Doce retratos de un gato, de Walker Evans

Por Nazarinasociacion

El magnífico fotógrafo estadounidense Walter Evans nació en 1903 en Saint Louis, Misuri, y falleció en 1975 en New Haven, Connecticut. Es uno de los padres de la tradición documental en la fotografía estadounidense y supo plasmar el presente como si ya fuera el pasado. Durante cincuenta años, desde finales de los años veinte hasta principios de los setenta del siglo pasado, se dedicó a retratar Estados Unidos con tremenda precisión y sensibilidad, creando una colección de proporciones enciclopédicas. Sus fotografías de personas, casas de pueblos, iglesias rurales, barberías y cementerios transmiten un profundo respeto por los ciudadanos de a pie y le transformaron en uno de los más notables documentalistas estadounidenses.

Desde pequeño hacía fotos de su familia con una pequeña cámara Kodak. Después de trasladarse a Nueva York, empezó a trabajar en librerías y en la Biblioteca Pública de esta ciudad, lo que le permitió dar rienda suelta a su pasión por T. S. Eliot, D. H. Lawrence, James Joyce, E. E. Cummings, Charles Baudelaire y Gustave Flaubert. Después de pasar todo el año 1927 en París, regresó a Nueva York con la intención de ser escritor, pero la fotografía seguía atrayéndole y no tardó en cambiar de idea.

Sus primeras obras están influenciadas por el modernismo europeo, pero pronto empezó a desarrollar un estilo más realista, más cercano. Trabajó sin cesar durante los años de la Gran Depresión y en 1935 aceptó la oferta del Departamento de Interior para fotografiar a una comunidad de mineros sin trabajo en el oeste de Virginia. Poco después, el Departamento de Agricultura le contrató como “especialista informativo” para fotografiar la vida en pueblecitos y así demostrar que el Gobierno Federal intentaba mejorar la vida de las comunidades rurales durante la Depresión. Eso le permitió recorrer el país y realizar fotografías únicas en compañía de otros grandes, como Dorothea Lange, Arthur Rothstein y Russell Lee, entre otros.

En 1936 viajó a Alabama con su amigo el escritor James Agee, que debía escribir un artículo sobre los aparceros para la revista Fortune. De este recorrido nació el impresionante libro “Let Us Now Praise Famous Men” (Alabemos ahora a hombres famosos), publicado en 1941, de 500 páginas de texto y fotos en torno a tres familias de granjeros.

Entre 1938 y 1941 realizó una notable serie de retratos en el metro de Nueva York que no fueron publicados hasta 1966 en el libro recopilatorio “Many Are Called” (Muchos se llaman). Se trataba de 86 fotografías realizadas con una Contax de 35 mm que llevaba atada al pecho y con el objetivo escondido entre dos botones de su abrigo para que no se viera.

Desde 1934 a 1965, más de 400 fotografías suyas ilustraron 45 artículos publicados en la revista Fortune, de la que fue editor; asimismo, escribió muchos de los textos que acompañaban a sus fotos. En 1965 fue nombrado profesor de Fotografía en la facultad de Arte de la Universidad de Yale.

En 1973, debido a su frágil salud, empezó a usar la innovadora Polaroid SX-70 hasta su muerte, acaecida dos años después. Al igual que otros fotógrafos de la época, como por ejemplo Henri Cartier-Bresson, no solía pasar mucho tiempo en el cuarto oscuro y se limitaba a dar algún que otro consejo mediante notas adjuntas a la película.

Pero quizá os preguntéis por qué hablamos de Walker Evans en nuestro blog. Simplemente porque realizó una serie de fotografías titulada “Doce retratos de un gato” en un corto lapso de tiempo a finales de los años cuarenta o principios de los cincuenta. Ignoramos el nombre del gato, que siempre es el mismo. En todos los retratos, excepto en uno donde es muy joven, tiene la misma edad, probablemente de diez a doce meses. Solo hemos encontrado diez fotos, y es probable que entre estas haya tres que no pertenezcan a la serie; serían la del gatito, una donde está a contraluz en la ventana y la de los niños. La undécima foto es del autor. Miden 5,70 por 7,70 centímetros y son auténticas instantáneas donde el autor capta un momento fugaz de la vida del gato. Y todas ellas, sin excepción, nos parecen maravillosas.