*Nota preliminar: el texto del “polémico” tweet de Donald Trump aparece en el vídeo al final de este post.
No hace muchos meses estaba conversando con alguien sobre lo que es o no es Donald Trump. Yo mantenía una posición que llevo defendiendo muchos años, respecto a que a mí me importa un soberano pimiento si uno u otro gobernante es o no es simpático, porque lo que me parece realmente importante es el resultado de sus políticas sobre el pueblo que gobierna; mientras que esa persona achacaba al actual presidente de los Estados Unidos ser un mal encarado y un descortés, sin entrar a debatir sobre sus decisiones y su gobierno.
Ésta suele ser una actitud muy habitual. Si un gobernante cae bien, todo lo que hace es bueno y si comete errores es por culpa de la oposición, que es lo peor de lo peor. Si un gobernante cae mal, hace todo mal, incluso respirar. Semejante falta de objetividad en la opinión pública es ya de por sí deplorable. Pero si esa falta de objetividad se da entre los informadores, más que deplorable es miserable y nefasta.
Entre los medios españoles, incluido alguno que presume de ser independiente y se hace llamar El Independiente (yo, particularmente, hace meses que ando con la mosca detrás de la oreja respecto a la pretendida independencia de ese diario) los ataques contra el presidente norteamericano han sido particularmente insidiosos, principalmente por dos motivos. Uno, por ser americano. Otro por ser del Partido Republicano. Si hubiera que reseñar más motivos, añadiría que el gran pecado de Trump también pasa por ser rico, blanco, triunfar en los negocios, decir lo que piensa sin pelos en la lengua, no parecerse a Obama, ser hombre, ser patriota, apoyar a los militares de su país, apoyar las políticas antiabortistas…, y podría sumar todas aquellas cosas que molestan profundamente a los progres y que hasta la mayoría de los políticos y medios de derechas aceptan sin reparos.
En esta ocasión, el gran pecado de Trump que ha provocado que el mundo progre esté apilando leña para encender la hoguera inquisitorial, ha sido escribir en su Twitter lo que muchos pensamos, incluyendo curiosamente a tanto progre que de puertas para afuera es más gay que Boris Izaguirre, mas proinmigración ilegal que el papa Francisco y más izquierdista que Pedro Sánchez, pero que cuando le sale un “hijo maricón”, unos marroquíes le ocupan la vivienda o las políticas fiscales le arruinan su negocio resulta ser más conservador que Margaret Thatcher y más xenófobo y racista que el KKK.
Seamos serios. ¿Cuántos de nosotros no hemos deseado que personajes como el manipulador Pablo Echenique, la indepe catalanista monja Lucía Caram, o el impresentable Fachín, por poner unos pocos ejemplos, se fueran a sus países a solucionar problemas, en lugar de vivir en un lugar como España, que les acogió y al que no cesan de ocasionar problemas? Yo soy el primero en admitirlo. Yo levanto la mano y digo en voz alta ¡que se vayan! Y cualquiera que no se deje arrastrar por lo políticamente correcto lo diría también, aquí o en cualquier otro país con los suficientes problemas como para tener que aguantar además a una serie de indeseables que no han hecho nada por su propia tierra y que llega a otro lugar a criticarlo y parasitarlo. Son gente como ésta la que ensucia el esfuerzo de integración de los inmigrantes que viene buscando un futuro basado en el esfuerzo y la valía personal. Aquí, en España, en Europa, pocos se atreven a hablar así para no ser atacados por la dictadura progre que trata de regularnos hasta el lenguaje. Pero en Estados Unidos las voces de inmigrantes y sus descendientes que se levantan para defender a la nación que les dio acogida a ellos o a sus antepasados no son pocas. Porque lo que realmente pretenden indeseables como las congresistas demócratas, demagogas y victimistas, iconos visibles del progresismo más sectario y devotas de la agenda globalista del impresentable Soros, es que ni Donald Trump, ni nadie que no sea progre, pueda expresarse como sea su voluntad ni opinar nada que pueda ser incómodo para ciertos colectivos que, si no vivieran de los subsidios ni las subvenciones, jamás tendrían la presencia social que tienen ni el poder que los gobernantes y los medios han puesto en sus manos.
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