¿Qué harías si tuvieras la posibilidad de conocer el futuro que te espera?
La respuesta parece bastante obvia, pero no lo es. Ya lo explicó Zemeckies en su película "Regreso al futuro". El conocimiento de nuestro destino puede causar un grave trauma, ya que no vemos el proceso que nos ha llevado a ese final.
Por ejemplo, si yo pienso en mi yo de hace 10 años enterándose de mi presente, es muy posible que sufriera un colapso o simplemente un ataque de frustración. Y no por que tenga una mala vida o novo sea feliz, sino porque muchas cosas que entonces no entendía componen mi día a día, mucha gente que me rodeaba ya no está, y muchos principios fundamentales de mi vida han ido mutando en otros no menos interesantes.
Así que la pregunta del principio no es algo sencillo. ¿Cómo te ves en un futuro no lejano? ¿Te gustaría tener la capacidad de verlo? ... Y todas estas preguntan desembocan en la madre del cordero : "queremos saber qué nos depara la vida porque tenemos miedo a equivocarnos, y nos encantaría tener a nuestro alcance la tecla de deshacer".
Por tanto, desde que el hombre es hombre ha vivido obsesionado por conocer su futuro, desde el tarot, la bola de cristal, las máquinas del tiempo, las adivinas, etc... pero lo más curioso es que esa obsesión viene de nuestro terrible miedo a ser libres. Y cuanto más atado a estas convenciones esté alguien, más miedo a su libertad tiene. En el fondo lo estructurado, las normas y las convenciones son los puntos numerados que componen el dibujo de nuestras vidas. Nos da seguridad saber que después del 1 va el 2, y que no nos salimos al colorear. Y son los verdaderos valientes los que un día deciden no preguntarse más qué se espera de ellos, cómo les gustaría acabar o qué habrá al final del camino.
Desde luego hay sociedades más proclives a estas convenciones. Siempre acuso a nuestro pasado religioso de esto. La providencia, el destino, la gracia divina, son conceptos muy católicos. Y por mucho que personalmente no seamos religiosos, nos hemos criado en un ambiente y una sociedad mayoritariamente católica. Aunque es cierto que cada día gotea alguien en nuestro entorno que ve la vida de otra manera, fuera de convencionalismos, lo que es una realidad es que el mayor número de casos que, yo personalmente, he conocido de personas que eligen otro modo de vida diferente a lo establecido, provenían de otras culturas, principalmente protestantes. Si se tiene en cuenta que no hay designios, que tu construyes tu futuro y tienes línea directa con Dios, esto resulta de lo más coherente.
En resumen, queremos saber nuestro futuro porque nos tranquiliza y reconforta en los momentos de duda y crisis. Lo que no nos paramos a pensar es que todos conocemos ya nuestro futuro. Ese del que nadie se va a salvar. Por lo tanto, tendremos que esmerarnos en disfrutar de nuestro presente que es el único que en verdad desconocemos y sobre el que tenemos la libertad de escribir todo lo que queramos.