«Doce abuelas», de Pablo del Río

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«Tengo la sensación de que solo demostraba pasión sobre el teclado de un piano. Un gran talento que escondía una penosa vulnerabilidad. A pesar de que viajaba por medio mundo, su cabeza nunca salió de Ribadesella. Desde aquel verano trágico permaneció encallada en ese mar furibundo, presa de una nostalgia imperecedera.»

Reseña escrita por Maudy Ventosa.

Tras dedicar años a la docencia y más tarde al periodismo, Pablo del Río se estrena como escritor con una novela neo noir. Su ópera prima lleva por título Doce abuelas y ha sido publicada por Maeva.

Son los personajes principales, Genoveva y Adolfo, los encargados de narrar la historia en primera persona, utilizando en algún capítulo flashback para viajar a un pasado que nos lleva a entender el presente.

Pablo del Río sitúa la acción en el enclave maravilloso de la costa asturiana, que actúa como un personaje más; un lugar magnífico, bello y abrupto cuando el sol alumbra el paisaje; sobrecogedor si lo envuelve la niebla y el mar Cantábrico desata su ira contra los acantilados rocosos. Abundan las leyendas sobre náufragos, sobre marineros que no volvieron, sobre viudas que cada tarde miran el horizonte en busca de los seres queridos desaparecidos y que el mar se empeña en no devolver al hogar, porque es duro enterrar a un marido, pero más difícil es ponerle el sudario a un fantasma. Así nace la leyenda de las Doce abuelas, doce esposas que el dolor, la incertidumbre y la espera convirtió en abuelas tras un mes de espera. Los lugares por los que transita la historia son Ribadesella, colonizado desde el paleolítico y con una orografía diversa, un río, montes escarpados próximos al mar, macizos kársticos y un litoral en el que se alternan las playas, las praderías, los pedrales y los acantilados; los Acantilados del Infierno, altos farallones que se asoman al mar; bufones de Pría, fenómenos naturales originados por el efecto de la erosión del mar y la lluvia en la roca caliza, dando lugar a grietas y chimeneas que conectan el mar con la tierra. El golpe del oleaje en calma contra los acantilados provoca la expulsión del aire comprimido en las galerías, sin embargo, en días de fuerte marejada aire y agua escapan al exterior a gran presión con chorros de agua que alcanzan gran altura; Llanes, con impresionantes acantilados y numerosas playas; Tereñes, Berbes, la Playa de la Vega o la del Portiellu y, sobre todo, el mirador de El Frondil, a pocos kilómetros de Ribadesella, que es donde aparece el cadáver del internacional y virtuoso pianista Ricardo Manrique. Un lugar especial para él desde pequeño, donde pasaba las tardes ensimismado coleccionando insectos mientras sus padres hacían submarinismo y pescaban pulpos. Un mirador desde el que no se ve el mar cuando cae la niebla… ¿Qué miraba Ricardo? Porque nadie sube al mirador si no hay nada que mirar.

Estamos en 2018, es Navidad y como cada Nochebuena, Ricardo va a visitar a la tía Mercedes, la mujer que renunció a tener una vida propia cuando sus padres perecieron en un accidente. Se convirtió en madre, padre y psicóloga de él y de su hermana Beatriz. Una anciana afable que vive en una casa con huerto, que se cae a pedazos, rodeada de fotografías que llenan su soledad. El vermú con sus amigas también ayuda, a pesar de las piernas cansadas y la cabeza un poco embotada que acarrea. Su querido sobrino llegará pronto, como cada 24 de diciembre. Cuando lo ve sentado al piano, su corazón da un grito de alegría, hasta que le abraza y se da cuenta de que está congelado, muerto… ¿Quién va a creer a esta vieja que huele a alcohol cuando baja despavorida al cuartel de la guardia civil? Por supuesto, nadie, porque a veces los deseos nos juegan malas pasadas. Y si le añadimos que esta mañana seguramente se ha recorrido todos los bares del pueblo…

En Madrid, Genoveva, la esposa de Ricardo, espera nerviosa noticias de su marido, un hombre previsible que siempre avisa si se retrasa. Pero no contesta al teléfono y la angustia va ganando terreno a la desazón.

Pronto comenzará la búsqueda de la verdad, porque la explicación oficial no bastará para Genoveva y Adolfo cuando sus vidas se cruzan dos veces si reconocerse. Juntos se convertirán en sabuesos implacables que verán sospechosos en cada persona que rodeaba la vida opaca del pianista.

Giros insospechados hasta el final, aventuras increíbles, celos, venganza, corrupción, humor. Doce abuelas, cuenta con los ingredientes necesarios para que el lector también quiera jugar a policía. Y desde luego, volver a recorrer con detenimiento los lugares por los que transcurre la trama.

Seguro que, al final, tratar de olvidar no tiene que ser un síntoma de derrota, sino de adaptación… Y, hasta la próxima.

PERSONAJES:

  • Ricardo Manrique siempre ha tenido un aire ausente; su pelo es ensortijado y sedoso. Es un hombre formal, educado; un músico de prestigio, excepcional, nada común. Tiene 34 años. Frente al piano se transforma.
  • Genoveva, su mujer, es guapa sin deslumbrar. Rubia. Violinista. Sus ojos son del color de las espigas de trigo cuando empiezan a ponerse doradas. Lleva una vida cómoda, sin sobresaltos.
  • Adolfo Becerra es monitor de esquí. No es la primera vez que le despiden del trabajo, la última el día de Nochebuena por conducta inadecuada con los clientes. Sobrepasa los cuarenta. Publica en Instagram imágenes de objetos viejos desvencijados y en los que nadie repararía. Alto y delgaducho. Transmite una virilidad desganada y en cierto modo seductora. Su humor se sitúa entre lo irónico y lo melancólico.
  • Mercedes, la tía, ha hecho de madre, padre y psicóloga de Ricardo y Beatriz. Renunció a tener vida personal por cuidarles.
  • Irina es rusa. Tiene un precioso rostro alargado, de mandíbula y nariz afiladas, ojos de un azul eléctrico sin contaminar por la invasión de grises o verdes que maticen ese color tan puro. Es inteligente, brillante y especial.

Y Beatriz, la hermana y manager de Ricardo. Son como gemelos. Se necesitan mutuamente; y Paredes, el sargento de la guardia civil de Ribadesella, de patillas largas y orejas diminutas, pero con pliegues muy marcados; y Carla que tiene una larga melena rubia y fue el primer amor de Ricardo; y Mauro, que se comporta de manera educada y afable; de joven se dedicaba a la hostelería, un chiringuito en la playa de la Vega. Ahora es ganadero. Sus manos encallecidas son las de un trabajador, no las de un delincuente. Su hijo Víctor es amigo de Ricardo y también tocaba el piano de niño; ahora es poco sociable, con un carácter avinagrado, y muchos más…

Lee y disfruta de las primeras páginas de la novela.

El autor:
Pablo del Río (Palencia, 1964) es licenciado en Filosofía por la Universidad autónoma de Madrid e inició su trayectoria laboral como profesor de Filosofía y Ética en diversos centros de Secundaria. En paralelo experimentó una gran atracción por el cine, hasta el punto de cambiar la docencia por el periodismo. Después de trabajar en la redacción de varias revistas profesionales de cine y televisión, en 2006 fundó su propia cabecera, Cameraman, desinada a divulgar los aspectos técnicos de la imagen cinematográfica. Como el lenguaje técnico exige contención y objetividad, empezó a escribir en horas robdas al sueño para contrarrestar esas severas descripciones. Doce abuelas es la primera novela que publica.

El libro:
Doce abuelas ha sido publicado por la Editorial Maeva en su Colección Maeva Noir. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 416 páginas.

Como complemento pongo un vídeo en el que Pablo del Río nos habla de su libro Doce abuelas.


Para saber más:
https://www.facebook.com/pablo.delriogarcia.5

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