Todos tenemos nuestros problemas. Eso es cierto, y todos hemos tenido en algún momento gente a nuestro alrededor que nos ha echado una mano cuando necesitábamos ayuda. Es algo natural y necesario, porque, por mucho que queramos, somos humanos y necesitamos de los demás para apoyarnos y ayudarnos entre nosotros. Pero a veces, no sabemos manejar lo que conlleva que nos ayuden o incluso ayudar a otros, pudiendo convertirse en un problema de relación. Es frecuente ver a personas que no saben ser ayudadas; a otras, que piensan que si les ayudas, rápidamente tienen que devolver el favor, y a otras, que se desviven tanto por ayudar a los demás, que hacen el problema de otros como suyo propio.
Puede que sea complicado encontrar el equilibrio, y tan perjudicial es el no dejarse ayudar, como el hecho de tratar de ayudar a todo el mundo, aunque no te lo hayan pedido. En el primer caso, la persona que no quiere ayuda de nadie, no es capaz de asumir ante los demás, que tiene limitaciones. En el segundo, piensa que lo de la ayuda es un intercambio que debe hacerse rápidamente, para que el otro no piense que se está aprovechando, y le cree un rechazo, por lo que, también le resulta difícil dejarse ayudar. Por último, la persona que necesita fervientemente ayudar a otro, responsabilizándose de lo que no le corresponde, no es consciente de que, en realidad, está actuando de salvador, tratando de rescatar a todo aquel, que igual no necesita ser rescatado. Es lo que se conoce como el síndrome del salvador o de “Perro San Bernardo”.
Podríamos pensar que el “salvador” o “Don San Bernardo” es una alguien muy solidario, que se preocupa por los demás y trata de hacer mejor la vida de otros. Esa podría ser la primera impresión, y con esa visión, podríamos pensar que tiene grandes valores que le hacen ser una gran persona. Evidentemente, esos grandes valores pueden existir, como también el hecho, de que se preocupe por los demás y quiera mejorar sus vidas, pero no solo el salvador se mueve movido por estos valores, sino que hay un trasfondo debajo de todo eso, es decir, la persona que actúa como un Perro San Bernardo, rescatando a todo aquel que está en un momento de oscuridad en su vida, no solo le mueve la solidaridad y el acto generoso y desinteresado, sino un deseo profundo de reconocimiento de los demás hacia ella misma.
Ante su defensa he de comentar, que la persona que actúa así, lo hace de forma absolutamente inconsciente, movida por un gran deseo de solucionar, lo que le ocurre a todo aquel que se encuentra en apuros, para mitigar su dolor, pero atando a su vez, su valía y su autoestima a la persona que está siendo salvada.
Analicemos como actúa:
“La vulnerabilidad del otro es mi poder”
Todos nos hemos sentido vulnerables alguna vez y hemos necesitado que alguien nos echara una mano. Eso es algo sano y natural. A su vez, también hemos tenido la necesidad de ayudar cuando alguien cercano estaba pasando por un momento difícil en su vida.
Cuando pasamos por una situación complicada, es normal que nos encontremos más vulnerables. A veces los problemas nos nublan y no sabemos muy bien cual es la manera correcta de actuar. Esa vulnerabilidad la aprovecha “Don San Bernardo” para apoderarse de nuestro problema. Intenta ayudarnos con tanto fervor, que es fácil que se olvide de su vida para centrarse en la nuestra, controlando nuestros pasos y tomando el control de la situación. En ese momento, la persona que intenta rescatarnos, asume un rol de poder, tratando de hacer ver con sus actos, que ella es la única que nos puede ayudar, y que todo lo que está haciendo, es por nuestro mayor bien. Lo peor es que, ella misma está convencida de que es así, porque, siente tanto el problema del otro, y tiene tantos deseos de ayudar, que piensa que será el mejor apoyo. Puede que nos diga entonces como tenemos que actuar, incluso actúe por nosotros, y nos de consejos gratuitos sin que se los pidamos, asumiendo que es él quien tiene la solución a nuestro problema.
“Me necesita”
Hay una gran diferencia entre pensar, que una persona necesita ayuda, y creer que esa persona “Te necesita”. Don San Bernardo, en ese momento, cree que realmente, la mejor solución para esa persona que está en apuros, es apoyarse en ella. Tiene tanta preocupación por lo que le ocurre, que cree que tiene el deber mejorar su situación, sea como sea. Siente su dolor de forma tan profunda, que lo hace propio. Cree que es evidente, que es quien mejor puede comprender, por lo que está pasando aquel a quien ayuda, y crea un vínculo imaginario que les hará estar unidos en la desdicha. Como su percepción es que esa persona “la necesita”, necesita controlar su vida y sus movimientos. En muchas ocasiones, dará consejos gratuitos de lo que cree que se debe de hacer, y sus consejos deberán ser acogidos sin dudar, porque Don San Bernardo sabe que es lo correcto en su situación. Tenderá por tanto a imponer su opinión, sintiéndose hasta ofendido, si no se siguen sus indicaciones.
“Necesito que me necesiten”
El salvador necesita sentirse importante con los demás, porque realmente se siente inferior al resto, por lo que, inconscientemente el patrón se repetirá una y otra vez, atrayendo continuamente a personas que necesitan ser ayudadas.
Don San Bernardo brindará su ayuda, a cambio de una dependencia emocional con el otro, que le haga sentir reconocido, cubriendo aparentemente sus carencias emocionales y su falta de amor hacia si mismo. Evitará así su propio sufrimiento, volcándose en el sufrimiento del otro, y pensando ciegamente, que esa persona valorará todo lo que está haciendo por él. Su objetivo final inconsciente será por tanto, alimentar su ego para sentirse “alguien”.
“No me valoran”
“Don San Bernardo”, al creer que es necesitado, no actuará en base a lo que la persona en apuros necesita, sino en lo que él cree que necesita, por lo que, hará cosas que no le habrán pedido, privando al otro de independencia y de autonomía para enfrentarse a sus propios problemas. La persona que está en el rol de salvada en muchos casos puede sentirse agobiada, detectando lo que ocurre y buscando la autonomía que necesita. Ésto hará, que quien está en el papel de salvador, no reciba en muchas ocasiones, el reconocimiento que buscaba, sintiéndose cada vez más frustrado y por tanto, menos valorado. Su situación se convertirá por tanto, en un círculo vicioso, en el que necesitará una nueva víctima a quien ayudar, para volver a sentirse útil e importante para el otro.
Este tipo de dependencia es, por tanto, muy dañina, ya que “Don San Bernardo” depende de los demás para sentirse bien, ayudando desde sus propias carencias, desde su propio ego, y desde el miedo profundo a sentirse abandonado por la otra persona, por lo que, necesita controlarla y “salvarla” para sentirse amado, reconocido y valioso, tratando de ser indispensable para su víctima.
Cada vez que se destruyan los lazos ficticios que construye con la otra persona, más se hundirá en su propio dolor, sintiéndose abandonado, y reforzando la creencia interna, de que no es válido ni importante para nadie, hasta que vuelva a encontrar una nueva víctima y repita de nuevo el círculo vicioso.
Ayudar por tanto al otro, si se hace desde el amor y el apoyo incondicional es una actitud noble, pero si se hace desde las propias carencias, el control y el deseo de dependencia puede ser muy destructivo, tanto para la persona que intenta salvar, como para que puede ser “salvada”, independientemente de que tenga o no la necesidad de ello. Por eso, siempre es importante que reflexionemos sobre nuestra forma de ayudar o sobre como nos ayudan, para que siempre sea desde el amor incondicional y la libertad.