No hay casi acción. La investigación sobre el asesinato del pescador avanza al paso del modo de responder gallego. Es decir, lentamente. Pero esto está bien, los protagonistas son gente sencilla, lacónica y sentenciosa, dispuestas a creer en fantasmas y supersticiones. El libro es una sucesión de interrogatorios que terminan cuando la verdad se abre paso. Como en otros crímenes, se encuentra en el pasado.
Un poco lenta, pero bien escrita y sin episodios desagradables ni truculentos. Nada chirría. Hay unidad y coherencia. Paralelamente a las pesquisas se va desarrollando la historia personal de Caldas y hay muchos párrafo dedicados a Galicia, y a las faenas de pesca.
Le veo futuro a Villar.