Dominancia, ¿realidad o ficción? Parte II

Publicado el 26 julio 2014 por Borjaros

Dominancia-sumisión entre lobos

En el artículo anterior di unas primeras pinceladas acerca de la dominancia y la teoría que de ella se ha derivado: describí el concepto, el origen de dicha teoría y expliqué brevemente la estructura social más habitual de una manada de lobos.

Tras estas primeras bases, en esta segunda parte trataré más directamente la dominancia en el perro, tratando de aclarar que ésta existe, pero para diagnosticarla hay que tener en cuenta una serie de criterios importantes. Asimismo, hablaré de las relaciones de dominancia entre perros, y entre perro-propietario.

Por otro lado, es necesario explicar que el comportamiento dominante suele relacionarse con la agresividad; es decir, cuando se habla de un perro dominante, suele ser un animal que muestra un comportamiento agresivo, bien hacia otros perros, bien hacia personas (incluido el propietario). Tanto es así, que en la clasificación de las agresividades caninas una de ellas es la agresividad por dominancia. Así pues, en este artículo también hablaré de este tipo de agresividad y de los errores más comunes a la hora de diagnosticar una agresividad como dominante, descartando otras formas de agresividad (que son mucho más frecuentes, y en la mayoría de los casos resultan ser el diagnóstico real).

¿Existen perros dominantes? Aproximación a un diagnóstico correcto

La dominancia existe, y por tanto, hay perros que pueden considerarse dominantes. Ahora bien, para realizar tal diagnóstico, deben cumplirse una serie de características, que se nombrarán a continuación:

  • En toda relación de dominancia-sumisión, intervieen 2 individuos. Es decir, un animal, A, es dominante sobre B y a su vez B es sumismo respecto a A. Es una relación recíproca. Lo importante de este primer criterio es la intervención de 2 individuos. Por tanto, no tiene sentido alguno decir que un perro es dominante, sin más. Será dominante respecto a (otro perro o una persona en concreto). Así pues, cuando alguien “diagnostica” un perro como dominante, en general, no es correcto, si no se define hacia quién muestra dominancia.

En una relación jerárquica siempre intervienen, al menos, 2 individuos.

  • La dominancia es una característica que se engloba dentro de un contexto determinado (acceso a recursos: comida, juguetes, hembra en celo,…). Esto es muy importante de entender, ya que el perro A puede ser dominante respecto a B en un contexto (por ejemplo, si hay una hembra en celo), pero en otro contexto diferente la relación jerarquica es inversa (B es dominante sobre A en el acceso a la comida, por ejemplo). Por eso, una característica de la dominancia es que no es absoluta, sino relativa.

Si el perro tiene un recurso entre sus patas o en la boca, le pertenece a él por derecho. Ningún individuo tiene por qué tratar de quitárselo, sin esperar alguna reacción (con independencia de quien domine a quien en ese contexto)

  • Para decir que el perro es dominante respecto a otro individuo y en un contexto determinado, además es necesario que “se salga con la suya” en la mayoría de interacciones. Por ejemplo, A es dominante sobre B en el acceso a la comida, porque 9 de cada 10 veces que interaccionan por ella, A tiene acceso primero al comedero.

Reacción al tratar de quitarle un juguete que tenía entre las pata

Agresividad por dominancia: ¿real o se trata de otro tipo de agresividad?

Desde que comenzó a expandirse la teoria de la dominancia, muchos perros que muestran una conducta agresiva han sido clasificados como dominantes, o dicho de otra forma, se ha dicho de su conducta que muestran una agresividad por dominancia, especialmente dirigida hacia personas.

Puesto que este último caso es el más frecuente, veámoslo con más detenimiento.

Dominancia hacia personas:

Como comentaba más arriba, ante un problema de agresividad que muestra un perro hacia las personas, generalmente hacia su propietario, el diagnóstico más hanitual es el de agresividad por dominancia. En pocas palabras, se dice que el perro trata de dominar a su dueño.

Sin embargo, antes de aventurarse a establecer este diagnóstico como definitivo, debería tenerse en cuenta las características enumeradas más arriba. Es decir, para que realmente la conducta de ese animal sea calificada como agresividad por dominancia a su dueño deben cumplirse los siguientes criterios:

  1. Que el perro se muestre agresivo en determinados contextos, que siempre suelen ser competitivos; es decir, el animal muestra agresividad hacia el propietario cuando éste trata de aproximarse o quitarle un recurso valioso para él: comida, juguete, lugar de descanso,… El animal deberá mostrarse agresivo en todos o en la gran mayoría de estos contextos competitivos.
  2. La postura que adopta el animal debe ser claramente ofensiva.
  3. Existe una clara previsibilidad de lo que va a ocurrir; por ejemplo, si el perro está en el sofá y se acerca el dueño, es evidente que va a mostrar una conducta agresiva, y lo hará siempre que se de esta situación. Igualmente podrá manifestar agresividad si el dueño se acerca mientras come o mientras está jugando con sus juguetes.
  4. La agresividad va dirigida a una persona conocida, generalmente el propietario o miembros de la familia.

Solo cuando se cumplan estos 4 criterios se podrá diagnosticar una agresividad por dominancia. La realidad, sin embargo, es bastante diferente, ya que muchos casos diagnosticados como agresividad dominante no lo son en realidad; con frecuencia la causa de la agresividad es la frustración, derivada de un manejo inconsistente por parte del propietario. Así pues, un elevadísimo porcentaje de estos casos son en realidad agresividad competitiva, bien por frustración o bien por el acceso a un recurso.

El hecho de diagnosticar bien el problema es fundamental para realizar un análisis de riesgo y establecer un pronóstico y un tratamiento adecuados. Tradicionalmente, lo que se suele decir al dueño de un perro “dominante” es que debe imponerse él al animal, y no al revés. Y, ¿cómo se consigue esto? mediante técnicas que, en la mayoría de ocasiones, o bien no sirven de nada o bien empeoran el problema: alfa-rolling, comer antes que el perro, que no salga por delante de ti en la puerta de casa,…   Con este tipo de manejo se causa más frustración en el animal, ya que suele realizarse de forma brusca y punitiva, lo que agrava más aún el problema (si el animal estaba frustrado, con estas pautas de “tratamiento” aún se le frustra más).

Resumiendo…

Para acabar y como resumen, podemos concluir que la agresividad por dominancia realmente existe, pero que dirigida a las personas supone un porcentaje pequeñísimo de casos. La causa de que se diagnostique tan frecuentemente es que se ha abusado mucho del concepto de dominancia en las últimas décadas, y que no se establecen claramente los criterios que definen la dominancia del perro hacia las personas. Muchos de los perros “dominantes” son en realidad perros frustrados, que muestran una conducta agresiva por frustración o competencia por algún recurso.

Es fundamental establecer correctamente el diagnóstico para poder aplicar un tratamento adecuado, y de esta forma aumentar las probabilidades de resolver o mejorar el problema.