Así gritó a la noche que no habríasepulcro sin su sombra,ni lápida en la cual no se pudiera—combinando las letras de otro modo—reconocer su nombre.
Gritó tan vivamente que los muertos
temblaron en sus tumbas,y muchos que le habían conocido,amado o despreciado,sufrieron pesadillas o cayeronde sus lechos al suelo.Estaba allí, los brazos extendidoshacia el cielo, borracho, desafiante,entre aquel mar de cruces,una más de las pálidas estatuasbañadas por la luna.Estaba allí don Juan y maldecíala estirpe y la memoria de su víctima,la imagen del creador, del omniscientedramaturgo que se atrevía a usarlecomo actor de su drama.Allí estaba don Juan retando a dueloal más allá, invitándole a su mesa,para poder gritarle una vez más—la última— que no se arrepentía.Wikio