Como ya demostró con creces en ‘El camino de las luciérnagas’, Mónica Rouanet es una de esas autoras que fabrica personajes con alma verdadera, y que pone todo su empeño literario, que es mucho, en hacer que el lector perciba hasta el último pliegue de sus personalidades. Cuando María del Pilar emprende la fuga y se convierte en María a secas, la acompañamos en esa primera persona llena de potencia y matices para saber cómo ha sido ella, en qué se diferencia de sus dos hermanos, varones y mayores, cuánto le afectaron las muertes de su padre y de Gonzalo, un antiguo pretendiente, y hasta qué punto la matriarca del clan controlaba hasta el aire que respiraba.
Trasladada a una pequeña ciudad madrileña, donde el nombre de las calles es lo menos importante, María nos permitirá conocer esos secretos familiares a la vez que ella los va descubriendo, y mientras Mónica Rouanet pinta poco a poco la trama con los colores de una intriga que tiene sus raíces incluso en los años de la posguerra. Al mismo tiempo, encontramos un fresco muy bien dibujado de la sociedad española, y de las infinitas posibilidades de triunfo que este tipo de familias conseguían aglutinar, cuando la construcción, el ejercicio de la medicina o un buen puesto en el ejército eran los premios a los que se creían destinados quienes habían gobernado los destinos del país desde su victoria varias décadas atrás. Y precisamente de todo ello es de lo que pretende huir María, al igual que lo hiciera su padre, porque parece ser la única que ha heredado la capacidad de romper con todo y las ganas suficientes para empezar una nueva vida alejada de esos males endémicos.
Donde las calles no tienen nombre. Mónica Rouanet.Roca Editorial. Barcelona 2015. 318 págs. 17’90 euros.(LA VERDAD, "ABABOL", 23/1/2016)