Doctor Jekyll y Mr... hazme caso

Por Sandra @sandraferrerv
Los niños son seres exigentes. Exigen que les cuides, que les alimentes, que les quieras, que les acunes. Sin ningún tipo de maldad, porque no creo en la mala leche innata en un niño que no tiene referentes de la misma, nuestros hijos nos exigen de mil maneras, que no les dejemos de lado. ¿Por qué? Primero por puro instinto de supervivencia, después, simplemente porque nos quieren, y quieren estar con nosotras. Este amor incondicional a veces se puede convertir en algo de lo más desagradable. Esta tarde me he dado cuenta de algo que hace tiempo que vengo constatando. Momentos tranquilos, jugando los tres en el suelo, algún que otro contratiempo, no empujes a tu hermana, no lances el coche por los aires, pero en general, como la seda. ¡Din don! Visita del abuelito. Además de jugar con sus nietos, inevitablemente entabla una conversación conmigo. ¡Craso error! Aquel niño educado, amoroso, mami por aquí, mami por allá, se convierte en una suerte de monstruito. Primero haciendo monerías para llamar la atención, luego llamándome directamente, mama, mama, mama, mama. Un momento, que estoy hablando... En el "un" ya ha desconectado y ha activado la sordera selectiva esa que sufren todos los niños (y que se cura en cuanto les dices ¿Quieres un chupa-chups?).Las "monerías" van in crescendo. Hasta que la estancia se convierte en una suerte de loquero. Al final, la conversación ha quedado a medias y las monerías se han multiplicado.Cuando nos hemos vuelto a quedar solos, mamá, me lees el cuento...? Sentadito en el sofá a mi lado, como un angelito. Qué casualidad. No justifico la actuación de mi hijo. De hecho, esta y muchas otras veces, pero ahora con más argumentaciones porque ya me empieza a entender (aunque haga como que no va con él) le explico que no se ha comportado, que tiene que dejar que hable con otras personas y que tiene que aceptar que haya momentos en los que no le hago todo el caso que el querría. Pero como ya he dicho en alguna otra ocasión, buena parte de los malos e inadecuados comportamientos pasan por una llamada de atención por parte de nuestros hijos. Poco a poco hay que intentar llegar a un equilibrio entre hacerles caso e intentar que no se conviertan en unos pequeños dictadores. Aunque la tarea no es fácil.