Documentos, libros, páginas web genealógicas ¿qué es fiable y qué no?

Publicado el 31 mayo 2017 por Antonio Alfaro De Prado @genealogiah

Todo investigador histórico es consciente de que debe valorar sus fuentes para extraer de ellas los datos más sólidos que le permitan construir un relato bien fundamentado. En el caso de la historia familiar se añaden dos circunstancias adicionales que nos hacen más difícil la labor. Por una parte sabemos que la genealogía ha servido para encumbrar y derribar linajes de modo que muchas obras e incluso documentos han manipulado, tergiversado e incluso inventado los hechos persiguiendo estos fines. Pero además, un árbol familiar es tan delicado que depende de nuestra pericia al enlazar los eslabones generación a generación; si en un momento dado atribuimos una sola filiación errónea todo lo que le anteceda será incorrecto.

Al plantear la cuestión de ¿En qué etapa evolutiva te encuentras? describimos cómo el genealogista debe perder esa inocencia y credibilidad que le acompaña en sus inicios con el objetivo de alcanzar la madurez investigadora siendo capaz de filtrar los datos que maneja. Repasemos algunos conceptos fundamentales que nos podrán ayudar en esta labor.

Comenzamos por las fuentes documentales, donde es esencial que tengamos en cuenta lo siguiente:

  • Un documento conservado en su archivo original es la fuente primaria más sólida. No quiere decir esto que debamos dar por cierto todo su contenido pero sí tener presente que son la base esencial de una investigación rigurosa y que intentaremos consultarlos siempre que nos sea posible.
  • No olvidar nunca que algunos documentos son a la vez fuente primaria y secundaria. Por ejemplo, un expediente matrimonial es fuente primaria en sí pero normalmente incluye testimonios, partidas y copias de otros documentos cuyos originales se encuentran en sus respectivos archivos. Seamos precavidos con las copias de los documentos, aún cuando los encontremos insertos con las debidas diligencias del escribano o notario oportunos. Si es posible, deberían ser cotejados con los originales y, en todo caso, tener presente que no estamos manejando una fuente tan sólida como el original. Muchas veces las manipulaciones no se producían alterando el documento primario sino aportando copias modificadas de éstos.
  • En cuanto a su contenido, todo documento, por sólido que sea, certifica determinados hechos, junto a los que se mencionan otras informaciones secundarias que no tienen por qué estar contrastadas. Así, una partida de bautismo nos refleja que se bautizó un niño, el lugar, fecha y nombre de pila. La fecha exacta del nacimiento, el nombre que declaran tener los padres, padrinos y abuelos así como otras circunstancias son secundarios. Por tanto, hay que deslindar en cada documento cual es la información esencial y la accesoria ya que esta última puede no ser tan exacta, sin que por ello afecte a la credibilidad de los datos esenciales.
  • Los documentos puramente relativos a la genealogía, nobleza y limpieza de sangre de una persona o familia, ya sean a favor o en contra, suelen ser los más susceptibles de contener falsedades u omitir detalles importantes. Tengamos especiales precauciones con ellos.
  • Si un documento relata hechos pasados, cuanto mayor sea la distancia en el tiempo serán mayores las probabilidades de error. Muchas veces se investigaban los abuelos e incluso bisabuelos de una persona y se recurría a testigos de avanzada edad; los años transcurridos e incluso la claridad mental del testigo son factores a tener en cuenta.

A veces tenemos la sensación de estar rodeados de “trampas” genealógicas, falsedades al acecho que nos pueden atrapar minando la credibilidad de nuestro trabajo

Respecto a los libros, tratados genealógicos y estudios históricos habremos de valorar que:

  • Los tratados genealógicos, hasta épocas recientes, se realizaban siempre a mayor gloria de una familia, por lo que no se buscaba un relato objetivo sino una loa, de modo que cuando nos enfrentemos a uno de ellos tendremos que cuestionarnos toda la información contenida. De forma recíproca, también valoraremos el sesgo que contienen los panfletos que en ocasiones se pusieron en circulación para perjudicar a determinados linajes.
  • La información genealógica será más creíble en la medida en que se citen fuentes documentales primarias o datos que nos permitan verificarla. No olvidemos que la genealogía sin fuentes es mitología
  • Al igual que ocurre con los documentos, los tratados genealógicos serán más fiables cuanto menor sea la distancia de los hechos respecto del autor, y viceversa. Por ejemplo, era muy frecuente inventar orígenes míticos de las familias, algo difícil de refutar, mientras que para el cronista resultaba mucho más comprometido alterar informaciones genealógicas de sus contemporáneos, que serían conocidas por los lectores.
  • En cualquier caso, nunca desechemos por completo una obra, por muchos disparates que pueda contener (especial cuidado con los diccionarios de apellidos), siempre es posible hallar en ella algunos datos ciertos o al menos pistas que nos sugieran vías de investigación para nuestra familia. A veces son las leyendas, las falsedades o las medias verdades son las que nos estimulan para avanzar, aunque acabemos llegando a unas conclusiones totalmente opuestas respecto al punto de partida pero, en definitiva, avanzando.
  • Nuestra investigación deberá contar también con la aportación de los historiadores contemporáneos ya que muchos artículos y publicaciones incluyen informaciones biográficas de gran interés para el genealogista. Deberemos valorar la formación específica del autor y también considerar que muchos de estos trabajos se realizan desde el desconocimiento de la Genealogía, por lo que es posible que nos sean de más ayuda los datos que nos aporten y no el análisis que de ellos se realice.

Genealogía de los Sarmiento de Villamayor escrita por José Pellicer en 1663 a petición de Felipe Baltasar de Gante ¿se puede ser totalmente objetivo al estudiar una genealogía por encargo?

Aún más precavidos deberemos ser respecto a las páginas web de internet, distinguiendo según sean:

  • Portales de archivos, cuyos documentos digitalizados online serán para nosotros una gran fuente primaria de excepcional interés.
  • Páginas de apellidos, creadas por particulares con muy diversa formación y, por tanto, con contenidos de muy desigual fiabilidad. Examinaremos si se citan fuentes y, en caso negativo, deberemos solicitar al webmaster que nos las proporcione. Desgraciadamente muchas de estas páginas son meras recopilaciones de tratados y libros antiguos, no conteniendo aportaciones originales, no obstante también es posible encontrar auténticos trabajos de investigación que nos pueden ayudar suministrándonos muchísima información consistente.
  • Redes sociales genealógicas. Exactamente igual que en el caso de las páginas de apellidos, siempre será necesario contactar con el creador del árbol genealógico y solicitarle el respaldo de la información. La facilidad para transferir bloques enteros de filiaciones entre usuarios está dando lugar a que se multipliquen en la red una y otra vez falsas genealogías, que al tener tanta presencia en la red llegan a alcanzar una falsa apariencia de verdades supuestamente contrastadas.

Sería una labor imposible intentar hacer una clasificación pormenorizada de los tipos de documentos, libros y webs que puedan ser fiables o no. Es más, hay que insistir en que no existen recursos infalibles o totalmente falsos, todo texto que contenga menciones a nuestra historia familiar debería ser examinado y valorado. La experiencia que nos da la investigación continuada y el aprender de los errores cometidos nos harán desarrollar el instinto que, algún día, nos permitirá avanzar con seguridad entre las fuentes a nuestro alcance.

Antonio Alfaro de Prado