Las matemáticas de este concierto no engañan: 25+1=13x2, veinticinco años y un día del debut de nuestra OSPA en el Teatro Campoamor, heredera de la Orquesta Sinfónica de Asturias y otras formaciones que nos retrotraen hasta la Segunda República (más de 80 años), y dos veces trece pues "no soy supersticioso que da mala suerte", día del mes y número abono de la temporada "de Plata" que trajo cosas muy buenas cual regalos de aniversario con oro puro: dos retornos al auditorio y a la orquesta de los asturianos como el director americano Andrew Grams, un violinista que se subió al podio entendiendo desde su experiencia a sus compañeros, sacando lo mejor de ellos dos años después, y el grandísimo e internacional cellista alemán-canadiense Johannes Moser que hace ya ¡siete años! nos dejase con el maestro Griffiths un Schumann increíble, un viaje que pasaba de nuevo por Oviedo con dos obras evocadoras y cercanas para un auditorio con demasiadas butacas vacías, supongo que cuestión de festividades (próximo "martes de campo" en Oviedo).
"El Bach de Rostropovich" siempre es un regalo y sirvió para seguir recordándole con una personal versión de la Sarabande de la Suite nº 1, más tocada que sentida con la vuelta al intimismo del cello llenando el auditorio de serenidad y dedicada (así me pareció entender) a la hija recién nacida de Adolfo Rascón.
El momento de la formación en esta recta final de temporada sigue siendo admirable, y tener directores al frente con quienes se entienden y conocen, se traduce en conciertos donde el público sale feliz, estos viajes siempre subjetivos por personales y compartidos desde la calidad. Y el próximo viernes 20 seguimos de cumpleaños puramente sinfónico con el regreso del querido Max Valdés, Sibelius, Hindemith y Brahms que contaremos como siempre desde aquí.