El domingo sólo sirve para completar un engaño que intentamos creernos para sonreír, pasear o simular una felicidad que siempre nos niega, porque a la postre te hace despertar en la realidad semanal que te aguarda sin remedio. El ocio del domingo se convierte en una mascarilla que te impide morir de asfixia pero no te deja respirar con normalidad. Sabes que es una ayuda, un placebo para no desfallecer en el continuo avance que hacemos hacia ningún sitio deseado. Por eso, puestos a disfrutar de un día de asueto, prefiero antes cualquier otro de la semana. Lo aprovecho más en mi vagancia y parece que soy yo quién toma la decisión de celebrarlo, no por imposición del calendario.
El domingo sólo sirve para completar un engaño que intentamos creernos para sonreír, pasear o simular una felicidad que siempre nos niega, porque a la postre te hace despertar en la realidad semanal que te aguarda sin remedio. El ocio del domingo se convierte en una mascarilla que te impide morir de asfixia pero no te deja respirar con normalidad. Sabes que es una ayuda, un placebo para no desfallecer en el continuo avance que hacemos hacia ningún sitio deseado. Por eso, puestos a disfrutar de un día de asueto, prefiero antes cualquier otro de la semana. Lo aprovecho más en mi vagancia y parece que soy yo quién toma la decisión de celebrarlo, no por imposición del calendario.