El escritor – no el escritor, en abstracto, sino quien estas líneas escribe – ha levantado
la tapa de la olla en la que se cuecen sus viejos amigos, los personajes de los libros ya
publicados, y ha visto, con alegría y con estupor, bullir el violentísimo tropel de las más
imprevistas fidelidades. También ha escuchado el escritor, para su solaz e incluso sin tener
que pegar demasiado el oído, el revuelto y tumultuario latir de sus criaturas: los títeres que
- gracias sean dadas a quien proceda – campan por sus repetos, libres y confianzudos igual
que Perico por su casa.
Los viejos amigos (primera serie) Camilo José Cela, Noguer, 1960
Don Torcuato Aguasbravas García, alias Espontáneo, no es maletilla, como su alias parecería denotar. Tiene por oficio, sacerdocio dice él, el cada vez menos vistoso de maestro de escuela. Y por afición, la de colarse en los artículos de este blog, para preguntar y exasperar a cualquiera de los narradores que tengan a bien contarnos algo. No diré yo que a veces no ilumine algún que otro párrafo con su espontánea participación. Pero tengo para mí, que la mayoría de las veces, lo único que hace es poner palos en la rueda y tocar los cojones a dos manos. Virtud por la cual, se ha hecho acreedor a una tunda de palos el día que caiga en manos de un narrador poco mirado para esas cosas. Qué caerá, pues nunca se ha de olvidar que a todo cerdo le llega su San Martín y que el que nace pavo muere en Navidad.
Don Torcuato matrimonió con Salustiana Iguanzo Tomeo, alias la Saluz, propietaria de la pensión de la calle Santa Juana de Arco, 7 principal. El apodo de Salustiana no se debe, como pudiera parecer, a un apócope andaluz de su nombre, sino a su inveterada costumbre de andar detrás de sus huespedes, para que apagaran la luz no más tarde de las diez de la noche. Su grito de guerra era: “Sa” luz, don Pepe; “Sa” luz “señá” Encarna y así iba enumerando y ordenando, huesped por huesped. Y con ese mal nombre se quedó: La Saluz.
La Saluz tuvo el detalle de dejar viudo a don Torcuato a los tres años de matrimonio y sin descendencia, lo cual es muy de agradecer, pues todo el mundo vaticinaba que al menos las cinco primeras crías de este casar, habría que tirarlas para que las siguientes encarnaran con aprovechamiento y color.
- Disculpe. No quisiera molestar ¿verdad? pero en realidad, a mí de quien me hubiera gustado enviudar era de la Matildita, pero se ve que no es costumbre.
- ¡Caray don Torcuato! Ya me extrañaba a mí que no apareciera en esta su entrada. Cómo iba a enviudar usted de Matildita si le faltan las dos principales condiciones para tal logro. A saber: que se hubiera casado con ella y que la Matildita hubiera muerto, cosa que a Dios gracias, está muy lejos de suceder, que se la ve colaradota y alegre.
- Pues eso le digo. Que no es costumbre enviudar de quien se quiere, sino de quien se puede. Pero yo hubiera hecho un viudo muy aparente de la Matildita. En cambio, como viudo de la Saluz, no luzco nada. No es lo mismo. No va a usted a comparar.
- No, si no comparo, que ya se dijo que las comparaciones son odiosas. De todas formas, podría empezar por la primera condición y en su calidad de viudo, pedir la mano de la Matildita.
- ¡Anda, pues es verdad! Fíjese que ni cuenta me había dado. Luego, ya es cuestión de esperar el anhelado óbito y sueño cumplido. No sabe cuanto se lo agradezco. Me ha salvado usted el porvenir.
- De nada, hombre. Para eso estamos los amigos. Ahora, que no es por molestar, pero a lo mejor la Matildita se resiste a dejarle viudo. Tenga en cuenta que algunas mujeres son muy miradas para esas cosas.
- Eso déjelo de mi cuenta, que una vez puesto en el camino, la meta siempre llega un paso del otro en pos. No sabe usted el poder de persuasión que tienen los sueños largamente perseguidos.
¡Ea! Pues la próxima vez que aparezca por estos lares el espontáneo, ya le conocerán ustedes un poco mejor. Foto no les dejo porque nunca se hizo una. Parece ser que cuando la boda, fueron a un fotomatón y se hicieron los retratos cara con cara, pero en primer plano salió la oreja derecha de la Salustiana y más parecía un anuncio de bisutería barata que una foto de matrimonio, con lo que desistieron y hasta hoy.