¿Dónde comienza mi historia?

Publicado el 17 abril 2017 por Escrilia @escrilia

Reduciendo a lo básico, sólo hay dos formas de empezar a contar una historia: Podemos meternos de lleno en la acción o establecer el mundo del protagonista, el statu quo, antes de que los hechos de la historia lo cambien.

Meterse en la acción no siempre significa personajes corriendo en medio de cientos de balas que cruzan el aire, caliente tras las explosiones. Simplemente es iniciar la historia en medio del conflicto (in medias res o in extremis) aunque éste conflicto sea en apariencia trivial o menor.

Las dos soluciones, como casi todo en esta vida, tienen pros y contras dependiendo de varios factores en los que el tipo de historia y nuestro estilo como escritores son los más importantes. Los problemas comienzan cuando damos a leer nuestro primer capítulo a alguien y no reacciona como esperábamos. Esto nos hace cuestionar si hicimos lo correcto eligiendo una u otra escena para iniciar nuestra historia de la mejor manera.

Hay que comprender que la decisión de empezar en medio del conflicto o ir construyendo la historia desde lo cotidiano es una elección personal y estará bien cualquiera que escojamos. Hay un sinfín de ejemplos de novelas exitosas con las dos opciones, eso deja bien claro que las dos funcionan. Para cualquier género. Para cualquier tipo de escritor.

Además, no hay motivo para pensar que no se pueda cambiar de una opción a la otra con éxito, si deseamos hacerlo, mientras ciertos elementos claves sigan presentes en nuestro comienzo. Estos elementos son mucho más importantes que el ritmo de las primeras páginas.

Cuando una persona a la que preguntamos (lector beta, consultor, amigo de confianza con nociones de literatura) dice que tiene dudas sobre las primeras páginas de nuestra historia, nos ayuda (y a veces duele). Dirán que es quizás un poco lenta (traducido: aburrida) o puede que un poco rápida (traducido: confusa). Pero, si bien debe preocuparnos el hecho de que no se impliquen en la historia después de leer las primeras páginas, su análisis de la causa no es tan importante.

Lo esencial es que no se enganchó a la historia: no la encontró interesante.

Ésta es la pregunta fundamental sobre los inicios: ¿Despierta el interés en los lectores? ¿Es mi historia interesante?

Y no es fácil de contestar, porque no se encuentra buscando en Google o leyendo un libro de gramática. Como lo vimos antes, es más sencillo concentrarse en la estructura y la trama, porque son conceptos más manejables, más sólidos. Quizás si acorto los capítulos puedo hacerlos más atrapantes, más dinámicos. ¿Y si termino el capítulo uno con un cliffhanger como punto de giro?

"Interesante" es una palabra abstracta y subjetiva. Después de todo lo que puede ser interesante para mí puede no serlo para otra persona. Mejor reunir muchas más opiniones y dejar que el promedio me solucione el problema.

Todo está bien cuando las cosas caen en el lugar correcto desde el principio (lo que algunas veces pasa), pero cuando no estamos convencidos, no convencemos a otros y hay que arreglarlo debemos arremangarnos y ponernos un poco analíticos para buscarle la vuelta. O largar todo y escribir otra cosa.

Pero pensemos un poco. Los ingredientes para que este inicio sea interesante están al alcance de todos, allí mismo, para usarlos. Está el conflicto. Está el personaje con sus particularidades, esas que llamaron a escribir sobre él en un principio. ¿Recuerda cuáles eran?

En la ficción los personajes tienen unos objetivos bastante estrechos. Los personajes sólo se impulsan siguiendo una o dos cosas. Eso define quienes son y qué intentan hacer durante el transcurso de la historia. La gente, en la vida real, puede obsesionarse por alguna cosa unos días, distraerse, cambiar de ideas, perder interés, encontrar otra ocupación. Esto no sucede en la ficción, porque todo se vería tan irreal y aleatorio que espantaría a los lectores.

Un policía duro que no confía en nadie, será malhumorado hasta el final. Una camarera sarcástica y desencantada no se convertirá en un dulce ángel despreocupado cuando encuentre el amor, al menos no de forma instantánea. La historia puede cambiarlos, haciéndolos vivir varias aventuras, pero eso requiere que usted sepa quiénes son estos personajes en su fuero interno y qué se necesita para afectarlos.

El conocimiento de nuestros personajes a fondo nos brinda un elemento vital necesario en todo comienzo. Si no conocemos a los protagonistas no podremos mostrar a los lectores esas cosas que realmente importan de ellos. Las cosas relevantes para la historia que queremos contar.

Debemos descubrir a nuestro personaje (aunque haya que escribir un terrible primer borrador para hacerlo) antes de poder presentárselo de forma realista, interesante, emotiva a nuestros lectores. De otro modo no funciona.

Una vez que tenemos una idea clara sobre quién es nuestro protagonista (y va también por el resto de personajes relevantes en nuestra historia) nuestra escena inicial mostrará lo necesario.

Ya no importa si es una vertiginosa escena de acción o el camino al trabajo en bicicleta, debemos presentar al protagonista a través de su rasgo más personal.

Y esto no significa mostrar a una mujer tranquila siendo tranquila o un hombre amargado siendo amargado. La forma de mostrar las cosas en la ficción es (casi) siempre indirecta y es mucho más efectivo poner a prueba estos rasgos que solo dejarlos ver.

Una mujer tranquila-tipo-zen se pondrá en una situación violenta para hacer ver su reacción. Un hombre amargado deberá forzar su buen humor frente a al jefe para conseguir un aumento.

Solo cuando un personaje se pone bajo presión se puede ver cómo es en realidad. Alguien puede decir que es feliz o suertudo pero el lector lo creerá cuando vea lo contento que va por la vida o que siempre gana los sorteos. Y este principio, que se aplica a cualquier parte de la historia, es crucial en el inicio, donde el lector quiere saber sobre quién lee muy rápido.

Esto nos lleva a pensar que no hay dos maneras de empezar a contar la historia, solo hay una.

Da lo mismo si es una escena de acción en Madagascar o si el personaje está tomando un café en la esquina.

El poner a prueba la esencia de nuestro personaje también establece el conflicto y crea el componente dramático. En cualquier escenario, si el personaje se mantiene fiel a sí mismo sin importar qué situación enfrente, la forma en que gestiona el reto y afronta las consecuencias siempre será interesante. Mostrará al personaje tal cual es y hará que el lector se involucre.

Luego, claro, habrá que escribir el resto de la historia tratando de no traicionar esas expectativas.