Lectura del santo evangelio según san Juan (10,11-18):
En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
YO SOY EL BUEN PASTOR
La figura del pastor resulta muy familiar en el ambiente de Jesús, en una cultura rural, ganadera y trashumante, que vive de los rebaños y busca continuamente buenos pastos para ellos. Jesús toma esta imagen en diversas ocasiones para identificarse y para explicarnos su amor por cada uno de nosotros.
En el Antiguo Testamento, Dios promete dar pastores a su pueblo. Dar pastores según su corazón. En contraposición a tantos malos pastores que en vez de servir a las ovejas, se sirven de ellas, buscando su lana y su leche en provecho propio, en vez de buscar el bien de las ovejas, llevándolas a buenos pastos, librándolas de los peligros, defendiéndolas del lobo cuando llega, etc.
"Yo soy el buen pastor", en el que se juntan bondad y belleza. La iconografía cristiana muy pronto representó a Jesús como el buen pastor con su oveja al hombro, una figura tierna y amable, una figura atrayente e incluso bucólica, que ha inspirado posteriormente a tantos místicos y poetas. Con esta imagen Jesús quiere expresarnos su amor, su solicitud por nosotros, su cariño. Él se preocupa por nosotros, nos cuida, nos alimenta con su cuerpo y su sangre, nos conoce por nuestro nombre, nos atrae para que le sigamos y seamos ovejas de su rebaño. Jesús nos libra de los peligros y cuando viene el lobo nos defiende, dando incluso su vida por nosotros, no como el asalariado, que cuando ve venir el lobo huye, porque al asalariado no le importan las ovejas. A Jesús sí, a Jesús le importan mucho cada una de sus ovejas y por cada una de ellas ha entregado su vida en la cruz.
Predilección por las ovejas descarriadas, de manera que estén dispuestos a dejar las noventa y nueve en el redil para salir en busca de la perdida, más todavía cuando las perdidas han crecido notablemente.
En este cuarto domingo de Pascua celebramos la Jornada mundial de oración por las Vocaciones, a la luz del Buen pastor que continúa en su Iglesia esa solicitud por cada uno de sus hijos para mostrarles a todos la bondad y la misericordia de Dios. Ya no sólo los pastores, sino toda vocación de especial consagración. Tantas mujeres y tantos hombres que gastan su vida en la atención a tantas necesidades materiales y espirituales por todo el mundo, a veces en condiciones precarias y con todo tipo de carencias. El amor de Jesús buen pastor llega a muchísimas personas gracias a estas vocaciones que suponen la entrega de toda la vida, más allá incluso de todo voluntariado.
En este Año de la vida consagrada pedimos especialmente al Señor que no nos falten esas manos y ese corazón siempre dispuesto a llevar el amor del buen pastor a cada una de las personas necesitadas. Que el Señor conceda a su pueblo muchas y santas vocaciones que tiren de todo el Pueblo de Dios hacia la meta de la santidad, que nos recuerden los valores definitivos del Reino, en obediencia, castidad y pobreza, en la vida común o en la soledad del desierto. La vida consagrada es un bien de valor incalculable para la Iglesia y es la señal inequívoca de una familia, una comunidad, una diócesis renovada.
Domingo del Buen Pastor. Pidamos al Señor por todos los pastores de su Iglesia. Pidamos por todas las vocaciones de especial consagración, hombres y mujeres que entregan su vida al completo para que otros tengan vida eterna.
Recibid mi afecto y mi bendición:
Mons. Demetrio Fernández González. , Obispo de Córdoba.