Al salir de Breiðdalsvík, donde estaba nuestro hotel, empezamos nuestro camino hacia el sur y nuestra primera parada para estirar un poco las piernas y tomar un cafe fue el pequeño pueblo de Djúpivogur.
Fundado en 1589, su industria se estableció en torno a la pesca pero debido a la riqueza que posee en cuanto a la cantidad de aves que se pueden observar aquí, es un tesoro para los amantes de los pájaros. Esto ha llevado a que se contruya un par de pequeños hoteles y a que prospere la actividad turística en el pueblo.
Nosotros sólo estábamos de paso pero aprovechamos nuestra fugaz visita para ver una escultura al aire libre del artista Sigurður Guðmundsson. La obra se llama “Eggin í Gleðivík” y consiste en 34 huevos hechos en diferentes tipos de granito que representan las 34 especies de aves que anidan en la zona.
También hay que mencionar que cada huevo es diferente al anterior en forma, color y tamaño. –Cómo verán no son pequeños–
Las otras dos cosas que pudimos ver en el pueblo fue la tienda de recuerdos o “la casa del terror” como la apodamos nosotros con esos esqueletos de ballenas en la entrada nos dió un poco de yuyu pasar la entrada pero al final el local de dentro estaba cerrado ese día.
Y ya para acabar ¿qué me dicen de la “mascota” de la policía del pueblo? Impresionante. 😉
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