bien Pulp Fiction se cuenta entre mis tres filmes favoritos (concretamente junto a Forrest Gump y Apocalypese now), el resto de trabajos del famoso cineasta de Tennessee no me entusiasman de igual modo. A ver, tampoco me malinterpretéis: no digo que no me gusten, ni mucho menos (de hecho la mayoría me parecen bastante entretenidas y en general muy originales). Sólo digo que para mí no alcanzan el extraordinario nivel de la citada Pulp Fiction. Y que conste que esa no es más que una apreciación personal y subjetiva.
Sin embargo, cuando vi Django Desencadenado, y a pesar de no ser precisamente el Western un género que me vuelva loco, debo admitir que la película me sorprendió muy gratamente. De entrada, es que tampoco la veo como un Western al uso. Es innegable que explota muchos de los recursos habituales del género, cierto (resulta obvio el homenaje que el director tributa al denominado Spaghetti Western que tan buenos resultados le diera a Sergio Leone o Sergio Corbucci) pero hay que admitir que el hecho de hacerlo con ese estilo tan sumamente personal, casi una marca registrada ya del universo tarantiniano, logra dotar a la cinta de un envidiable ritmo narrativo capaz de hacer que al final sus 165 minutos... ¡incluso se te hagan cortos! (lo cual ya me parece una auténtica hazaña de por sí).
Sobra decir que esto en modo alguno sería posible sin un argumento tremendamente original (que aúna drama, acción a raudales y ciertas pinceladas de comedia), todo ello sustentado con unos diálogos chispeantes y unas interpretaciones de lujo.
Así, encontramos a un solvente Jamie Foxx en la (castigada) piel de Django, el esclavo sureño al que cierto imprevisto le otorga la posibilidad de cambiar su destino. Cabe mencionar que este actor es también el que encarnará a Electro en la próxima película de Spider-Man.
Mención aparte merece la memorable actuación del gran Christoph Waltz (que ya trabajara a las órdenes de Tarantino en Malditos bastardos). El austríaco interpreta aquí a cierto caza-recompensas tan eficaz como charlatán, y a la sazón artífice (relativamente casual) de la oportunidad que encuentra Django para recuperar la vida que le ha sido arrebatada.
El rol de Leonardo DiCaprio es el del gran villano de la trama, de nombre Calvin Candie, dueño y señor de una plantación esclavista. Hay que admitir que el tipo lo borda, y por si acaso a alguien le quedaba la duda de si estaba en esto del Show business sólo por su cara bonita, esta película lo redime de una vez por todas, o al menos debería hacerlo. Fijáos si lo hace bien, que llega un momento en que le coges tanto asco, que cuando quieres darte cuenta estás deseando que decida emprender un largo crucero en álgún trasatlántico con ínfulas de insumergible.
¿Y qué decir de la brillante actuación de Samuel L. Jackson, otro de los actores fetiche de Tarantino?. Me averguenza bastante decir lo que diré a continuación, pero lo cierto, amigos, es que tardé un rato en reconocerlo tras el personaje de Stephen (el repulsivo lacayo de Candie) ... ¡menuda labor la del departamento de maquillaje! (aparte del mérito del actor, claro, que como aquí camina medio encorvado, consigue situarse en las antípodas del paso firme y majestuoso de su también estupendo Nick Fury).
También me gustó especialmente la banda sonora (en la que incluso participa el genial Ennio Morricone con un tema creado ex profeso para la ocasión), pero tratándose de un film de este director, difícilmente podría ser de otro modo.
En resúmen: que Django desencadenado es desde ya mismo mi segunda peli favorita de Tarantino (sólo por detrás de mi adorada Pulp Fiction). Le doy un 8.