He aquí un producto que cumple varias de las normas no escritas para convertirse en una película de éxito: película destinada a un público familiar y estrenada en fechas navideñas donde los niños disfrutan de vacaciones en el cole, cuyo argumento está sacado de un popular libro, con un director que con apenas un par de películas ha logrado hacerse un nombre dentro de la industria, y donde los sentimientos juegan un papel más que relevante. Y, a pesar de todo lo dicho, he aquí un producto que, no obstante, no puede quitarse de encima la etiqueta de "rara avis" y de producto para minorías. Efectivamente, he aquí, Donde viven los monstruos.
La película empieza presentándonos a Max y su familia. Max vive en un lugar donde nieva en abundancia, junto con su madre, demasiado ocupada con su trabajo como para prestarle la atención que él desea, y su hermana, quien en plena edad del pavo, ha dejado de jugar con él para empezar a flirtear con los jóvenes del pueblo. En una noche en la que Max se encuentra vestido con su disfraz favorito de lobo, se sentirá solo en su hogar, lo que provocará que se coja una rabieta de las de aupa y termine huyendo de su casa, corriendo sin destino aparente, hasta llegar a una extraña isla poblada por unos misteriosos seres salvajes. Para evitar convertirse en el almuerzo de los monstruos, Max les hará creer que él es un rey y como los bichos peludos esos hace ya demasiado tiempo que no tienen ninguno (y que a su llegada estaban igual de aburridos que Max) optarán por convertirlo en su líder.
El director de la película es Spike Jonze, cuya tarjeta de presentación fue Cómo ser John Malkovich del año 1999 (por la que logró una nominación al Oscar como mejor director) y más tarde dirigió Adaptation, el ladrón de orquídeas en el 2002, las dos con guión de Charlie Kaufman. Ambas películas son dos puras marcianadas, la primera más redonda y con un humor negro de lo más afilado, y la segunda más experimental, con el mejor Nicolas Cage de los últimos años y con una historia que jugaba con el concepto del "metacine". Además, también es conocido por ser el ex-marido de Sofía Coppola, por ser co-creador y productor de la serie para la MTV, Jackass, por haber actuado en películas como The Game y Tres reyes y por haber dirigido innumerables videoclips a grupos como Sonic Youth, Weezer, The Breeders, Elastica, R.E.M, Daft Punk, Chemical Brothers, Dinosaur Jr, Björk, Fatboy Slim, Beastie Boys y un largo etcétera.
Y es que todo hace apuntar que al hombre le gusta complicarse la vida una barbaridad a la hora de escoger proyectos, así que a muchos nos cogió desprevenidos cuando se confirmó que sería el director de un libro infantil de apenas 40 páginas, escrito en el año 1963 por el señor Maurice Sendak. Claro que, bien mirado, si que puede resultar un marrón bastante serio.
Para los que puedan disfrutar la película en versión original, decir que poniendo voces a los monstruos encontraran, entre otros, a James Gandolfini (Tony Soprano) y a Forest Whitaker (El último rey de Escocia).
Muchos han sido quienes han relacionado Donde viven los monstruos con películas fantásticas de la década de los ochenta como puedan ser Cristal oscuro, La historia interminable o Dentro del laberinto, debido a que en la película, para representar a los monstruos del título, se ha preferido usar grandes muñecos reales sobre los que se les ha generado las expresiones de la cara por ordenador en lugar de optar por crear los personajes de forma totalmente digital y así evitar que el niño protagonista tuviera que hablarle, literalmente, a la nada (¿se imaginan el resultado si los monstruos hubieran sido representados como el Scooby doo de la película?) Además de en su forma, la película también respira un cierto aire a película clásica en su contenido, dando una gran importancia a la fantasía y a la imaginación, valores que, últimamente, parecían estar viviendo horas bajas en el Hollywood actual.
El mayor aliciente de Donde viven los monstruos es la libertad que respira la película por sus cuatro costados, consiguiendo que nos creamos el hecho de que quien nos la está contando sea un niño. El problema es que, en ciertos momentos, tanta libertad puede llegar a apabullar a un adulto y se tenga la sensación de que la película no se dirige a ningún lugar en concreto y que, simplemente, se dedica a dar vueltas sobre sí misma (estoy convencido de que mis sobrinos de seis y cuatro años conseguirían encontrar matices en la historia y sabrán valorar la película de una forma totalmente distinta a como pueda valorarla un servidor). Lo mejor en estos casos es dejarse llevar por la película y no darle demasiadas vueltas, analizando el resultado en su global, disfrutando de las sensaciones que provoca, de las imágenes y encuadres que se saca de la manga el bueno de Spike Jonze, potenciadas en muchos casos por la su música medidamente escogida, y del hecho de que, una vez más, la fuerza de la imaginación pueda resultar más poderosa que la realidad.
Resumiendo: Gran película destinada a un público que esté dispuesto a entrar en ella, con una apabullante sensación de libertad que, no obstante, en ciertos momentos puede llegar a jugar en su contra.