Aquella reunión de que cambiaría la historia, difundida a los ciudadanos como "la conferencia que abriría una nueva era", una suerte de Paz de Westfalia o Conferencia de Yalta que cambiaría el devenir de la historia.
El viejo orden industrial y los abusos del libre mercado sin cortapisas iban a llegar a su fin para alumbrar un nuevo sistema capitalista más social, más libre si cabe, donde se tendría en cuenta a los ciudadanos y se ajustaría las cuentas a los especuladores y responsables del desastre.
Cuatro años después, absolutamente nada ha cambiado ahí arriba, en las altas esferas de las finanzas, los gobiernos y los organismos internacionales.
Las SICAV aumentaron beneficios en todos los países. Las 500 mayores compañías controlan más del 70% del comercio mundial. No hay rastro de la tasa Tobin. Y los mismos bancos que jugaron con las hipotecas y los planes de pensiones no como si inversiones responsables se tratara sino como una auténtica partida de póker, fueron rescatados sin el más mínimo límite moral, con los impuestos de los nuevos desempleados, pre jubilados y desahuciados.
Incluso ha ocurrido lo que no ocurría antes: que los representantes de aquellos que fomentaron la hecatombe económica mundial, hayan pasado a ocupar directamente la presidencia de los gobiernos y los ministerios de Economía. Luis de Güindos en España, Monti en Italia (aunque se de lo menos malo) el presidente portugués, el griego, Mario Draghi en el BCE, Mark Carney en el Banco de Inglaterra...todos ex Goldman Sachs, ex Merryl Lynchs o ex Lehman Brothers lo mismo da. ¿Acaso es esto una broma?
Su amplio conocimiento de los "mercados" ha sido una excusa barata. Porque éstos mercados no han sido domados, ni reformados, ni de ellos se han extraído los quistes, sino que sus deficiencias de control se han seguido extendiendo como un cáncer hasta penetrar sin tapujos en la política como nunca antes.
Al principio, se entendían los recortes, más tarde, viendo que nada cambiaba y que el abuso era ya extremo, que no bastaba con congelar sueldos o reducir el gasto social sino que había que quitar la ley de la dependencia a enfermos y ancianos, poner en entredicho la sanidad pública, subir los impuestos indiscriminadamente, facilitar los despidos con la reforma laboral... la gente de a pie empezó a pronunciar frases como "habría que matarlos a todos" (a politicos y banqueros), entre gente nada radical en su ideología, y dicho todo ello con verdadera convicción.
Para terminar la broma ahora, tras pedir insistentemente recortes masivos al gobierno español, Bruselas y el FMI afirman que son las políticas de austeridad las que están impidiendo la recuperación. Una afirmación de cajón que todo el mundo sabía...
Por si fuera poco, los escandalosos y diarios casos de corrupción salpican los telediarios en países como España, al tiempo que la gente sufre una ola de desahucios y un 26% de desempleo.
En España, las instituciones peor valoradas son en éste orden: los políticos, los partidos políticos, los bancos, el parlamento, los obispos, el gobierno del estado, los ayuntamientos, los sindicatos, la patronal, las multinacionales, la iglesia, el tribunal constitucional y los tribunales de justicia. Incluso el Rey, adalid de la transición democrática, ha pasado a ser un verdadero hazmerreir público.
Así la brecha entre la clase política y las instituciones y la ciudadanía roza mínimos preocupantes al tiempo que "nacen" nuevas movimientos sociales que realmente se ganan el fervor ciudadano, como Stop Desahucios o el 15M.
Incluso los más fervorosos defensores del orden constitucional de 1977 no dudan ya en admitir la escandalosa corrupción e ineficiencia del anquilosado del sistema político actual, preso de los organismos internacionales y el mercado financiero. Y mientras ahí arriba es como si nada ocurriera...no vaya a ser que los cambios arruinen las carreras de nuestros representantes.