Domingo de remember_Jess Franco

Publicado el 25 abril 2010 por Dontdisturbmagazine

JESS FRANCO, CINEASTA, MADRID, 1936

Es domingo y toca recordar. Les dejo con la entrevista que le hice a Jess Franco en diciembre de 2007 para la sección En esto Creo de la revista Esquire.

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DECLARACIONES DE JESS FRANCO

Nadie es profeta en su tierra. Yo tampoco. Afortunadamente, en el mundo hay más tierras que la mía.

Mi apellido (Franco) es el que recibí de mi padre y no me pidió ni colaboración ni opinión. De todos modos, es un apellido francés de origen. “Los Francos” era el nombre que recibieron los judíos franceses.

El lado salvaje de la vida puede ser el maravilloso tema de Lou Reed o un modo de vivir. Ambas posibilidades me encantan.

Cuando era joven era muy radical, con lo que me gané muchas enemistades. Eso me hizo reaccionar y hacerme mucho más radical.

A mi edad uno ya no traga con nada.

Si pudiera volver atrás en el tiempo creo que volvería a hacer más o menos las mismas gilipolleces. Hay que ser consecuente.

Yo tuve once hermanos aunque no los conocí a todos. Algunos de ellos me entendieron y ayudaron y otros ni pizca. Pero, en general, mi opinión sobre la familia es muy favorable.

Haber vivido fuera de España me ha dado la vida. En los tiempos del franquismo, escapé porque no podía respirar. Prácticamente, le debo a Francia (París, sobre todo) mi formación y también mi desinformación.

Si no fuera cineasta sería músico (trompetista y pianista, por este orden).

Orson Welles lo fue todo en mi vida.

En “Don Quijote” no rodé ni un plano. Supuso enfrentarme, durante más de un año, al reto de no dejar que un material tan maravilloso se perdiera para siempre. No nos engañemos, nadie habría trabajado en serio y en profundidad hasta convertir cien mil metros de caótico y disperso material en algo coherente y que el propio Orson habría firmado, aunque fuera a regañadientes.

El día que cené con Serge Silberman en “La Coquille” de París y con Daniel J. White, me abrió definitivamente los ojos: Él quiso comprarnos a Daniel y a mí. Terminó de cenar solo.

Mis películas son trozos de mi vida, aunque lo que acontece en ellas no guarde relación con mi propia vida.

“Vampiros lesbos” y “Necronomicón” despiertan en mí tanta ternura y emoción como uno puede sentir por un hijo algo tonto pero muy sincero.

Mis actores fetiche son Lina, siempre; Soledad Miranda, hasta su muerte; Howard Vernon, porque daba un toque de talento a todo lo que tocaba; Antonio Mayans porque fue siempre un colaborador imprescindible y un actor con mucho más talento del que se le reconoce. Tengo algún otro fetiche (George Rollin, Klaus Kinski o Christopher Lee y algunas mujeres como Diana Loris, Maria Rhom o Rosalba Neri), pero ninguno de ellas ha ocupado una plaza definitiva. Ahora, sólo a Fata Morgana le puedo dar un papel de colaboradora importante en mi “supuesta creación”.

Que mi trabajo fuera calificado de pornográfico me parece una apreciación bastante pedestre. Como muy bien decía Berlanga “Pornógrafos son sólo los imbéciles”.

La censura me jodió la vida, me obligó a renunciar a proyectos, me cortó las alas –si es que yo las tenía-. Ahora, afortunadamente, he prescindido de ella, con lo cual estoy llegando a la perfección de la libertad.

Quentin Tarantino es uno de los pocos creadores independientes del cine de hoy. No es la perfección, pero casi.

Valoro mi vida como un acto de amor: con el cine, con la música y con mis seres queridos.

Trabajé como actor en “El extraño viaje” y puedo decir que Fernando Fernán Gómez era uno de los creadores y de los talentos más grandes y contradictorios del cine español. Su versatilidad, su facilidad para cambiar de medio o de discurso le perjudicaron entre los imbéciles. Era demasiado maravilloso para ser cierto.

El cine español más contemporáneo adolece de estar mediatizado por el poder, que lo achata, y por la falta de independencia, que ahora ya no se llama censura sino subvención o influencia.

Las nuevas generaciones de cineastas están jodidos. En vez de dedicar su vida a crear, la dedican a luchar contra la incomprensión, el esnobismo y la ignorancia pelutante de unos pocos.

La industria cinematográfica en España no existe. Murió con la ley Miró. Para hacer buen cine hace falta una base industrial y profesional. Esa maldita ley nos las robó a los cineastas españoles.

El cine digital frente al de 35 mm es la salvación del futuro. El 35mm es un puto lastre ante la evolución rápida e incontenible de la técnica y lo que ésta puede darnos para renovar el mundo anquilosado de cortinajes, alfombras rojas y otras fantasmadas que pueden alejarnos cada vez más de la autentica creación.

Me gustaría trabajar con algunos productores independientes que están recreando el arte y la industria como Jerry Bruckheimer o Tarantino.

Ahora estoy terminando mi última película, “La cripta de las mujeres malditas”, luego vendrán una adaptación libre de “Macbeth” y “Don Juan Tenorio” personificado por una mujer.

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