Donde se relata la historia del emperador sometido a cautiverio en un apacible rincón de madrid

Publicado el 26 enero 2016 por Enrius @Telfeusa


Quiere una tradición no contrastada y de dudoso origen, que habiendo sido reclutado el escritor y periodista Rafael Fraguas de Pablo por una partida revolucionaria  de chisperos y manolos en el Madrid invadido por las tropas imperiales francesas, le fue ordenado el secuestro y retención del Emperador en un domicilio secreto que puso a su disposición la duquesa Onésima Stanhome, sobrina carnal del general Jean-Andoche Junot que era una antigua “sans culotte” resentida.Informado por un propio acerca de la presencia aquella noche de Napoleón en el Teatro de Los Caños del Peral y obedeciendo de buen grado las indicaciones de la célula, Fraguas espera la salida del Emperador oculto en un portal en los aledaños del tabladillo. Al terminar el primer acto de la función y en el momento propicio en el que Bonaparte sale a orinar en la plaza, cae sobre el desprevenido corso, en una hábil maniobra llevada a cabo con nocturnidad pero sin alevosía y con ayuda de dos serenos armados con chuzos de punta (a la bayoneta calada), reduce a Napoleón sin daños físicos de consideración. Ciegamente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas(sic), el Emperador mira de frente los vertiginosos ojos de la muerte(sic) pero Fraguas, misericordioso, se limita a maniatar al tirano y conducirlo luego luego hasta el lugar convenido.Tras una sigilosa marcha por entre las sombras de la noche, más allá de Chamartín de la Rosa, donde reina, aparte de Fernando VII, un silencio sepulcral, los secuestradores llegan a un paraje que dicen de Las Cuatro Fanegas donde, flanqueado por un frondoso pinar que también dicen del Rey, se alza un palacete de Estilo Imperio propiedad de la duquesa Stanhome.Todo está preparado para llevar a cabo el enclaustramiento de Bonaparte, cuando un fámulo de librea y calzón corto, atendiendo a los apremiantes aldabonazos, hace girar los goznes de la pesada puerta de nogal franqueando el paso a la comitiva.Con la cabeza cubierta con oscuro paño buriel, Bonaparte, ultrajado pero insumiso, se revuelve ante el oprobio, manotea, maldice en gabacho y amenaza. Todo es inútil pues el escritor y sus secuaces no aflojan las ligaduras en evitación de mayores desaguisados. Sobresaltada por el alboroto, la duquesa acude flanqueada por dos camareras, una esclava nubia y un doméstico núbil, nativo de Socuéllamos, a quien ordena  que señale el habitáculo reservado  para el ilustre cautivo. Oculta en el interior de la escalera del palacete por donde bajan habitualmente la esclava nubia y algunas huéspedes ilustres, se ha habilitado una estrecha mazmorra sin cabezada en la que se ha dispuesto un jergón de paja, una jofaina y un orinal de loza que constituyen los únicos elementos de descanso, aseo y alivio corporal del reo.Bajo el suelo del salón queda oculto y cubierto por una tarima en taracea  de pino mélix, una suerte de aljibe o cisterna practicable a través de un mecanismo oculto en la chimenea.Quiere la tradición que en días alternos, el escritor saca al Emperador de su encierro y sujeto con una estórdiga de cuero cordobán, le permitirá un breve baño relajante.Esta incómoda situación se prolonga por espacio de varios días hasta el momento en el que el Efecto Retroactivo sale del arcón donde habitualmente se aloja y, tras beber su dosis diaria en el aljibe, restituye las coordenadas espacio-temporales poniendo a cada uno en su sitio.Dicen quienes asistieron a los acontecimientos que el escritor volvió a materializarse en el Campo del Moro continuando su paseo dominical mientras reflexionaba acerca de su próximo libro en preparación que versaría sobre los personajes e historias de la ciudad e interesando a prácticamente todos los sentidos.Así se escribe la historia.Honorato Esperandieu Fernández-ChutneyDe la Real Academia de Bellas Letras de Socuéllamos
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