Ni de The Beatles, ni de The Rolling Stones: yo era (soy) de ABBA. Creo que lo anterior es bastante representativo en lo que respecta a mis gustos musicales, y me retrata como un consumidor de pop inmaculado y de fácil digestión: soy plenamente consciente de que no precisamente es una afirmación muy popular, y que admite todas las objeciones del mundo, pero en lo que a un menda se refiere, el listón a batir en la búsqueda del santo grial de la música popular no lo establecieron ni los de Liverpool ni los de Jagger, sino estos cuatro suecos de pintas estrafalarias y canciones milagrosas.
Ojo, que ni mucho menos estoy tratando de equiparar las aportaciones realizadas por unos y otros al devenir de la música, pero sí que me parece que los de Estocolmo supieron aunar como nadie los gustos de consumidores (porque de música de éxito masivo estamos hablando) de la más variopinta casuística. Salvando a los de la célebre chapita del disco sucks, el cuarteto logró poner de acuerdo a casi todo el mundo, de una punta a otra del mundo, con una fórmula apta tanto para los habituales de la pista de baile como los degustadores de los juegos armónicos más elaborados, y lo mismo eran reivindicados por el público infantil (es un recuerdo algo confuso y puede que haya sido inconscientemente reelaborado en mi cabeza, pero si los números no engañan yo solo tenía ¡tres años! cuando el mundo fue arrasado por el huracán “Chiquitita” y mi padre nos explicó a mis hermanas y a mí, que hay qué ver qué majos estos chicos de Abba, que habían dado todo el dinero que habían ganado con esta canción para los niños pobres…) que por sus encantadísimas -esto sí es música de verdad, y no aquello otro del ruido- abuelas.
La noticia reciente de la próxima publicación de dos canciones inéditas de ABBA no me puede hacer más ilusión, a quién voy a engañar. Primero porque la capacidad compositiva de los firmantes de canciones LEGENDARIAS (no hay otro adjetivo) está más allá de la duda, y salvo que les haya dado por hacer un (improbable) intento de “actualizar” su estilo abrazando sonidos mas contemporáneos y maniobras desesperadas del estilo, las canciones serán, como mínimo, estupendas. Y en segundo lugar porque esas dos pistas nuevas vienen acompañadas de un anuncio de lo más tranquilizador: los ABBA no tienen ni la menor intención de volver a los escenarios, o al menos, no en persona. No lo necesitan, no tiene ningún sentido y, oye, quieras que no se acercan a los 70 años, y tampoco es cuestión de andar reivindicando su intachable legado musical volviendo a enfundarse los pantalones de campana y los jerseys imposibles. Lo de que me parezca un poco terrorífico y distópico lo de pagar por ver “cantar” a unos hologramas es otro, ejem, cantar, pero al menos los suecos han tenido el buen gusto de no dejarse tentar por un cheque millonario que sin duda hubiera dejado al de una reunión de The Smiths al nivel de parodia. “You can dye your hair but it’s the one thing you can’t change / Can’t run away from yourself“, que cantaba Jarvis Cocker en “Help The Aged“, quien reconocía no sentirse del todo cómodo con el multitudinario espectáculo perpetuado por Jagger, Richards y cía, año tras año, más allá de achaques, arrugas y caídas de cocoteros. No se trata de aquello tan de moda últimamente del “ageism“, pero mucho me temo que soy de esos de los de la retirada a tiempo…
En fin, habrá que esperar hasta diciembre para escuchar “I Still Have Faith In You“, pero la verdad es que el título de la canción no puede ser más acertado… hasta entonces, tendremos que seguir disfrutando de canciones cuyo peor pecado probablemente fuera su inmaculada concepción: ni una mancha, ni una arruga, ni un compás fuera de sitio, algo que sin duda alejó a los sectores más críticos de un repertorio “demasiado asequible”, aún y cuando establecía un nuevo cánon a la altura de muy pocos. Canciones como, por ejemplo, esta “Does Your Mother Know” publicada por el grupo en 1979: una estructura de rock clásico (esto se les va a atragantar a muchos, lo sé, pero es un rock de manual) en la que el protagonismo vocal -esto no era tan habitual en el grupo- recae en Björn, y que finalmente formaría parte del pluscuamperfecto sexto álbum del cuarteto, “Voulez Vous“. Uno de los mayores aciertos del tema es precisamente ese, el dejar que sea la voz de Ulvaeus la que conduzca los picantes versos en los que se insinúa una relación entre un hombre maduro y una chica mucho menor (si no entendemos directamente que se trata de una menor, sin el “mucho”),, y entregar en cambio el estribillo a las armónicas y muy robotizadas voces femeninas del grupo, trasladando el tema a un sonido mucho más disco.
“I can see what you want
But you seem pretty young to be searching for that kind of fun
So maybe I’m not the one
Now you’re so cute, I like your style
And I know what you mean when you give me a flash of that smile(smile)
But girl you’re only a child”
El resultado es esplendoroso: la pista se muestra como un ejemplo perfecto del viraje hacia el sonido que se imponía a finales de los 70 (no pocos reprocharían precisamente a ABBA ese acercamiento a los Bee Gees) sin que el grupo renunciara en ningún momento a su hiperglucémica fórmula. Más allá del kitsch, más allá de la nostalgia, están las buenas canciones, y esta composición de Andersson y Ulvaeus lo es: cuarenta años después, y pese a la brillantina, sigue sonando como si hubiera sido mágicamente preservada del polvo. Seguimos hablando de esto en diciembre.