DOK.fest 2022 - Parte 2: Familias

Publicado el 13 mayo 2022 por Enprimerafila
Hablamos de familias en nuestra segunda crónica del Festival de Documentales de Munich, DOK.fest que de forma presencial termina este fin de semana pero en su formato online se extiende hasta el 22 de mayo. Familias que se unen para iniciar un viaje hacia un futuro incierto o recuerdos familiares que conforman una narrativa frente al pasado, familias formadas en mundos virtuales y aquellas que aspiran a un mundo ideal en el que sus problemáticas sean reconocidas. 

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La directora argentino-germana Jeanine Meerapfel (1943, Buenos Aires), actual presidenta de la Academia de las Artes de Berlín, revisita el recuerdo de su madre, a la que dedicó su primer largometraje, Malou (Jeanine Meerapfel, 1981), cuyo personaje protagonista también trataba de encontrar una explicación a su presente a través del descubrimiento de su madre, una cantante que había vivido en Alemania, Francia y Argentina. El nombre de la protagonista estaba tomado del sobrenombre de Marie-Louise Chatelaine, la madre de la directora, cuya vida se convierte en el recorrido emocional y personal que conforma su último documental, Una mujer/Eine frau (Jeanine Meerapfel, 2022), estrenado en el Festival de Mar del Plata, en el que la realizadora construye un ensayo sobre la memoria a través de los archivos fotográficos y cinematográficos, y los documentos encontrados en la antigua casa en Buenos Aires en la que su madre vivió la última etapa de su vida. Hay una búsqueda constante en la película en torno a de qué forma se puede contar la memoria, que es una búsqueda, como afirma la directora, sobre "qué quiere decir recordarse. Re-cordarse es volver a pasar por el corazón". El recorrido por los recuerdos se convierte en un recorrido físico por los lugares en los que vivió su madre desde la infancia, primero en Chalon-sur-Saône (Francia), después en Estrasburgo, en Untergrombach (Alemania), Amsterdam y finalmente en Buenos Aires. La directora superpone las fotografías encontradas captadas en esos lugares a la imagen actual, escribiendo el pasado sobre el presente, buscando la conexión temporal y emocional.

DOK.fest Munich - Una mujer

A la manera de Sans Soleil (Chris Marker, 1983), Jeanine Meerapfel construye la narración a través de una voz femenina, la suya (hay cuatro versiones del documental que están narradas en cuatro de los cinco idiomas que habla), desarrollando un lenguaje poético que también tiene evidentes ecos del cine de Marguerite Duras, como en La femme du Gange (Marguerite Duras, 1974), en la que un hombre regresaba a los lugares a los que había vivido un amor pasional e imaginaba a su antiguo amor aún viva. Las imágenes del pasado resucitan también en Una mujer, pero esta vez a través de las fotografías y los recuerdos, cuyo contexto político se va dibujando como un elemento que remueve las historias personales. La vida de Malu estuvo recorrida por convulsiones históricas como la 2ª Guerra Mundial, la persecución contra los judíos, el exilio, la dictadura en Argentina... La película va construyendo no solo un relato personal sino también un reflejo generacional. "No es una película autobiográfica", dice Jeanine Meerapfel, "sino una película radicalmente personal y radicalmente política. Yo quiero saber qué quiere decir ser mujer, qué quiere decir emigrar y qué quiere decir depender de un hombre". Esta dependencia económica que tuvo la madre de la directora respecto a su padre se hizo patente cuando éste pidió el divorcio, y ella se encontró sola, metida en una batalla judicial por la custodia de sus hijas, en un lugar desconocido como Buenos Aires y experimentando en primer persona el desarraigo. 
Es interesante cómo Una mujer va discurriendo desde lo particular a lo general, demostrando hasta qué punto es imposible separar los acontecimientos históricos y políticos de las vidas personales. En una escena particularmente significativa, la directora trata de captar la imagen de unas golondrinas, cuyos movimientos rápidos y sinuosos las hacen casi imposible de mostrar de forma clara. Es un intento frustrado, pero sin rendición, de "filmar lo que no se ve". En cierto modo, el documental se convierte también en una forma compleja de captar las emociones que provocan los recuerdos, a veces dolorosos, como cuando la hermana de Jeanine Meerapfel, Denise, murió a los 19 años a causa de un aborto mal practicado ("hay cicatrices que nunca cierran"). Pero la película tiene una especial capacidad para transmitir la vida de una forma viva, la memoria, no como un reducto del pasado, sino como parte de un presente, como cuando en el mercado de Chalon-sur-Saône captura imágenes de personas que habitan ese lugar en la actualidad, o cuando muestra a las actuales propietarias de los espacios que habitó su madre. 
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La caravana de emigrantes que tratan de alcanzar la frontera entre México y Estados Unidos es el tema central de una trilogía de historias filmadas por el director Jakob Krese (1984, Alemania) y que se ha concretado en los cortometrajes La espera (Danilo do Carmo, Jakob Krese, 2020) y Primer paquete para Honduras (Jakob Krese, 2022), estrenado en Visions du Réel, y el largometraje Lo que queda en el camino (Danilo do Carmo, Jakob Krese, 2021), que ganó el Premio al Mejor Documental en el Festival de Guanajuato y el Deutsche Kamerapreis a la Mejor Fotografía de Documental. Entre las muchas historias particulares que encontraron los realizadores cuando acompañaron a esta caravana de emigrantes decidieron centrarse en Lilian, madre de cuatro hijos que finalmente tomó la decisión de abandonar a un marido maltratador para buscar un futuro mejor que, como muestra el director en Primer paquete para Honduras a través de la llegada de Dinora a Estados Unidos, no es tan prometedor como parecía. La cámara de los realizadores acompaña a Lilian desde la frontera de Guatemala en un recorrido de dos meses difícil y peligroso, muchas veces a pie, de casi 4.000 kilómetros. La película se integra entre las miles de personas que forman parte de esta caravana, entre carreras para poder subirse a los camiones que las transportan de una ciudad a otra, en un camino en el que toman conciencia de su condición de desarraigados: "Ya no estamos en nuestro país, aquí nadie nos quiere", dice una de ellas, y donde la xenofobia toma las formas de la violencia, como cuando una mujer describe que decidió incorporarse a la caravana, al paso por Oaxaca, porque su marido fue asesinado y ella recibió amenazas de muerte.

DOK.fest Munich - Lo que queda en el camino

La primera caravana de migrantes desde Centroamérica se inició en Honduras en octubre de 2018, y estaba compuesta por unas 160 personas, a las que se fueron incorporando progresivamente hasta llegar a ser unos mil emigrantes. Y desde entonces se han venido organizando, de una forma más o menos improvisada, casi todos los años. El pasado mes de enero tuvo lugar la primera caravana del año, a pesar de que en 2021 países como México, Honduras y Nicaragua endurecieron las medidas antiinmigración, reforzando el control de las fronteras. A lo largo del documental se escuchan, siempre fuera de cámara, las voces de una especie de coordinadores de la caravana, pero no se centra realmente en ofrecer información sobre el tráfico de personas. Su mirada se detiene más en la falta de recursos y el hambre que en ocasiones padecen Lilian y sus cuatro hijos, que encuentran en Ciudad de México la solidaridad de organizaciones sin ánimo de lucro que ofrecen alimento a los emigrantes. El trayecto hasta la ciudad fronteriza de Tijuana se hace en la conocida como La Bestia o el "tren de la muerte", un ferrocarril de carga que utilizan los emigrantes para llegar hasta la frontera. En alguna entrevista, el director ha reconocido que la presencia de la cámara ha podido suavizar algunas de las situaciones que se viven a lo largo de esta caravana, que hubieran sido mucho más duras si no hubieran sido grabadas. La realidad de Lilian adopta una mirada diferente cuando vamos conociendo más aspectos de la vida que dejó en Guatemala: el matrimonio forzado con su marido, el maltrato y los embarazos continuos (ella está embarazada de su quinto hijo), agravados tras comenzar una relación amorosa con una mujer. La última parte del documental se desarrolla, precisamente, en Casa de la Luz, un colectivo para refugiados LGTBIQ+ de Tijuana que ayuda a emigrantes perseguidos por su orientación sexual que quieren ingresar en los Estados Unidos. Es el único momento de luminosidad en un trayecto hacia la esperanza. 

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El matrimonio formado por Thein Shwe y Htwe Tin es uno de los muchos que cambiaron el trabajo en las plantaciones por pequeños pozos petrolíferos en la región de Magway, en Birmania, tratando de conseguir mejores y más estables resultados que el que obtenían con las cosechas. Ellos y su hijo Zin Ko Aung, que tiene aspiraciones como futbolista, forman la familia protagonista de A thousand fires (Saeed Taji Farouky, 2021), que ganó el Premio Marco Zucchi en la Semana de la Crítica del Festival de Locarno 2021, y competirá en Docsbarcelona. El trabajo es duro y constante en esta pequeña perforación, en la que se extrae el petróleo de forma manual, pero al final los resultados son menos satisfactorios de lo que desearían, siempre comparándose con los galones que obtienen sus vecinos, que están dotados de mejores recursos. Las imágenes de barro y petróleo que impregnan casi todo el cuerpo de los protagonistas, mezclados con el sudor, reflejan la dureza del trabajo, y están captadas de una forma pegajosa por parte del director británico de origen palestino-egipcio Saeed Taji Farouky (1978, Gran Bretaña), que cuenta con la asistencia de Than Win Han y Joshua Min Hut, y junto al formato 4:3 ofrece una visión claustrofóbica a pesar de desarrollarse en el exterior. Las lluvias torrenciales que suceden habitualmente impiden también la constancia en la extracción de petróleo. 

DOK.fest Munich - A thousand fires

Pero el documental capta asimismo el silencio de la noche, un descanso breve en el que toma protagonismo el hijo más pequeño, que supone una pausa inquieta, porque surgen las conversaciones sobre qué pueden hacer para mejorar la cantidad de petróleo que obtienen del pozo. Pero también sobre el futuro del hijo mayor, que está a punto de jugar para unos ojeadores que podrían darle la oportunidad de formar parte de un equipo de fútbol, quizás sin grandes alicientes económicos, pero al menos el equipo se ocuparía de su manutención y sus gastos, lo cual también es un alivio para la familia. Pero esta subtrama protagonizada por Zin Ko Aung resulta algo dispersa dentro del conjunto, como un elemento que refuerza la necesidad de la familia por encontrar caminos de supervivencia, pero sin imbricarse del todo en el contexto. La espiritualidad también está presente, con las visitas a curanderos o guías espirituales en los que se depositan las esperanzas de recoger los frutos de un futuro incierto. Nos quedamos siempre con esa mirada humanista a Thein Shwe y Htwe Tin, unos padres que van construyendo un futuro a golpes de presente, y que se refuerza en algunos pasajes casi poéticos marcados por la música de la violonchelista suiza Fatima Dunn, que el pasado 25 de marzo de ganó el Premio del Cine Suizo a la Mejor Banda Sonora por la película Soul of a beast (Lorenz Merz, 2021). El documental A thousand fires concluye con aire melancólico usando el conmovedor tema "A grace of trace" de Michel Godard, que el cantante azerbaiyano Alim Qasimov, una auténtica institución musical, incluyó en su impresionante álbum Awakening (2017, Buda Musique), aún más hipnótico en la versión en directo interpretada en el Morgenland Festival Osnabrueck 2019

Existe una situación paradójica en un país como Moldavia en el que no hay una conciencia social sobre las personas con discapacidad porque no se tiene constancia de su existencia, pero es precisamente la falta de espacios adaptados para ellos lo que provoca que muchos se refugien en el interior de sus casas sin tener la posibilidad de salir al exterior con frecuencia. De alguna forma, lo que no se ve parece que no existe, lo que provoca por tanto una mayor dificultad para su visibilización. Es lo que se pone de manifiesto en la película Eva noastrǎ (Ana Gurdiş, 2022), que tiene como protagonistas a una pareja con discapacidad, Maria y Marin Andronache, y su hija recién nacida Evelina. Mientras Marin sale al exterior con su silla de ruedas, luchando por sortear un camino lleno de barro que el gobierno no termina de asfaltar a pesar de las peticiones de las ONGs, a Maria la vemos casi todo el tiempo en la casa, cuidando a Eva con la ayuda de una asistenta que debido a la pandemia del coronavirus decide permanecer con ellos. Ambos representan de alguna forma la difícil situación a la que se tienen que enfrentar las personas con discapacidad en un país como Moldavia, pero también la posibilidad de sobrellevarlas y construir una familia. 

DOK.fest Munich - Our Eve

Pero, a pesar de la simpatía de Marin y su eterna sonrisa que parece ser su herramienta para sobrevivir con dignidad, hay relatos que resultan estremecedores, como cuando cuenta, casi sin darle importancia, que cuando Maria se quedó embarazada esperaron varios meses antes de decírselo al médico, porque tenían miedo de que él les obligara a deshacerse del feto. La directora moldava Ana Gurdiş, que actualmente reside en Bucarest, conoció a esta pareja a través de su faceta como periodista, y de hecho ambos son relativamente famosos en Moldavia, habiendo protagonizado varios reportajes de televisión, pero hay un trasfondo de cierta melancolía en el relato de sus infancias, marcadas por el menosprecio a su discapacidad y, en el caso de Marin, por la vida de orfanato en orfanato sin posibilidad de desarrollar unos estudios. La cámara se coloca en una posición de observación y en muchos casos nos sitúa a la altura de Eva, desde que comienza a gatear hasta que da sus primeros pasos. Ella ha nacido sin ninguna discapacidad, y ha cumplido el sueño de Marin de tener una hija, "porque las mujeres suelen ayudar a sus padres, mientras que los hombres se marchan de casa", a lo que Maria da una respuesta perspicaz: "Eso depende de la educación que reciban". Puede parecer que la situación de la pareja va mejorando conforme se desarrolla la historia (el documental se rodó durante unos cuatro meses): el camino de barro es asfaltado, Marin camina a veces gracias a varias operaciones en sus piernas, pero hay un trasfondo pesimista en la capacidad de un país que niega la existencia de las discapacidades para afrontar una problemática profunda.  

En el espacio virtual que propone We met in virtual reality (Joe Hunting, 2022), Marin y Maria podrían elegir ser como quisieran, que es la principal virtud de un mundo que cada uno construye como desea a través de su propio avatar. El documental, presentado a competición en Sundance y CPH:DOX, también forma parte de la programación de Docsbarcelona, y ha sido grabado enteramente en la plataforma VRChat, utilizando una herramienta llamada VRCLens, un filtro de cámara avanzado que permite la captura de movimientos en tercera persona dentro del propio entorno virtual. A diferencia de sus cortometrajes como A wider screen (Joe Hunting, 2019) o Club Zodiac (Joe Hunting, 2020), la captura no se realiza desde la pantalla del ordenador, sino que VRCLens es una herramienta incorporada al propio avatar que permite controlar el tipo de lente, la exposición o la apertura, de forma que es, literalmente, como si el avatar fuera el que estuviera grabando con su propia cámara. Esto permite a Joe Hunting (1999, Reino Unido) experimentar con diferentes ángulos de visión o utilizar recursos cinematográficos de una forma que resulta sorprendentemente orgánica. Pero, como ocurre en las anteriores incursiones del director en el mundo de VRChat, el interés de sus propuestas no está en el apartado técnico, sino en las relaciones humanas que se establecen dentro del entorno virtual. 

DOK.fest Munich - El avatar de Joe Hunting junto a los protagonistas.

Aunque el proyecto fue creado en 2018, las circunstancias del confinamiento por la pandemia del coronavirus dieron un impulso a este tipo de plataformas y reforzaron la idea de una socialización virtual, una forma de encontrar el lugar donde conectar de nuevo como seres humanos frente al confinamiento que nos separaba. Los protagonistas del primer largometraje de su director son avatares de personas que se conocieron dentro del entorno virtual, pero desarrollan diferentes carencias propias de nuestra sociedad. Quizás los personajes más emocionalmente atractivos son Jenny, una profesora norteamericana de lenguaje de señas que participa en la Helping Hands Community, una organización de voluntarios que nació precisamente en marzo de 2020 para ayudar durante el confinamiento, y su compañero Ray, que también imparte clases en la misma comunidad, y que recientemente perdió a su hermano, dedicándole un homenaje virtual. Dos bailarines de fitness, DustBunny y Toaster, se conocieron en una sala de baile dentro de VRChat y mantienen una relación virtual que les acerca, dado que viven en Reino Unido y Florida respectivamente; mientras que isYourBoi y Dragonheart se conocieron físicamente pero la pandemia les separó y ahora organizan su propia boda dentro del entorno virtual junto a sus amigos. We met in virtual reality tiene la virtud de ser un documental que habla principalmente sobre la humanización de esta experiencia, la forma en que cada uno puede construirse así mismo, más allá de las normativas sociales en torno al género, la edad o la raza. Puede parecer, y de hecho lo es para muchos, una escapatoria de la realidad, pero este metaverso permite la creación de relaciones interpersonales que quizás en el entorno real hubieran sido imposibles. Desde el punto de vista técnico, la película tiene las limitaciones que tiene el propio VRChat en la fluidez de movimientos, pero al detenerse principalmente en los aspectos personales de los avatares protagonistas, pasan lo suficientemente desapercibidos. La mezcla entre las secuencias de observación del espacio y las entrevistas coordinadas con los personajes en sus propios entornos aporta una composición cinematográfica al documental, y la incorporación de números musicales que algunos de los avatares interpretan en las salas de música recuerda a las introducciones musicales en el documental Bombay Beach (Alma Har'el, 2011), que aportaban una cierta sensación mágica, pero también a esa realidad alternativa que encontraba la protagonista de la película de animación Belle (Mamoru Hosoda, 2021) en el mundo virtual de U. El último proyecto de Joe Hunting es la serie documental Virtually speaking (2021), desarrollado también en el entorno de VRChat, en colaboración con la plataforma de streaming Discover.film. A thousand fires se proyecta del 18 al 29 de mayo (Filmin) y el 18 de mayo (Aribau Multicines) en Docsbarcelona.We met in virtual reality se proyecta del 18 al 29 de mayo (Filmin) y el 26 de mayo (Aribau Multicines) en Docsbarcelona.El coloquio Cómo se hizo... We met in virtual reality se celebra el 25 de mayo en CCCB.Sans soleil se puede ver en MUBI. A wider screen y Club Zodiac se pueden ver en YouTube. Bombay beach se puede ver en dafilms.com.