¿Dónde guarda el Ratón Pérez los dientes…? Joyas de Plata Online

Publicado el 13 marzo 2014 por Elrincondemisalhajas @rincondealhajas

Cuenta la leyenda, que el Ratón Pérez nació en un relato infantil allá por el 1894, cuando el príncipe Alfonso XIII era solo un niño… Un niño al que se le cayeron los primeros dientes de leche, como a todos los demás, pero como su mamá era ni más ni menos que la Reina de España, encargó un cuento a un escritor de la Real Academia para poder explicarle a su hijo tal fenómeno. Así surgió la historia del ratoncito Pérez, que vivía con su familia en una caja de galletas. Pero esperad, que tenemos más datos… al parecer, residía en una confitería de Madrid, muy cerca del Palacio Real, en el número 8 de la calle Arenal.

¿Cuántas veces habéis pasado por el 8 de Arenal? ¿Alguna vez habéis caído en la cuenta de este cartel?

Fuente de la imagen: eloviparo.wordpress.com/2009/05/08/el-ratoncito-perez-y-la-confiteria-prast/

Pues allí está en realidad, desde enero de 2003 por orden del Ayuntamiento de Madrid.

“El Ratón Pérez recorría los aposentos de los niños de la realeza, de la nobleza, de la burguesía y de los niños de la más absoluta pobreza buscando lo que para él suponía un preciado tesoro: un diete de leche. A cambio, el pequeño roedor le deja una sorpresa…”  

Hace pocos días me vi en la misma situación que la Reina María Cristina hace 120 años… y utilicé su cuento para sacarle una sonrisa a mi peque. Lo que pasa con los niños es que a veces crees que los tienes en la palma de tu mano y cuando menos te lo esperas, te llevan a su terreno. Así fue cuando mi chico me preguntó: ” Mamá, y el ratoncito Pérez ¿dónde guarda los dientes que va recogiendo y cómo los lleva? Porque claro, los dientes son pequeños y si lleva muchos se le caerán por las alcantarillas…”

Y ahí estaba yo, con mucho sueño y poca imaginación. No se me ocurre otra cosa que decirle que utiliza unos colgantes guarda-dientes donde los transporta sin que se le pierdan… a esto lo llamo yo de-formación profesional

Pero ahí no queda la cosa… al día siguiente tuve una conversación con una buena amiga sobre los guardapelos, ya sabéis, estos colgantes tipo relicarios donde puedes meter fotos u otros objetos de pequeño tamaño. Y en ese momento caí en la cuenta… mira, al final mi idea no era tan descabellada.