En este artículo hablamos sobre los peluches, mantas, u otros objetos predilectos de nuestros niños. Aquellos que se convierten durante un largo periodo de tiempo en su objeto de consuelo, su amigo predilecto y sin el cual no pueden estar. Estos son los llamados objetos transicionales, de los que lo largo del artículo hablaré.
“Tráeme el osito al cole mami“, me pide mi hijo de tres años y medio desde hace varios días.
Una noche, a la hora de acostarse, le conté que se lo había comprado cuando aún estaba en mi barriga y que muchas ocasiones entraba en su habitación y lo abrazaba pensando en él. Desde entonces sólo quiere el osito. Lo cuida, lo peina, lo viste y les pone los zapatitos de su hermano de 10 meses para que no tenga frío en los pies.
Marc no había tenido un objeto preferido hasta entonces, probablemente por la llegada de su hermano. Actualmente es un niño de 10 años que todavía duerme con ese peluche al que tanto apego tiene.
Muchos niños pequeños, sí sienten un apego especial hacia algún juguete que les acompañará a lo largo de los primeros años, sobreviviendo a su cariño y a su rabia. Es lo que llamamos “objeto transicional“: un peluche, una mantita o un pañuelo de mamá…
Es un objeto tan importante que únicamente lo cambiará por otra cosa en contadas y pocas ocasiones
Los padres siempre hemos intentado respetarles estos objetos favoritos y evitamos que se pierdan, rompan o sufran cualquier tipo de accidente. Una pérdida puede desembocar en un auténtico drama, sobretodo a la hora de acostarse.
Es un algo a “medio camino” entre el niño y mamá. Escogen algo blandito como un peluche, una mantita, … algo que les transmite calor y ternura. Algo que recuerda a mamá cuando ella no esta.
Los padres hemos de mostrar paciencia y comprensión, y ver como algo natural y bueno para el desarrollo de nuestros hijo este apego tan profundo hacia su peluche. Y en caso de pérdida … buscar un sustituto. Él sentirá una profunda pena pero si le apoyamos y le transmitimos comprensión podrá sobrellevarlo mejor.
Es posible y normal que niños que nunca han sentido este apego hacia un objecto en concreto lo empiecen a sentir en un momento determinado y por algún cambio significativo en sus vidas (llegada de un hermanito, inicio de la guardería o colegio, mudanza o separación de lo padres).
En esos casos actuaremos igual, con la misma comprensión y paciencia y dejaremos que se conviertan en sus compañeros inseparables.
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