Otro tanto me ocurrió con el concurso indie de Kindle. Tenía que maquetar mi "Tiempo de sueños" y a eso me puse. ¿Con qué criterio ordenar 100 historias? Dado que hablaba de tiempo quería hacer algo que siguiese ese hilo, dentro de lo posible. Empecé con el pasado, seguí con las estaciones del año (o lo que me pareció que encajaba con cada estación: flores en primavera, mar en verano, árboles en otoño, montañas y nieve en invierno) y terminé con la muerte y la eternidad. La vida de los escritores antes de la era informática debía de resultar desesperante, realmente tenía mérito colocar los párrafos del libro en su lugar. Aún con el bendito Cortar-Pegar de Word la tarea se lleva un rato. Lo de crear un índice fue la puntilla.
¿Quiere decir esto que no he leído? No, simplemente he leído menos y he tenido menos tiempo de escribir en el blog sobre lo leído, alguna historia de cumpleaños es lo único que he logrado, y a duras penas. Ha sido tanto tiempo sin hablar de libros que voy a tener que ir por partes (o nadie va a ser capaz de llegar al final).
Como ya me he extendido bastante, os dejo con un único libro y algunas citas.
Las tareas de casa y otros ensayos es una colección de ensayos de Natalia Ginzburg. Como en toda recopilación, hay textos de todo tipo y, en este caso, de todo tipo de temas: vida, cine, recuerdos, literatura, religión, política, personajes... Los hay absolutamente brillantes, una delicia tanto de reflexión como de lectura, con frases impagables. La autora tiene un estilo sencillo pero eso no le resta valor a sus ideas, al contrario, consigue que su hilo se siga con facilidad. Quizá los que me han parecido más flojos se debía tan solo a no haber logrado conectar con el pensamiento de la escritora. Sin embargo, con las siguientes citas es fácil identificarse:
"poco a poco vamos cayendo en la inmovilidad de la piedra. Sin embargo, nos damos cuenta de que antes de convertirnos en piedras nos convertiremos en algo distinto, porque también esto es ahora para nosotros un motivo de asombro: la extrema lentitud con la que envejecemos. Conservamos durante mucho tiempo aún la costumbre de creernos "los jóvenes" de nuestro tiempo, de modo que cuando oímos hablar de "jóvenes" volvemos la cabeza como si se hablara de nosotros."
Algo que no creo que deba hacer nunca quien escribe es lamentarse excesivamente por las críticas negativas o por el silencio con que se recibe su obra. Atribuir una desmesurada y esencial importancia al éxito de nuestra obra revela en nosotros una falta de amor por la obra. Si nos ha gustado y nos gusta de verdad, sabemos que lo que le ocurre, su trayectoria y sus suerte, la incomprensión o el favor que podrá encontrar, no tienen más que una importancia efímera.
Ser comprendidos significa ser tomados y aceptados por lo que somos. El peligro más triste que corremos con las personas no es tanto que no vean o no amen nuestras cualidades sino que por el contrario supongan que nuestras cualidades reales han hecho proliferar en nosotros numerosas cualidades que no existen en absoluto.
Por eso quien escribe siente con fuerza la necesidad de tener interlocutores. Es decir, de tener tres o cuatro personas en el mundo a las que mostrar lo que escribe y piensa para después hablar sobre ello. No necesita muchas (...) Estas personas ayudan al escritor a no sentir por sí mismo una simpatía ciega e indiscriminada o a no sentir por sí mismo un desprecio mortal (...) Es imprescindible que los interlocutores no nos rechacen jamás.
Pienso que en la vida de cada uno de nosotros existe un libro similar, que de pequeños no nos limitamos simplemente a leer, sino que inspeccionamos y rebuscamos en cada uno de sus rincones como si de una habitación se tratara.
Las verdaderas tinieblas nos dan la verdadera profundidad de la noche y la verdadera conciencia de nuestra condición humana antes los secretos de la realidad, misteriosos para nuestro pensamiento y poblados de una vida intensa y encantada.
Y sin embargo estoy segura de que debe de haber también un lugar en el mundo para los que , como yo, no entienden de política, que si hablaran de política dirían solo banalidades y tonterías, y que por consiguiente lo mejor que pueden hacer es no expresar casi nunca opinión alguna. Casi nunca. A veces, decir sí o no es indispensable.