Don Odón Calafell i Espriu es catalán de nacimiento y caraesquina de condición. Mira siempre como si le debieran y no le pagaran.
- ¿Y podría ser que fuera cierto que no le pagan lo que le deben?
- Se me está usted pareciendo al Mocito Feliz, últimamente aparece en todos los retratos que intento hacer. Pues sí, puede ser que alguien no le pague, pero eso no justifica.
Don Odón, además, es desconfiado y doctor en mundología. No se fía ni de su cara reflejada en el espejo y sabe de cualquier cosa que se le pregunte, e incluso de otras muchas de las que nunca se me ocurriría preguntarle. Y debe ser cierto que sabe tanto, pues tiene cabeza para eso y para más y además dicta lección magistral cada vez que opina.
- A mí me parece que ese es un mal endémico en este bendito país que llamamos España.
- ¿Cuál, el de la cabeza grande?
- Sí, a eso me refería. España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa.
Pues don Odón embiste y piensa. O piensa en embestir a todo el que pretenda refutar sus opiniones. Y pobre de que le refute alguien inferior en edad o gobierno, le hará saber su inferioridad estampándosela en pleno rostro.
- ¿Y no se ha encontrado nunca con la pared de enfrente?
- En más de una ocasión, pero se limpia la sangre de las narices y continúa caminando como si tal cosa. Retroceder, nunca. Media vuelta y a seguir avanzando.
Don Odón sólo espera que cuando le llegue la hora, que sabe aun lejana, sus herederos continúen su benefactora labor para con el mundo, aunque, no podía ser de otra manera, desconfía de sus capacidades.