Toda la rocambolesca historia que rodea a los restos mortales de Goya comenzó de una forma arbitraria y casual. Estaba en 1880 el cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereyra visitando la tumba de su mujer en el cementerio de la ciudad francesa cuando descubrió, con asombro, que allí mismo, a no muchos metros, descansaba el ilustre artista aragonés, fallecido precisamente en Burdeos en 1828.
Ya resulta insólito que durante esos 52 años a nadie le hubiese dado por cuestionarse el paradero del autor de cuadros como ‘La maja vestida’. El caso es que una vez realizado el descubrimiento, Pereyra comenzó el correspondiente trajín burocrático para devolver los restos a España, un tedioso proyecto que se alargó durante varios años y que reportó una intrigante sorpresa al exhumar el cadáver. Allí estaban los restos del pintor pero con una ausencia significativa, faltaba su cabeza.
La estupefacción de los presentes no se hizo esperar. De nuevo ajetreo burocráctico y ante las dudas que amenazaban con paralizar el proceso, un tajante telegrama llegado de España: “Envíe Goya, con cráneo o sin él”. Y así fue, los restos del aragonés abandonaban Francia en junio de 1899 para ir a parar a la sacramental de San Isidro. Penúltima parada de Goya ya que, en 1919, sus restos eran reubicados, de forma definitiva, en la Ermita de San Antonio de la Florida, donde aún podemos visitarlos.
La pregunta es obvia y necesaria ¿qué sucedió con la cabeza del pintor? Aquí surgen muchas teorías, algunas más infundadas que otras. La primera dice que, aún en vida, Goya le dio permiso a su amigo el Doctor Laffargue para que, una vez muerto le cortase la cabeza y procediese a un estudio frenológico. En aquel momento la frenología (una pseudociencia que se apoyaba en la forma del cráneo para trazar nexos con los rasgos de la personalidad de la gente) estaba muy de moda, así que es posible que su decapitación se realizase para tal efecto.
Otras voces dicen que el cadáver de Goya fue profanado y su cabeza cortada, con el mismo objetivo que en la anterior hipótesis, un estudio frenológico, pero añadiendo la variante de que sin su consentimiento. Otra teoría apunta a que fue el artista quien pidió que su cabeza fuese llevaba a Madrid para ser enterrada junto a la Duquesa de Alba.
A todo esta corriente de argumentos, con el paso del tiempo, se le añade un nuevo elemento que no hizo más que avivar el fuego de la polémica. En 1918 sale a la luz un cuadro del pintor Dionisio de Fierros en cuyo reverso aparece una misteriosa inscripción “El cráneo de Goya pintado por Fierros en 1849”. De nuevo se disparan las teorías. Que si un nieto de Fierros aseguraba que sabueltenía en su estudio la calavera del artista, que si un hijo del pintor asturiano se la llevó a Salamanca para hacer unas prácticas de la carrera de medicina…
Éste es el cuadro en el que supuestamente aparece dibujado el cráneo de Goya…
El caso es que tras la aparición de ese misterioso cuadrito, el rastro de la cabeza de Goya se vuelve a hacer invisible y, quizás, ya de forma definitiva. ¿Dónde fue a para el cráneo del genio de Fuendetodos? ¿Le cortaron la cabeza con su permiso? ¿O sin él? ¿Con qué propósito? Muchas incógnitas por resolver, lo único que parece claro es que, el aragonés no sólo perdió la cabeza en vida, en sus últimos años, sino que también lo hizo después de muerto, de manera literal.
(Foto de la portada tomada de niccolomafeo.es)