Bajo el título de “Il profondo sentire dell’anima”, Nasillo planteó un recorrido por algunas de las primeras y más desconocidas piezas escritas para violonchelo solo, que sirvieron para demostrar las posibilidades armónicas y rítmicas que este instrumento de cuerda podía presentar en la música barroca italiana, desde las más sobrias y serias ricercate o ricercari de autores como Giovanni Battista Degl’Antonii, Domenico Gabrielli o Domenico Galli, hasta piezas de mucho mayor lucimiento virtuosístico como la tarantella y romanella de Giulio de Ruvo, la toccate de Francesco Paolo Supriano, o los caprichos de Giuseppe Maria Dall’Abaco y Carlo Graziani, obras que desfilaron con algo de dificultad a la hora de seguir el programa, por la división en diversas partes que caracterizaba a varias de ellas. Pese a lo rebuscado del repertorio seleccionado, el chelista italiano, que exhibió una cálida sonoridad y un alto lucimiento técnico, no decepcionó al público congregado en la pequeña nave de la iglesia convertida en sala de exposiciones, regalando como propina la Allemande de la Suite nº 1 para chelo solo de Bach.
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