De nuevo Mieres pudo ver y escuchar ópera televisada, buena entrada de los aficionados habituales pero con las mismas carencias de siempre o peores, pues solo llegaba sonido por un canal y la iluminación desde el coliseo carbayón no está preparada ni diseñada para ser televisada (si además está reciente la retransmisión del Così de Haneke en La2, sobra el resto de comentario). Así que este "Don Juan" además de no enamorar tampoco le vimos mucho y escucharlo ¡sólo a medias!. Seguir agradeciendo el esfuerzo por acercar gratis la ópera, lo que no disculpa la poca calidad de emisión y realización.
Todas las obras de Mozart resultan engañosas por su aparente facilidad pero siempre muy exigentes, probablemente las "óperas italianas" aún más, y encontrar repartos equilibrados no es fácil, no digamos en estos tiempos de crisis y cancelaciones varias, por lo que el resto de voces de este Giovanni resultó equilibrado y mejorable (aunque ya sabemos lo que cambia de estar cerca del micrófono o no), muy distinto del directo pero reconocible y similar a lo que se vivió el día de la primera función por lo leído en prensa y webs.
Del resto y sin entrar a fondo por lo apuntado de microfonía, muy creíbles Masetto (Davide Bartolucci) y Zerlina (Maren Favela), contenida Mª José Moreno como Donna Anna, esperanzador Antonio Lozano como Don Ottavio, desigual el protagonista donjuanesco Rodion Pogossov y convincente el Comendador Orlov, el único que repetirá para el reparto joven junto a la pareja Zerlina-Masetto de este viernes 31 al que espero asistir (tengo sacada entrada en Principal de 42€ hace tiempo, aunque seguro que las regalarán). La Oviedo Filarmonía se escuchó desigual, con el continuo perfecto de mi admirado Aarón Zapico cuya colocación de microfonía dio volúmenes impensables en vivo superiores a la propia orquesta. Bien en el escenario los músicos de la cena-baile finales.
De esta producción propia (en colaboración con el Teatro de Magdeburg) no puede hablarse de puesta en escena: pobre, limitada a los recurrentes prismas (que acabarán siendo el equivalente actual al "banco y la verja del siglo pasado") con distintas posiciones, una escalera y la socorrida iluminación que intenta compensar otras carencias, así como la estatua ecuestre ("cuestre lo que cuestre" de Les Luthiers, con más cartón que piedra) del Comendador como único "exceso", y vestuario de época conviviendo con alguno más actual en una nueva muestra de la crisis (también creativa) que nos afecta en el terreno lírico, aunque Oviedo presume de capearla.