Es Domingo, toca trabajar. Tenemos muchas guardias en la espalda pero hay algo que nunca cambia, da igual el tiempo que haga un domingo de guardia, siempre es un domingo de guardia.
Si hace sol, pedazo de día para estar de guardia.
Si llueve, un día perfecto para quedarse en cama.
Si hace frio, echando de menos, el sofá, la peli y la manta.
No importa el tiempo, lo que duele es el día.
Los que trabajamos en Urgencias somos esa clase de personas que terminamos por confundir un Martes con un Viernes, parece que nuestro calendario de fiestas no es el mismo que el del resto de la población, no importa el día de la semana que sea, ni el mes, nos da igual si en la Puerta del Sol están sonando las 12 campanadas o que el Madrid juegue la Champions en TVE, a las 15.00 pm o a las 3.00 am, cuando toca, toca.
Los Domingos en Urgencias parecen guardias de 48 horas, algunas se hacen eternas. Los pacientes suelen acudir vestidos de domingo, algunos con el tiempo justo para llegar a su reserva del restaurante, otros que acaban de salir de la misa de las doce y unos pocos que para no perder un día de trabajo nos visitan para consultar un problema de salud que por supuesto admite demora. Es raro que falten los siempre abonados, aquellos que siguen todavía vestidos de sábado, en busca de una cura milagrosa que les ayude a aliviar las secuelas de su última fiesta.
Este día intentamos comer en equipo, compartimos mesa y mantel. Lo ideal sería que la demanda asistencial nos diese un respiro durante esa hora, pero es sentarnos a comer y como arte de magia surge algún aviso. No sé porqué siempre nos empeñamos en comer caliente, los domingos en Urgencias se han hecho para comer frio y rápido.
Dicen que Dios cuando creó el mundo dejó el Domingo para descansar, seguro que en esa época no tenía en mente a los servicios de urgencias.
Un domingo de guardia, siempre es un domingo de guardia.
{Continuará en el libro Con Tinta de Médico, reflexiones de un Médico de Urgencias adicto a la noche}