Doctor Zhivago no sólo es una obra maestra, sino, además, es especialmente interesante porque nos muestra cómo se desarrolló la revolución rusa y, sobre todo, el ambiente que se vivió entre los años 1901 y 1929. Un ambiente social que, salvando las distancias, parece tener muchos puntos en común con nuestra época. Pero, lo más importante de todo, es que en la película se muestra que, como telón de fondo de todo movimiento de tipo revolucionario, están cierto tipo de “ideales” o ideas. Es decir, que las revoluciones, como las guerras, son la muestra más palmaria de la tensión entre dos ideales o polos contrarios.
Así, en mi artículo El Reino de Acuario publicado, en la Web de la C. G. Jung Page norteamericana, hace más de cuatro años, afirmaba lo siguiente:
“Juan García Atienza1afirma a este respecto lo siguiente:
“Yo creo ver que eso que llamamos historia no debe importarnos tanto desde una perspectivasucesoriao cronológica de los acontecimientos como desde el punto de vista de una situaciónperenne que el ser humano va moldeando y adaptando en la medida en que accede –o se le permite acceder- a su evolución social, intelectual y espiritual. Una mirada de conjunto al hecho histórico nos plantea siemprela realidad inalterable de dos fuerzas encontradas que buscan el poder y que tratan de sojuzgarse mutuamente y de sojuzgar a la comunidad humana desde la cúspide del poder, sin tomar en cuenta más que la propia capacidad de dominio y despreciando, abierta o subrepticiamente, la esencial necesidad que el ser humano tiene de elegir su destino en libertad”. De lo que se desprende que el individuo no será libre si no es a través del conocimiento (gnosis) de la existencia de dichas fuerzas operantes, tanto en su propio interior, cuanto en el proceso histórico.El Evangelio de Felipe nos dice a este respecto lo siguiente: “los nombres otorgados a las realidades mundanas comportan un gran error, pues desvían su mente de lo estable a lo inestable”, lo que corrobora el enunciado de Juan G. Atienza al poner el énfasis en la estable, es decir, en las sempiternas fuerzas operantes, y no en lo inestable, esto es, los ropajes con los que esas fuerzas se envisten de época en época. Así, Juan G. Atienza afirma: “Que esas fuerzas se llamen papado e imperio, güelfos y gibelinos, monarquía y república, capitalismo y comunismo o fascismo y democracia, creo que importa mucho menos que su enfrentamiento constante por alcanzar el poder sobre el resto de la comunidad. En el fondo,todos esos nombres no son más que las caras de una misma moneda2, que sirve para comprar el libre albedrío del ser humano, con la fuerza del palo o con el señuelo de un bienestar que, en lo profundo, es sólo la droga calmante de una esclavitud consentida”. Es precisamente el conocimiento de eso que Juan G. Atienza denomina “lo profundo” lo que permite al ser humano liberarse de las esclavizantes fuerzas que operan detrás de bambalinas.
El puente sobre el Caos. John Martin. El paraíso perdido.
Y a ese conocimiento y al proceso de reconciliación de las fuerzas opuestas que se encuentran enfrentadas o que se atraen entre sí dedicaremos nuestros próximos párrafos. La alquimia ha definido su arteespagíricocon la máxima “solve et coagula”, con lo que expresaban la necesidad de disolver los elementos que entran en juego en el proceso, léase separarlos en sus constituyentes elementales, para posteriormente armonizarlos en una unidad integrada a la que denominaban Lapisphilosophorum. Y el proceso comenzaba con laprimamateria, unamasaconfussaque albergaba a todos los elementos en un estado caótico, inarmónico y desintegrado. Esa masa caótica se corresponde en psicología con lo inconsciente en su estado original, en el que los instintos se hallan enfrentados los unos con los otros y en el que el ser humano es un hervidero de pasiones, un esclavo de sus propias reacciones instintivas. Los arquetipos, como modelos de organización del material inconsciente, son los verdaderos artífices de lo que luego acontece en la realidad manifiesta o histórica, son esas fuerzas actuantes de las que hablaba Juan G. Atienza. El alquimista se refiere al inicio de la Gran Obra de la transformación del plomo en oro como lanigredo. La oscuridad imperante en esa etapa del proceso de transformación viene representada con los símbolos del cuervo, la calavera, el lobo que se come al viejo rey, el león que engulle al sol, etc. Todos estos símbolos aluden a una muerte3. En términos psicológicos lo que está muriendo es una actitud consciente o una tendencia dominante cuya ostentación no hace sino destruir la vida a su paso4. Recuerdo el caso de una mujer que comenzó a tener sueños en los que se le aparecían figuras oscuras y a las que identificaba con el Diablo. Y ese diablo no es otro que su propia sombra, su otro yo que desea ser considerado, es decir, el adversario del ego5. Naturalmente, cuando los contenidos de lo inconsciente afloran a la superficie con la fuerza de un tifón, o a modo de tsunamicomprenderlos. De no hacerlo así cabe el peligro de verse anegado por unas fuerzas que ni en sus más terribles pensamientos hubiera nunca concebido6.Desde un punto de vista práctico, en la experiencia de cada cual, esto se realiza, por ejemplo, en la no exenta de sufrimiento, sin duda, toma de consciencia de las oscuridades que cada cual alberga en sí mismo, es decir, de las debilidades y de las inferioridades propias, en lugar de proyectar estas sobre los terroristas, los “maltratadores” o “violentos”, en la “casta de los políticos corruptos”, en la “usura de los banqueros”, “en las inmundicias de la Iglesia católica”, etc. De hecho, quienes tienden a criticar con vehemencia a esos nuevos chivos expiatorios, más les valdría preguntarse a si mismos, con probidad, si, estando en el lugar de los políticos y teniendo acceso al poder y al dinero, por ejemplo, actuarían ellos de un modo más honesto. Al tiempo que, les recomendaría, también, realizar un examen de conciencia para que se dieran cuenta de si, en ellos mismos, existe o no la capacidad de comportarse de un modo deshonesto, cruel o, llegado el caso, violento. ¡Cuantos ciudadanos honrados no se han convertido en bestias de presa, cuando las circunstancias apremiaban! En la película que recomiendo en esta entrada, puede observarse esta “metamorfosis”, aparentemente imposible de concebir. ¡Dejemos ya de comportarnos como adolescentes y asumamos la parte de responsabilidad que a cada cual le corresponde!