La foto recoge el aire de Atenas un día de este invierno, densos humos provocados por la combustión de leña, combustible usado para calentarse a falta de energía eléctrica y gas consecuencia de las penuarias de amplias capas de la población griegas. Grecia gastó mucho, es cierto, pero desde la entrada en el euro ha sido inundada por créditos procedentes de los excedentes de liquidez europeos que pretendían hacer buenos negocios lo cual facilitaba gastar. Tras la explosión todos deberían haber asumido su parte de culpa, pero los acreedores, prestamistas, no aceptan su particular responsabilidad de error, -negocio equivocado- y lograron que todo recayera en los pueblos. Existe una responsabilidad doble en la orgía de créditos preámbulo de la crisis, por un lado quienes pedían dinero para gastar improductivamente, por otro quienes prestaban por sus excesos de liquidez porque obtenían amplios beneficios y alimentaban con ello a los deudores que tenían dinero para dilapidar. Unos gastaban porque otros les ponían dinero en las manos fácilmente, sin asumir los riesgos de la operación, cuando todo estalló, ambos, acreedores y deudores, no asumieron sus respectivas responsabilidades. Si un inversor presta, invierte, si el negocio va bien se lleva ganancias a su bolsillo, si presta en malas condiciones, sin considerar riesgos y le va mal, las pérdidas las paga la ciudadanía a través del Estado, lo público paga los errores privados, consumando una estafa. Este comportamiento además de inmoral, -religiosos ¿donde están?- plantea distintas varas de medir la libertad y posición dominante sesgada rompiendo la supuesta igualdad de mercado, la realidad ha mostrado falsas las teorías sobre los mercados que enseñan en escuelas y universidades, en esta ocasión a costa del sufrimiento de los griegos, ya que el pago de los intereses de las ayudas que recibieron para tapar los agujeros de los acreedores que no asumieron sus riesgos, necesitaba de recursos públicos que salían de recortes, tras recortes.
El problema es que estos costes ya se produjeron, y no pueden utilizarse ahora como argumento válido para justificar una hipotética salida del euro basado en sacrificios pasados, aunque sirvan como elemento de presión para lograr mejores condiciones de ayuda futura, en la medida que muestran el error de políticas anteriores y su necesidad de cambio, ya que la deuda sigue impasible.