Éste bien podría ser el título de esta publicación/crítica/denuncia, pero es demasiado extenso. Hoy quiero hablaros de este restaurante, Doña Brasa, situado en Aguadulce, en la provincia de Almería, muy cerca del Hotel PortoMagno.
Tras meditarlo, brevemente, decidimos ir a Doña Brasa.
Ya en la puerta del establecimiento, indagamos un poco en la red en busca de opiniones acerca del susodicho restaurante, pero no encontramos ni una sola opinión, tan sólo un vídeo en el que unos jovencísimos dueños hablaban sobre su restaurante y la propia página web del restaurante, Doña Brasa. Aún viendo que no entraba mucha gente al local, nos dejamos llevar por su exótica propuesta y decidimos probar. Un buffet libre por 15€, bebida aparte, con 20 entrantes variados y 20 tipos de carne al estilo brasileño servidas en espadas, con diversos postres como punto final... Sonaba bastante bien.
En realidad, me parecía una ganga. He estado en otros restaurante que sirven este tipo de comida y la broma sale mucho más cara, pero es algo por lo que merece la pena pagar.
Bien, como ya he dicho, viendo lo que ofrecía y al precio que lo ofrecía, no pudimos evitar entrar para probar.
Atravesamos una pequeña terraza semicubierta, de esas que se estilan ahora para poder fumar, hasta llegar a la puerta del restaurante. Nada más entrar nos encontramos con una barra a la izquierda y unas mesas dispuestas en línea a la derecha. Sólo un par de mesas estaban ocupadas, mientras que tras la barra estaba el joven que salía en el vídeo, el dueño, con un atuendo digno de un gran barman. Un mostrador con vinos custodia la barra. Bueno, en verdad, todo el local está decorado con botellas de vino. Encontraréis botellas de vino en cada rincón, bien sea sobre una estantería, sobre un hueco o sobre un mueble. Será por vino...
Mientras me deleitaba con la cuidada decoración (esto lo digo en serio) me pude percatar de la carta de tapas. No era muy extensa ni muy variada, tampoco recuerdo que fueran tapas demasiado elaboradas. Quizá mini hamburguesas, las cuales les ha dado a todos los locales de tapas por hacer, chorizo y algo de pescado, pero poca cosa.
Sin previo aviso, nos asaltó una señorita para atendernos. No podía ser otra que la joven que salía en el vídeo, la dueña del restaurante, quién sabe si la misma Doña Brasa... Nos preguntó si sabíamos cómo iba el tema, a lo que le contestamos que queríamos probar el Buffet Libre de comida al estilo brasileño servido en espadas. Enseguida nos explicó en qué consistía. Básicamente lo que he explicado antes: 20 entrantes variados, 20 platos de carne al estilo brasileño servido en espada y diversos postres por 15€. La bebida no entraba en el precio, excepto de lunes a miércoles, aunque eso no era lo que decía en el vídeo... (en el cual, los propios dueños, decían que la bebida entraba de lunes a jueves, y era la noche del jueves por lo que la bebida debía entrar..., pero no entró)
Nos acompañó hasta una de las mesas sobre la que había una botella de vino y unos platos bien dispuestos. Tras pedirle la bebida, nos dijo que debíamos usar el mismo plato para los entrantes, algo que de nuevo me extrañó, ya que en estos sitios, normalmente, hay montañas de platos limpios para ser usados cuando el comensal repite..., pero más sorprendido me dejó ver la "variedad" de entrantes que ofrece Doña Brasa.
Nos acercamos a una especie de expositor muy bien decorado pero con poco donde elegir. En la parte de abajo estaban los platos de los que se debía coger y sobre estos, en la parte de arriba, botes y más botes de diversas salsas. Comenzamos a pasar sobre los platos, la primera vuelta. Había algo de embutido, ensalada de pasta, algo parecido a trozos de carne en un líquido extraño y..., atención a esto, todos los ingredientes necesarios para una ensalada, en platos diferentes. Si a esto se referían con 20 entrantes variados, se han lucido porque, prácticamente, la mayoría de platos eran los ingredientes esenciales de una ensalada. No había ni rastro del anunciado sushi ni rollitos. Además, todos los entrantes tenían pinta de haber estado sobre aquel expositor demasiadas horas. Los embutidos estaban resecos, la ensalada de pasta estaba pasada y dudo que las verduras fueran frescas del todo.
Decepcionados, volvimos a la mesa con los platos llenos de embutido normal y corriente, del cual te puedes tupir en tu propia casa. La botella de vino había desaparecido y tan sólo quedaban sobre la mesa los platos y cubiertos para dos.
Comimos los entrantes pensando que la carne sería el punto fuerte, esa era al menos nuestra esperanza. Al acabar de comer, le pedimos al camarero, el cual no se movió de la puerta, atento a todos nuestros movimientos, que nos trajese la carne. Nos dijo que aún no estaba lista y que debíamos esperar un poco. Para que la espera no se hiciera demasiado agónica nos trajo dos cuencos llenos de plátano frito y patatas fritas, lo mejor de la noche. Casi nos comimos todo, teníamos hambre y la carne no llegaba. Pensamos que tardaban tanto por la preparación laboriosa que debe llevar, pero nada más lejos de la realidad. Estaban esperando porque la carne estaba congelada y debía descongelarse.
Al cabo de un buen rato, bastante, apareció el camarero con una bandeja de metal. Yo ya me temía lo peor. Aquello, de estilo brasileño tenía lo que yo de monje budista, que es nada. Al ponerla sobre la mesa y tras un amable: "Buen provecho", supe que aquello era todo. No es que nos sintiéramos decepcionados, es que nos sentíamos estafados. Y lo peor llegó al probar la carne...
Los 20 platos de carne al estilo brasileño servidos en espadas se limitaba a cuatro alitas de pollo con un extraño color amarillento, bastante pasadas y muy mal cortadas, dos trozos anchos de panceta que ni llegamos a probar, cuatro filetes de lomo demasiado finos y, por consiguiente, muy resecos, chorizo requemado por fuera y crudo por dentro, unas especies de salchichas alemanas que tenían un extraño sabor y unos trozos, como de filetes, de algo indescriptible. Mi pareja apostaba por ternera, yo por cordero. Pero había sido tantas veces congelado y descongelado que tenía un sabor de lo más extraño.
Nos dejamos casi todo en la bandeja porque aquello no es que tuviese una pinta demasiado apetitosa.
En conclusión. Bajo mi punto de vista, Doña Brasa ofrece unos entrantes bastante pobres y demasiado típicos como para que puedan atraer a cualquier persona. Son entrantes que cualquiera puede comer en cualquier momento y en cualquier otro lugar. No me parecen algo interesante por lo que pagar y, además, no incluyen todos los platos que anuncian.
La carne lo empeora todo. Ver llegar al camarero con la bandeja dejará a más de uno con la boca abierta, tanto para bien como para mal. Seguro que a más para mal. No sé de dónde se saca esta gente que sirven la carne al estilo brasileño y en espadas, porque nada de eso es cierto. Pinchar la carne y asarla en una parrilla no es hacerlo al estilo brasileño y traerlo en bandeja no es servirlo en espada. Y lo peor no es eso, es que te sirvan carne congelada. ¿Eso es calidad? Yo diría que no.
En cuanto a los postres, no tengo demasiada queja. Son los postres típicos y cumplen.
Doña Brasa cuida su imagen pero no su cocina. Y, para mi, en un restaurante debe primar la buena cocina antes que una imagen, que además es engañosa. Un asador de carne que se precie no puede servir carne congelada ni productos de calidad dudosa. Todo esto, incluido a la publicidad engañosa, a los entrantes pobres y a una pillería digna del Lazarillo de Tormes, hace que nos queramos volver a pisar el restaurante Doña Brasa. Considero 15€ un precio excesivo para lo que ofrece.
Si ya nos advirtió el gato negro con el que nos cruzamos en la misma puerta del restaurante que no debíamos entrar...
Nota: Lo vertido en esta publicación es tan sólo la opinión sobre este restaurante tras haber sido cliente del mismo. Que cada uno saque sus conclusiones a la hora de ir a Doña Brasa.