En el verano de de 1496, Alejandro VI temía que los franceses invadieran nuevamente los Estados Pontifícios y aquello le dejaba intranquilo respecto a la seguridad de sus hijos. Una de sus órdenes fue pedir que Juan Borgia, el duque de Gandía, abandonase España. Durante los años de 1494 y 1495, Carlos VIII de Francia estaba decidido a ejercer sus derechos sobre el trono de Nápoles, invadiendo la península itálica. La velocidad y el poder del avance francés asustó a los otros gobernantes italianos, incluido el Papa y el duque de Milán, Ludovico Sforza. Ellos formaron una coalición anti-francesa, llamada "La Liga de Venecia". En Fornovo en julio de 1495, la Liga derrotó a las tropas de Carlos VIII y éste perdió casi todo el botín de la campaña para luego retirarse a Francia.
Después de la partida del monarca galo, la llamada de Rodrigo Borgia se hizo tan urgente que los más plausible para Juan sería regresar al hogar familiar. Tuvo que dejar a su desconsolada esposa, la duquesa María Enríquez Borgia con su pequeño vástago, Juan, y un nuevo retoño que venía en camino.
Diez de agosto, día de San Lorenzo. Juan Borgia hace su entrada en Roma llegando a Civitavecchia. César lo esperaba a la entrada del puerto para acompañarle con todos los honores que se merecía al palacio apostólico, donde el duque de Gandía iba a alojarse. Lo agasajaron con una cordial bienvenida, deleitando a los asistentes con una pomposidad que no pasaba desapercibida. El duque iba sobre un caballo bayo enjaezado con "guarniciones de oro y campanillas de plata", además de una gorra de terciopelo oscuro, con las mangas y el pecho recamados de gemas y de perlas.
El Papa preparaba a su hijo Juan ejército y artillería y hacía venir a Roma, como lugarteniente del ejército, al duque Guidobaldo d´Urbino, hombre experto en el arte militar, pero sin la desmedida ambición de los Borgia, una garantía de seriedad y lealtad. En octubre de 1496, todo estaba dispuesto y el duque de Gandía nombrado capitán general de la Iglesia. Acto seguido comenzaron las campañas militares, en algunas salieron victoriosos y optimistas, conquistando diez fortalezas y otras, como la disputada contra Carlo y Giulio Orsini, cayeron rendidos ante la perspicacia del enemigo.
Terminado el agobio de las batallas, Juan se entregó a los placeres de las fiestas que para el regocijo del duque coincidía con los Carnavales. Claro está que hubiera sido una lástima desperdiciar un tiempo tan propicio a la diversión. En medio de la muchedumbre, vislumbró la presencia de la bella Sancha de Aragón, con sus ardientes y vivaces ojos negros que incitaban a un hombre a perderse entre sus brazos. Ambos tan pasionales e impulsivos, se dejaron abrumar por una pasión arrolladora.
Sin embargo, se iniciaba un conflicto fraternal imborrable. Lo que ocurrió luego entre César y Juan hasta hoy no se ha podido aclarar. Por otro lado, Sancha no le importó causar estragos entre los hermanos; quizás ya se había aburrido de su idílio amoroso con César y deseaba buscar la llama del placer en la compañía de otros hombres, ¿¿pero por qué con Juan?? ¿¿No había otros cortesanos que podrían satisfacer sus necesidades carnales?? A lo mejor, adoraba el arriesgado juego de las pasiones, vivir al límite resultaba excitante; o tal vez quisiera vengarse, afirmándose tres veces nuera del Papa, por su matrimonio con Jofre, y sus aventuras con César y Juan.
Continuará...
Bibliografía:
Bellonci, María: Lucrecia Borgia, su vida y su tiempo, Editorial Renacimiento, México D.F., 1961.
http://en.wikipedia.org/wiki/Charles_VIII_of_France
http://web7.taringa.net/posts/info/10048866/Los-Borgia-enredos-politicos_-escandalos-y-ambiciones_.html
Escenas de la primera temporada de la serie The Borgias (Showtime, 2011)