“Dō. El camino japonés de la felicidad”, de Junko Takahashi

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«Junko Takahashi nos abre las puertas de la ancestral sabiduría japonesa para ayudarnos a descubrir la esencia de la plenitud,
la armonía y la felicidad.»

Cubierta de: ‘Do. El camino japonés de la felicidad’

Tras el éxito nacional e internacional de El método japonés para vivir 100 años (traducido a más de 8 idiomas), la periodista y escritora Junko Takahashi recorre en su nuevo libro el camino para descubrir los secretos japoneses hacia la plenitud, la armonía y la felicidad.
En japonés, el ideograma significa «camino». Unido a otras palabras, simboliza diferentes artes, disciplinas y deportes; pero no solo eso: también refleja las maneras de vivir, sentir y actuar de los japoneses. A través del sorprendente mundo del kōdō, el camino del incienso; el kadō, el camino de las flores; el kyūdō, el camino del arco; el shodō, el camino de la caligrafía, y el sa o chadō, la ceremonia del té, a través de . El camino japonés de la felicidad podremos acercarnos a la fascinante filosofía del país nipón, basada en una estética sencilla que resalta la belleza de la imperfección y en la sabiduría del ahora.

Tal y como explica la autora de . El camino japonés de la felicidad, cada uno definimos nuestra propia felicidad, pero el deseo de alcanzar la paz interior es común a todos nosotros. ¿Cómo conseguirla? A través de la meditación, practicando deporte, viajando, abstrayéndonos en las cosas que disfrutamos y, también, mediante las artes tradicionales japonesas, las cuales se entienden como el recorrido que se hace al aprender una materia con el objetivo de llegar a un nivel más alto. Sin embargo, el aprendizaje, en realidad, nunca termina, así que a través del no solo se consigue dominar la técnica, sino que también es una fuente de crecimiento personal.

«En Japón, el camino de las artes tradicionales nos lleva a la
paz interior y es un aprendizaje que siempre
enriquece la personalidad de quien lo practica».

Las artes tradicionales japonesas han conservado sus raíces sin dejar de evolucionar durante 700 años. Y, tal y como explica Junko Takahashi, en este largo tiempo numerosas personas se han dedicado a ellas. No solo los iemoto (maestros principales) de las diversas escuelas y sus practicantes, sino también los artesanos que han fabricado o cultivado los instrumentos, los utensilios y los materiales —como las flores, el té y los dulces— aplicando unas técnicas que se han transmitido de generación en generación durante siglos. La producción de chasen, los batidores de bambú para el té, es un buen ejemplo. Los chasen tienen entre 80 y 120 puntas y se hacen a partir de un pedazo de bambú. Casi todos estos batidores se producen desde hace más de 500 años en un pequeño pueblo, Takayama. Los secretos para su fabricación pasan de padre a hijo desde que se recuerda.

 En . El camino japonés de la felicidad, la autora hace un repaso histórico y práctico de cada una de las artes que aborda, destacando un origen común: las artes marciales y las artes tradicionales que incluyen el término dō en sus nombres tienen una fuerte influencia del budismo zen, considerada una religión práctica, ya que nos enseña a encontrar la iluminación espiritual a través de la experiencia. Además, los elementos estéticos del zen, definidos por el especialista en budismo y gran pensador Shin’ichi Hisamatsu (1889-1980), influyen en el camino de las artes tradicionales: la asimetría, la simplicidad, lo marchito, la naturalidad, vivir con la mente libre, el misterio y la profundidad y la serenidad. De esta forma, en las artes japonesas se da especial importancia a los espacios, porque se entiende que también forman parte de las obras como en el caso de la caligrafía; o se destaca la belleza del paso del tiempo, algo visible en las plantas marchitas usadas en los arreglos florales. También para disfrutar del se requiere quietud.

«El zen nos enseña a ver las cosas tal y como son.
La belleza existe donde no hay intención».

Teniendo en cuenta la esencia de la estética japonesa, Junko Takahashi ha comprobado que se puede alcanzar la paz interior ejercitando estas artes de la mano de reconocidos maestros y escuelas tradicionales. Excepto el shodō, que la autora llevaba practicando algunos años para mejorar su escritura, nunca había aprendido ninguna de las materias que recoge en el libro precisamente porque le parecían demasiado duras y estrictas. El resultado ha sido esta nueva obra, repleta de anécdotas, testimonios de maestros y enseñanzas aplicables a nuestra cotidianidad y desarrollo personal.

Lee y disfruta de un fragmento del libro.

Junko Takahashi

La autora:
Natural de Osaka, Takahashi vive en Tokio y, además de escribir libros, esta periodista asesora a otros compañeros de profesión extranjeros. Desde que ha aprendido las artes tradicionales que repasa en su libro, la autora de Dō. El camino japonés de la felicidad lleva una vida más lenta y sencilla. «Si tiene interés en aprender alguna de ellas y quiere hacerlo a la manera japonesa, ponga su corazón en ello. Piense en hacer que las flores brillen, en preparar el té pensando en quién lo va a beber. De esta manera, su vida será feliz y se hará realidad este proverbio zen: Nichi nichi kore kojitsu. O lo que es lo mismo: Cada día es un buen día», recomienda

El libro:
Dō. El camino japonés de la felicidad ha sido publicado por Editorial Planeta en su Colección No Ficción. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 240 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Finalmente, todo el mundo debe saber que las tres fases del aprendizaje de las artes del se resumen en el término shu-ha-ri:

  • Shu significa «guardar». Se trata de seguir fielmente las enseñanzas del maestro y practicar las formas y las técnicas básicas hasta dominarlas.
  • Ha significa «romper». Alude a romper la barrera de los conocimientos básicos y aplicar las estructuras y técnicas ya aprendidas para crear otras nuevas.
  • Ri significa «separar». Consiste en liberarse de las raíces y crear nuevas formas o escuelas.

Aunque las dos últimas fases nos impulsan a separarnos de las estructuras y técnicas aprendidas, solo llegamos a ha y ri si adquirimos las bases recogidas en el shu. Como dijo Sen no Rikyū: «Las prácticas son para aprender del uno al diez. Cuando se llega al diez, hay que volver al uno».