Don juan tenorio

Publicado el 07 marzo 2017 por Aurisecular

¿Qué tiene Don Juan Tenorio para continuar en escena? Es cierto que ya no de forma regular, lo que indica que, al menos su contenido, ha quedado obsoleto en el siglo XXI. No están las cosas para venir con actitudes machistas o bravuconas ahora que, por todos los medios, intentamos una sociedad igualitaria en cuanto al sexo o una sociedad en la que quede erradicada la violencia. Pero aún no ha desaparecido de los escenarios, aún sigue en los planes de estudio, así que intentaremos analizarlo con objetividad.

Es, en principio, un drama romántico; José Zorrilla perteneció, por la época en que vivió, a ese movimiento y sin embargo el héroe se aferra al final a la Iglesia implorando perdón. Creo que ahí está la clave, en la finalidad didáctico-propagandista eclesiástica. Siempre es reconfortante saber que todos podemos salvarnos si lo consigue hasta el ser más despreciable. Realmente don Juan Tenorio es abominable, él mismo se define

A veces, oyéndolo, tenemos la impresión de estar ante un personaje del Siglo de Oro

El lenguaje, la ambientación de la época y las costumbres representadas nos recuerdan a alguna tragedia barroca aunque exagerada en extremo

Además, a Ciutti le falta el punto cómico del criado, pero en las circunstancias en las que se encuentra no es de extrañar; en ningún momento hace burlas o recrimina a su señor, siempre lo obedece limitándose a efectuar lo que le ordena, incluso en momentos en los que lo considera una locura

Así que si hoy no empatizamos con este mito está claro que el éxito debe venir de otra parte, puede que de la puesta en escena.

Don Juan Tenorio es quien abre la representación, y en su parlamento ya deja claro, amenazante, qué características lo definen; maldice al pueblo y en su imprecación va implícito el valor que muestra ante la muerte.

Como tampoco son raros los juramentos y expresiones alusivas al infierno que pueblan el texto dramático "¡voto a tal!", "Por la cruz de San Andrés!", "¡Por Satanás...!", "Reportaos, por Belcebú!", "pero él es un Satanás", "Mas lleva ese hombre consigo / algún diablo familiar".

Sin embargo analizaremos si este drama es verdaderamente romántico o va un punto más allá.

Cómo su presencia va seguida del escándalo y cómo, no contentos con haber pasado un año cometiendo tropelías, se apuestan que don Juan conseguirá esa noche a la prometida de don Luis, doña Ana de Pantoja y seducirá a doña Inés de Ulloa, su propia prometida, aunque don Gonzalo de Ulloa acude a la posada y anula el casamiento

En este acto, don Juan se define en toda su plenitud como mito machista

con el que soborna al tesorero real para que lo saque de la cárcel, y al alcaide

(¡Qué cerca nos queda, eso sí, la corrupción!).

Asimismo, entre sus destrezas destacan la de asesino sin escrúpulos "entonces, de un tajo, rájale" y, ante todo, depredador de la mujer, a la que ve como una conquista "La dama entrambos tenemos / sitiada".

Pero en el Acto Tercero, "Profanación" aparece lo que debió ser verdaderamente escandaloso para la época y que, sin embargo, habíamos tenido tiempo de leer mucho antes pues el Arcipreste de Hita, inspirado en la comedia latina, ya enfrenta al protagonista en su duodécima aventura -todas fallidas- a la monja Garoza. Así, don Juan, como el Arcipreste, con la Iglesia ha topado y sólo podrá recibir de doña Inés un amor limpio "que en profesando, es preciso / renunciar a cuanto amé". El acto deja a doña Inés como otro mito de la escena pues asocia la pasión que le transmite don Juan al fuego predestinado del infierno "¡Ay! Se me abrasa la mano / con que el papel he cogido".

También el tópico del amor a primera vista está presente en la literatura de Ovidio, pero lo normal es que sea el hombre quien se enamore sólo con ver a la dama y aquí es doña Inés la que

Con esto, la propia doña Inés es la que quita credibilidad a la carta que vimos escribir a don Juan al principio de la obra y, sin embargo, con sus gestos, le añade dramatismo

Otro tópico de este acto es el tan analizado sueño-realidad y en el que doña Inés profundiza, incrédula, ante lo que sucede "¿Es realidad lo que miro, / o es una fascinación?", dejando la posterior intervención de don Juan en algo irrisorio por la ruptura filosófica de la profundidad que pretende la enamorada "¡Ea! No desperdiciemos / el tiempo aquí en contemplarla..." y terminando el acto, de forma casi humorística ante tanta evidencia obviada

En la segunda parte, mucho más corta, los efectos especiales dignos del más fiero romanticismo se multiplican, hasta borrar por un instante la imagen renacentista que adquiere doña Inés como intercesora del hombre ante Dios:

algo exagerado teniendo en cuenta que en ese instante mata de un disparo a su futuro suegro y de una estocada a su rival en bravuconerías

Acaba de demostrar que no es un ángel sino un verdadero romántico que abomina de todo lo que no lo deja en primer lugar

Don Juan muere a manos de Centellas, aun así habla con la Estatua y con doña Inés, que ordena a todos los fantasmas regresar a sus tumbas, a las estatuas a sus lugares y a los ángeles a que vengan a por sus almas. Vuelven ambos a morir y hay que reconocer que, con justicia poética, queda mitificada doña Inés como la propia Virgen que ordena a su Hijo lo que tiene que hacer.

El mito de doña Inés o el surrealismo de Zorrilla.