Salomé Jashi propone una mirada más cercana a la propia naturaleza, deteniéndose en los árboles más que en los obreros, mirándolos con cierta admiración por sus vidas centenarias, retratando las copas de los árboles mientras son arrancados de la tierra. De forma que construye un admirable tributo a la naturaleza y a su resistencia frente a los caprichos millonarios. Pero también están presentes las sorprendidas miradas de los campesinos, que ven cómo estos admirables árboles con los que han convivido desaparecen ante su vista. Se les ofrece una compensación irrisoria, pero ellos se preguntan por qué en vez de arrancar árboles no se gastan el dinero en construir una carretera que es necesaria.
En su poética callada, en la contemplación de las imágenes sin entrevistas ni narración, Taming the garden es una película profundamente ecológica pero también profundamente política. A través de la migración forzosa de estos árboles se dejan caer pinceladas sobre la sociedad georgiana, sobre la concentración del poder en aquellos que tienen dinero, esos que no se preocuparán nunca por las necesidades de los campesinos. En su camino a través de la carretera hasta llegar a la mansión de Bidzina Ivanishvili, los grandes árboles necesitan espacio para avanzar, por lo que se decide talar todos los árboles que se encuentran en los márgenes del camino. Son las víctimas colaterales de un capricho.
Lamentations of Judas (Boris Gerrets, 2020) es la película póstuma de su director, fallecido el año pasado a los 72 años tras una larga enfermedad, mientras trabajaba en el montaje final de este documental. El realizador holandés saltó al panorama internacional con el mediometraje People I could have been and maybe am (Boris Gerrets, 2010), que sedujo al triunvirato de grandes festivales de documentales: ganó el Premio al Mejor mediometraje en IDFA, el Premio al Mejor Director en Visions du Réel y una Mención Especial en Hot Docs. Luego llegaron otros trabajos destacados como Shado'man (Boris Gerrets, 2014) y Your mum and dad (Klaartje Quirijns, 2019), en el que ejerció como co-guionista.
En su última película, Boris Gerrets regresa al continente africano a través de los soldados supervivientes del Batallón 32, un cuerpo de élite multirracial surgido de la descolonización de Angola, que realizaba incursiones militares para el gobierno sudafricano del apartheid. Era básicamente un grupo de soldados negros al mando de militares blancos que mataban a soldados y civiles negros. El Batallón 32, también conocido como Batallón Buffalo, se deshizo cuando Nelson Mandela accedió al poder, y sus integrantes fueron desterrados a Pomfret, una ciudad desértica en la que acabaron viviendo en la miseria. Aunque siguieron realizando trabajos como asesinos a sueldo, su avanzada edad ya les ha convertido en mendigos de sus propios recuerdos.
El director reflexiona sobre el sentimiento de culpa elaborando una representación de la pasión de Jesucristo, convirtiendo a Judas el traidor en un reflejo de los integrantes del Batallón 32. Y se pregunta (les pregunta) sobre la contradicción de luchar contra su propia raza, sobre el concepto de traición y sobre la posibilidad del libre albedrío en el escalafón militar. ¿Podrían los soldados romanos que capturaron a Jesucristo haberse negado, o estaban obligados a cumplir las órdenes?. Los ex-soldados actúan como apóstoles, y tienen la conciencia de que uno de ellos es un traidor. El director establece un paralelismo con algunos momentos de la propia historia de los integrantes del Batallón 32, obligados a incorporarse a la disciplina militar cuando tan solo eran unos niños.
Esta descripción del trauma y de las cicatrices de la lucha armada a través de una representación ficticia, mezclada con entrevistas a algunos de los ya ancianos ex-soldados recuerda a The act of killing (Joshua Oppenheimer, Christine Cynn, 2012), en su intento (en vano) de encontrar respuestas a la barbarie. La disposición de las entrevistas se asemeja a la de un interrogatorio: mesa aislada, vaso de agua, plano frontal, y en algunas ocasiones el interrogador tiene una cierta actitud enjuiciadora. Pregunta: "¿Siente que tiene el control de su vida?", Respuesta: "Si estas preguntas ya me hacen daño en el corazón, ¿cómo me sentiré cuando os cuente lo que he visto?". Los soldados, mercenarios, asesinos han sido verdugos y víctimas. La realidad es compleja.
El intento de deserción del marinero lituano Simas Kudirka en noviembre de 1970, en medio de las negociaciones entre Rusia y Estados Unidos por el reparto de la pesca en Nueva Inglaterra, se convirtió en una de esas historias que parecen más sorprendentes que la ficción. En The jump (GiedrėŽickytė, 2020), ganador del Premio al Mejor Documental en el Festival de Varsovia 2020 y presentado en otros festivales como Ji.hlava IDFF 2020, se nos cuentan las vicisitudes del marinero, que tuvieron una repercusión internacional, y sobre las que se pronunciaron los presidentes de los Estados Unidos Richard Nixon y Gerald Ford, o el Secretario de Estado Henry Kissinger. Este es el tercer largometraje de GiedrėŽickytė, que ha sido productora de algunos documentales notables como The Earth is blue as an orange (Irina Tsilyk, 2020).
Hay dos elementos que juegan a favor de la película: el propio Simas Kudirka, un anciano lleno de vitalidad que narra sus aventuras como si estuviera contando una película de indios, y la estructura narrativa en tres actos, que se detiene primero en todo lo que rodeó al intento de deserción, después en su permanencia en prisión y los intentos de activistas norteamericanos por liberarle, y finalmente en el proceso para conseguir la nacionalidad estadounidense. Es por tanto un documental que utiliza con inteligencia la información y las entrevistas, en el que la directora dosifica bien las revelaciones para crear giros de guión propios de un thriller, y que nos contagia esa vitalidad de su protagonista. Pero hay un trasfondo más interesante que tiene que ver con la realidad del "sueño americano", con la aspiración a un lugar idílico que al final se revela como menos fascinante de lo que parecía.
SESIONES ESPECIALES
Si The Capote tapes (Ebs Burnough, 2019) nos descubre reflexiones en torno a la personalidad del escritor Truman Capote, Truman and Tennessee: An intimate conversation (Lisa Immordino Vreeland, 2020) se detiene en la relación de amistad "con altibajos" que mantuvieron los dos grandes escritores. La directora, Lisa Immordino Vreeland, tiene ya experiencia en el retrato de personajes como el documental Diana Vreeland: La mirada educada (2011), dedicado a la reconocida editora de moda, abuela de su marido, o Peggy Guggenheim: Art addict (2015), pero sobre todo con I love you, Cecil Beaton (2017), su película con mayor reconocimiento internacional. Para establecer esta "conversación íntima", la directora utiliza textos escritos por los dos autores junto a imágenes de archivo de entrevistas en programas de televisión. Y realmente no se establece un diálogo directo entre ambos, porque de hecho hay pocas referencias del uno al otro, excepto cuando hicieron un viaje junto a sus respectivas parejas a Capri, o cuando la revista Esquire publicó el capítulo "Unspoiled monsters" de la novela Plegarias atendidas (1987), que Truman Capote dejó inacabada antes de su muerte. Tennesse Williams montó en cólera porque se vio reflejado en el personaje de Mr. Wallace, uno de los clientes de un servicio de gigolós.
Por el contrario, lo que hace la directora es establecer una serie de temáticas paralelas entre los dos autores, creando un debate ficticio que está interpretado por las voces en off de Jim Parsons como Truman Capote y Zachary Quinto como Tennessee Williams, a través de textos o de cartas. Es una interesante propuesta que utiliza la obra y la vida de ambos para mostrar sus reflexiones en torno a la homosexualidad, la promiscuidad, el amor o la amistad. En este sentido, el documental se enfoca de forma muy notable en las vidas privadas de ambos escritores, aunque elaborando también un recorrido por su obra, pero el paralelismo se detiene sobre todo en cómo ambos afrontan las cuestiones más personales. Es inteligente la forma de vertebrar este paralelismo a través de dos entrevistas concedidas por cada uno de ellos al periodista David Frost, a través de las cuales se consiguen los momentos más llamativos del documental.
Pero también es espléndido el trabajo de montaje realizado por Bernardine Colish y la propia directora que saca partido de las imágenes de archivo y de los fragmentos de adaptaciones al cine de las novelas de ambos escritores, ante las que ambos muestran algunas decepciones. Dice Tennessee Williams que "la mayoría de las películas se hicieron durante una época de fuerte censura en los EE.UU. y había que cambiar los finales, algo que casi contradecía el significado de las obras. A no ser que hubieras visto la obra, no podías entender a través de la película de qué trataba. Así que siempre advierto a la gente que va a ver una película basada en una obra mía, que se salga cinco minutos antes del final". Truman Capote, por su parte, vio como sus sugerencias no eran atendidas para la adaptación de Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961): "Marilyn Monroe era la actriz perfecta para el personaje. Pero Paramount me engañó y le dio el papel a Audrey Hepburn, aunque hizo un trabajo fantástico". El documental se beneficia de la personalidad de ambos creadores, construyendo una relación fascinante que mantiene el interés constantemente. Truman Capote y Tennesse Williams murieron con 18 meses de diferencia. La última vez que se vieron fue poco antes de la muerte del segundo. Al despedirse, Truman Capote le dijo: "Nos vemos en el paraíso".
DOC-U
En España hay 1,7 millones de personas que tienen algún tipo de discapacidad, y 63.000 con discapacidad intelectual. Las consecuencias que el confinamiento debido al coronavirus ha tenido en estas personas, mucho más vulnerables a la cuarentena, se ha estudiado solo de forma parcial. En Dancing with Rosa (Roberto Muñoz Rupérez, 2021) las protagonistas son Rosa, suegra del director, y su hija Eva, con síndrome de Down que, a sus más de cincuenta años, ha visto afectado en parte su carácter y su personalidad por el hecho de no poder acudir a sus clases y estar encerrada en casa. Pero Rosa se enfrenta a la necesidad de encontrar una residencia donde Eva pueda tener los cuidados necesarios, porque a sus 84 años ya tiene más dificultades para cuidar a su hija. Es el drama de los miembros de la familia que deben cuidar a las personas dependientes, como también hemos visto recientemente en He's my brother (Cille Hannibal, Christine Hanberg,2021). Para Rosa, su forma de refrescar la mente, mientras Eva duerme o está en el centro de educación, es visionar conciertos de los Bee Gees o de Neil Diamond, que le permiten aislarse de las preocupaciones por unos minutos. El documental, producido por La Casa del Cine, se acerca con admiración y con mimo a una mujer que ha sacrificado su vida por su hija, y es un emocionante homenaje a las familias con hijos dependientes.
Dolores Iturbe Arizcuren es una de esas mujeres que lucharon activamente por establecer un lugar digno para el género femenino en el trabajo. Sindicalista y anarquista, forma parte de esa lista de nombres que no están en las primeras páginas de los libros de Historia, pero cuya trayectoria vital es digna de admiración. En el cortometraje Dolores (Allison Figueroa Rojas, Elda Isavelina Ortiz Rivas, Martín Farías, 2021), que pertenece al Máster de Documental Creativo de la Universitat Autònoma de Barcelona, se reivindica la figura de esta activista desde los recuerdos de las imágenes de archivo. No hay mucha documentación audiovisual de Dolores, por lo que se opta por utilizar diversos recursos narrativos con imágenes de archivo de diferentes procedencias. Este aspecto visual es lo más interesante del cortometraje, con algunas ideas brillantes que expresan más que las palabras, pero se sostiene en un relato con voz en off en inglés que consigue justo lo contrario que la creatividad de las imágenes. Es un texto continuo, persistente, tedioso, que juega en contra de los hallazgos visuales, que boicotea las posibilidades creativas de la historia de una sindicalista que dio prestigio a la presencia de la mujer en las actividades anarquistas.
Otro documental que encuentra dificultades desde la narración textual es La ermitaña (Anna hanslik, 2020), que también forma parte del Máster de Documental Creativo de la Universitat Autònoma de Barcelona. En este caso, la necesidad de convertir un documental sobre una mujer que vive en soledad en la sierra de Montsat en una propuesta más ensayística proviene de la imposibilidad de rodar tal como estaba previsto, debido al comienzo del confinamiento. De forma que la directora tomó la decisión de utilizar imágenes grabadas durante solo tres días antes que el rodaje se interrumpiera, pero narrando una serie de reflexiones. La propuesta es interesante, y sobre todo encomiable la capacidad de reconstruir la idea original en algo completamente diferente. Se establece un paralelismo entre la soledad voluntaria de Montserrat, que sin embargo es una mujer extrovertida a la que le gusta conversar, con el aislamiento impuesto. Pero está más lograda la mirada hacia el personaje que la mirada interior, es menos sugerente el punto de vista en primera persona que el punto de vista en tercera persona.